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jueves 23 de septiembre de 2004

Alberto Natale: “Hay que construir una fuerza alternativa”

El sistema de partidos de la Argentina, después de la crisis, ha quedado muy dañado y parece no poder recuperarse. ¿Por qué los nuevos partidos tienen tanta dificultad para consolidarse? ¿Por qué hay sólo un partido con la aparente posibilidad de manejarlo todo? ¿Cómo son las tramas internas de la obtención de votos? El diputado nacional Alberto Natale responde a estos interrogantes y habla de una esperanza.

– Siempre se habla de que en la provincia de Buenos Aires hay un “aparato político” en manos de un solo partido y que es muy difícil —por no decir casi imposible— enfrentarse a él. ¿Esto es cierto? ¿Existe ese “aparato político”? ¿De qué se trata y cómo funciona?

– Existir, existe. Pero por supuesto que no es sólo en la provincia de Buenos Aires, existe en muchas otras regiones. Nosotros lo soportamos en la provincia de Santa Fe. ¿Qué es? Es un poder establecido, muy fuerte, que no repara en utilizar todos los medios de los que pueda disponer para seguir consolidando ese poder. Y lo hace valiéndose de los medios municipales, desde el gobierno provincial propiamente dicho, a través del empleo infame de los recursos que provee el Estado para subsidios o para dádivas, como la vieja Caja Pan o ahora el Plan Jefas y Jefes. Usa todo lo que tiene al alcance.

– ¿Eso compra el voto?

– Hay mucha gente necesitada que a veces por mantener el status quo vuelve a votar a quien le dio un subsidio. Pero no porque le compren el voto, sino porque tal vez piensa: “con éste mal que mal me dan los $150 o recibo alguna otra cosa, mirá si el que viene me los saca”.

– ¿Algo así como: “Éste me da el sandwich de mortadela y el otro me ofrece un trabajo para el futuro. Yo trato de zafar hoy, así que agarro el sándwich”?

– Sí, algo como el viejo dicho popular “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Pero, cuidado, porque a veces la gente es más viva de lo que los políticos creen que es y se escapa de esta relación.

– Agarra lo que les dan y después votan como quieren.

– Claro. Sin embargo, el clientelismo, el empleo público y muchos otros factores inciden inevitablemente en el recuento de los votos.

– ¿Y esos aparatos son “infumigables”?

– No, no creo que sea imposible sacarlos.

– Lo que se le criticaba a la generación de 1880 era, justamente, que el país estaba manejado por un grupito de personas y que siempre eran esos mismos. Ellos tenían los aparatos de organización en la administración pública, el fraude…

– Sí.

– Hoy pasa lo mismo.

– Más o menos.

– Pero fraude hay. Usted estuvo en la campaña de Ricardo López Murphy y no sé si les robaron varios miles de votos, pero siempre hubo dudas. ¿O no es así?

– Mire, es sabido, es un valor entendido, que si un partido no tiene fiscales en cada una de las mesas en las que se vota, los otros fiscales “borran” sus boletas del cuarto oscuro a las 8.30 de la mañana. Media hora después de empezada la elección, desaparecen las boletas. Estas irregularidades son moneda corriente y todos lo saben. Ahí se ve el aparato, por ejemplo. Y por eso el voto electrónico no llega.

– ¿Qué pasa con ese tema?

– El año pasado habíamos conseguido que el justicialismo lo aceptara en una prueba piloto, pero el radicalismo, creyendo que le podía afectar su implementación en algunas comunas que ellos tenían por la zona interior de la provincia, se opuso.

– ¿El mismo radicalismo que se oponía a esa generación del ’80 ahora quiere mantener sus quintitas y el negocio de los votos?

– Claro. Lo que pasa es que la generación del ’80 era otra cosa. Empezando porque tenían unas ideas clarísimas. El programa de Alberdi es insustituible. Cada vez que lo leo, sé que hablaba para el siglo XIX, pero siento que nos está dando las claves para el siglo XXI.

– Es que era un estadista. Eso que nos está faltando en la Argentina desde hace mucho…

– Y, además, ese programa tuvo ejecutores de primera. Un hombre como Sarmiento, como Avellaneda, como Pellegrini, o como Roca, después.
Pero no sólo eso, sino que también influía el gran nivel cultural de esta gente. La obra de Sarmiento tiene 52 volúmenes. Lo mismo Alberdi. O mire a Mitre que fue capaz de traducir la Divina Comedia del latín. Eran intelectuales. Éste es hoy uno de los déficit del país.

– Entonces, la estructura partidaria tiene que ver con ese voto en cadena que utilizan y con la compra de votos, pero según lo que usted cree podría ser abolida, podría ser combatida.

– Exactamente. A grandes rasgos es eso.

– ¿Por qué en la Argentina cuesta tanto armar un partido político de centroderecha o liberal que no sea populista, que se oponga a todo esa estructura, que no le prometa a la gente el choripán, sino mejores condiciones para ganarse la vida?

– Lo que sucede, en primer lugar, es que esto de la centroderecha está muy confuso. De hecho, para mí, según los parámetros convencionales, Kirchner —con un dólar a $3 que empobreció a un montón de argentinos y que mandó al 50% de la población a la indigencia, después de la devaluación— estaría encajando perfectamente en la categoría de la “derecha”.
Pero dejando la terminología de lado, el defecto de la política argentina del siglo XX han sido los “movimientismos”, que meten en una misma bolsa a pensamientos muy distintos. Nuestro país no pudo fundar un sistema de partidos con distinciones más o menos apropiadas y claras como son los republicanos y los demócratas en Estados Unidos, o los tories y los whigs, ahora, los laboristas y los liberales, en Inglaterra. Acá subsistía el sistema porque hasta ahora se daba la alternancia entre peronismo y radicalismo, pero eso se fracturó como era de esperar. El radicalismo se agotó.

– Es que, en definitiva, si uno mira con atención, las propuestas económicas del radicalismo coinciden ampliamente con las políticas redistributivas y populistas del justicialismo. No son alternativas diferentes en el largo plazo.

– No, por supuesto. Y, fíjese, el primer crítico del presidente justicialista Menem es el presidente justicialista Kirchner. Esto no se da en ningún país.
Lo que pasa es que en la Argentina lo que rige es, como le decía, el “movimientismo”. Se puede pensar para acá, o se puede pensar para allá, pero se meten todos en la misma bolsa para armar una máquina de poder. Eso es lo que tenemos instalado en la Argentina.
Sin embargo, se ha demostrado que se lo puede quebrar. Ha pasado en el ‘83 y en el ’99. Así que hay esperanzas.
Ahora, con respecto a su pregunta sobre la conformación del partido de centroderecha, es difícil, no nace de la noche a la mañana. No nos olvidemos de que el radicalismo está destruido desde hace 3 años, a pesar de que era la alternativa que había ganado el poder. A veces hay ambiciones personales, a veces hay demasiado individualismo. Pero yo creo que evitar que el país se organice en base a un sistema de partidos donde uno se oriente un poquito más para acá y los otros un poquito más para allá, es un error grave de la dirigencia. Eso es justamente lo que deberíamos hacer, como el resto del mundo. Pero, alerta, que sean racionales, como lo han logrado ser los chilenos…

– O los españoles…

– Sí, los europeos en general. O, incluso, los uruguayos, que están dándole cabida al Frente Amplio pero que lo enfrentarán los Blancos y los Colorados.
La gran misión de los dirigentes políticos que, por encima de sus ambiciones personales, quieran un poco al país, es construir una fuerza alternativa. © www.economiaparatodos.com.ar



Alberto Natale es Diputado Nacional por Santa Fe (Partido Demócrata Progresista)




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