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jueves 21 de abril de 2005

Alumnos especiales en escuelas comunes

La creación de verdaderas escuelas inclusivas no sólo es la mejor forma de enseñarle a la juventud, a través del ejemplo, que no hay que discriminar sino que también es la única manera de evitar seguir relegando de la sociedad a las personas con discapacidades.

Hace pocos días, el diario La Nación relataba la odisea de los familiares de varios chicos con discapacidad motora para acercarlos hasta donde funciona provisionalmente la escuela especial a la que concurren, por un problema con el costo del transporte escolar, en la ciudad de Chascomús.

Afortunadamente, el tema se ha solucionado, pero dentro de la misma noticia, como si fuera algo bueno, se relata que las autoridades del Consejo Escolar respectivo están llamando a licitación para la construcción de la escuela especial definitiva.

La construcción de una escuela debería ser una buena noticia, pero en este caso no lo es (intuyo que más por ignorancia que por mala voluntad). El que haya escuelas especiales para discapacitados motores va a contramano no sólo de lo que se está haciendo en el mundo sino incluso de convenios internacionales recientemente firmados por la Argentina, en orden a generar escuelas inclusivas. Esto es, escuelas comunes con estructura edilicia y docente para brindar educación especial a aquellos que tienen necesidades educativas especiales (NEE).

El tema de generar escuelas inclusivas tiene también su ribete político y sindical, pues se piensa –desacertadamente– que va a hacer desaparecer la Educación Especial. Al contrario, la Educación Especial seguirá existiendo y probablemente necesitará más personal y más supervisión. Lo que probablemente sí desaparecerá son las escuelas especiales, es decir, los edificios donde se concentran chicos con distintas discapacidades.

El tener escuelas inclusivas no sólo es necesario y útil para aquellas personas con necesidades educativas especiales: puedo asegurarles que quien convive desde su más tierna infancia con chicos con Síndrome de Down, o paralíticos, o sordos, se educa en la “no discriminación” sin que haga falta decirle nada. De otra forma, hablar de no discriminar y hacer edificios donde “juntamos” a todos los “distintos” es una clara muestra de la incoherencia que a veces nos caracteriza a los seres humanos. Decimos que no discriminamos, creamos institutos contra la discriminación, hacemos juicios por discriminación, pero desde las más altas esferas educativas (insisto en que creo que es por ignorancia y no por mala voluntad) se sigue educando para discriminar al distinto.

Hay entidades de bien público que hace años pelean –en el buen sentido de la palabra– por la escuela inclusiva. Ha habido adelantos, pero también ha habido retrocesos (este año, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una familia debió interponer un recurso de amparo para que un jardín municipal aceptara a su hijo de 3 años con Síndrome de Down).

Y que se sigan construyendo escuelas especiales, en vez de utilizar esos fondos para generar la estructura edilicia necesaria en las escuelas comunes (rampas, baños, puertas amplias, etcétera), es otro retroceso.

A pesar de que todos los funcionarios de las áreas educativas de las distintas jurisdicciones hablan de la “escuela inclusiva”, en la práctica suceden cosas tan elementales como que la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires tenga durmiendo en un cajón la “ley marco” para las escuelas inclusivas o que en la provincia de Buenos Aires se llame a licitación para construir escuelas especiales.

Hoy, las escuelas comunes no están preparadas para recibir a todos los alumnos con necesidades educativas especiales, ni desde el punto de vista edilicio ni desde la capacitación de sus docentes y directivos. Probablemente hagan falta varios años para adecuar los edificios y capacitar a los docentes y formar nuevos docentes en Educación Especial (como decía más arriba harán falta más maestros). Pero, por favor, comencemos a hacer las cosas en este sentido o seguiremos condenando a las generaciones próximas a ser maestros de la discriminación y la incoherencia, y a las personas con discapacidades a seguir siendo relegadas de la sociedad. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles Pilar y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina).




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