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miércoles 28 de julio de 2004

“América Latina ante la pobreza”, por Michael Novak

Si bien este artículo tiene 15 años de antigüedad, el concepto central del mismo sigue teniendo una profunda actualidad, porque plantea con total claridad que la riqueza de las naciones no está en los recursos naturales que puedan tener, sino en el sistema económico y político que le permita a sus habitantes desarrollar su capacidad de creatividad.

Las comparaciones que hace Michael Novak entre los países de América Latina y el Sudeste Asiático son lo suficientemente contundentes como para comprender por qué unos países pueden eliminar la miseria y la pobreza y otros permanecen sumergidos en ellas.

Ahora que en Argentina estamos disfrutando de un buen precio de la soja, resulta importante leer este artículo porque, de alguna manera, esta situación no durará para siempre y, en ese momento, la educación de nuestro pueblo y sus instituciones serán los elementos que nos permitirán crecer.

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Muchos europeos piensan que las raíces de América se encuentran en Europa. Pero uno de los grandes historiadores de América Latina, Germán Arciniegas, nos ha enseñado que la verdad es exactamente lo contrario. Las raíces de Europa se hallan en América. Este hemisferio, y no Europa, ha sido el pionero en el camino de la democracia, basada en un gobierno constitucional y en una declaración de derechos. Observa Arciniegas que en las Américas ninguna dictadura ha cometido actos de terror en la medida que lo hicieron Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini en la Europa moderna. Este hemisferio, y no Europa, se ha conducido por los senderos del desarrollo económico, basado en los principios de la creatividad, del descubrimiento, de la invención y de la más amplia distribución posible de la propiedad privada. En resumen, ha sido este hemisferio el que enseñó a Europa las formas más liberadoras de la política económica que se han experimentado en la historia humana; esa combinación de democracia y capitalismo, que ha dado a la gente del Atlántico Norte los más libres y los más prósperos cuarenta años que se conocen. Este hemisferio occidental, de acuerdo con Arciniegas el hemisferio de la libertad, ha sido el hemisferio guiador.

No obstante haber comenzado en este hemisferio, la tarea de la liberación humana todavía no se ha concluido. Aún existe un largo camino por recorrer, especialmente respecto de los sistemas económicos. Si nos preguntamos cuál es el mayor obstáculo para la libertad que aún subsiste en nuestro hemisferio, muchos escritores, desde diversas perspectivas, consideran que es la pobreza económica. Todavía existen dictaduras en este hemisferio, pero hoy día caben en los dedos de una mano. Si se lo compara con África, Asia, Europa y Medio Oriente, la práctica de la libertad política es mucho más avanzada en América del Norte y Sudamérica. Pero todavía constituye un oprobio la desesperación económica de doscientos millones de personas en América Latina, lo cual escandaliza nuestras conciencias.

América Central y Sudamérica poseen abundantes recursos naturales, mucho más que Japón, Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur. Comparada con otras regiones del mundo, Dios le concedió a América Latina una gran riqueza de recursos naturales. Pero sus sistemas económicos no son adecuados para utilizar creativamente dichos recursos. La pobreza de millones en América Latina constituye un hecho doloroso, precisamente porque es tan innecesario.

¿Cuál es la causa y la naturaleza de la riqueza de las naciones? Los recursos naturales de las pequeñas islas que forman el Japón son pocos, pero Japón es una de las naciones más ricas. Los recursos naturales de Brasil son inmensos, pero una elevada proporción de sus habitantes es dramáticamente pobre. La naturaleza de la riqueza es tal, que sus orígenes no se hallan fundamentalmente en la existencia de los recursos naturales. La principal forma de la riqueza no es de naturaleza material. La principal forma de la riqueza se encuentra en la mente humana, en la cultura y en los hábitos.

En la Encíclica Laborem Exercens, el Papa Juan Pablo II usa la palabra “capital” para referirse a los objetos inanimados, tales como el dinero y las maquinarias. Este uso es muy común, pero no va precisamente a la raíz del problema. La forma primaria del capital lo constituye el capital humano. Después de la terrible destrucción ocurrida en Europa Occidental durante la Segunda Guerra Mundial, el capital material de Europa se redujo a escombros. Pero el capital humano, que permaneció en la mente y en los hábitos de los europeos, se transformó en la fuente del “Milagro Europeo”. Debido a este milagro, el capital humano tenía sólo que ser equiparado por una forma de política económica que lo liberara. La causa de la riqueza de las naciones es la imagen dinámica que el Creador puso en cada corazón y en cada mente humana. El propósito de una política económica liberadora es permitir que esta pólvora de creatividad, depositada en cada ser humano, pueda llegar a su máxima expresión.

Cada simple ser humano nace para ser un creador. Cada simple ser humano es apto durante su vida para crear mucho más de lo que él o ella consume. Cuando en una nación el conjunto de la creatividad de los individuos es mayor que el conjunto del consumo individual, la riqueza de esa nación se incrementa. La causa de la riqueza de las naciones es la creatividad humana.

Por esto, con el objeto de entender la vida económica contemporánea, uno debe poner mucho más énfasis en los factores espirituales que en los materiales. En el mundo de nuestra experiencia los recursos naturales están llegando a ser cada vez menos importantes. Aquellas naciones cuya riqueza se basa en los recursos del espíritu humano se encuentran entre las más ricas y crecen con mayor rapidez. Aquellas cuyos recursos se basan en los naturales se encuentran hoy día con que los precios del mercado de las materias primas disminuyen, dado que, al parecer, el mundo necesita dichos recursos cada vez menos, y debido a que se producen constantemente nuevos materiales que los reemplazan. De esta manera, la fibra óptica está tomando el lugar del cobre. Los “microchips” de silicio de increíble poder, que utilizan los ordenadores, están hechos de arena humilde y abundante. Los precios de las materias primas, tales como el cobre, han experimentado un prolongado y lento declive. Por consiguiente, por una vía intelectual diferente a la acostumbrada, llegamos a un punto central: de todos los recursos de que dispone una nación, sus recursos materiales tienen menos importancia que la inteligencia y el hábito de sus ciudadanos. Las fuentes de creatividad residen en el espíritu de invención, disciplina y orden. También en la economía se reivindica la supremacía del espíritu.

De lo anterior se desprende mi tesis principal: cualquiera que desee liberar a los seres humanos de la pobreza de su nación debería tener en cuenta su recurso fundamental: la inteligencia y el espíritu del gran número de sus ciudadanos en la base de la sociedad. La causa de la riqueza de las naciones es la capacitación de dichas personas. Perfeccionar a la gente constituye el primer paso indispensable en el camino del rápido desarrollo económico.

El desarrollo económico ya ha tenido lugar en nuestras vidas en varias naciones en el período de menos de veinte años. Contemplemos las fotografías de Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong y otras naciones del sudeste asiático en 1945 o, incluso, en 1965. Estudiemos el perfil estadístico de estos países. Y luego analicemos estos mismos perfiles en el día de hoy. En 1966 el ingreso per cápita de Corea de Sur era de $125 y en 1986 alcanzaba a $2.250. Estos países virtualmente eliminaron la pobreza y la gran miseria que los caracterizaba hace sólo veinte años. La pobreza es un concepto relativo, por lo que parte de su población sigue siendo pobre, pero la pobreza de hoy ya no es la amarga y desesperada de hace veinte años. El primer punto que debemos recordar, entonces, es la posibilidad de un desarrollo económico rápido. En muchos lugares, así ha ocurrido.

El segundo punto, basado en el crecimiento económico rápido, es una cuestión de sistema. En todas partes existen seres humanos capaces con creatividad, pero no existen sistemas en muchos de esos lugares que liberen esta creatividad. Que un sistema de política económica libere la creatividad humana, o que la inhiba, ahí reside el factor crucial. ¿Fortalece un sistema de política económica las virtudes económicas creativas de sus ciudadanos, o las paraliza? Tal es la cuestión crucial para el desarrollo. Si deseas desarrollar las virtudes de los ciudadanos, nos dijo Aristóteles, mira el ethos de la política; esto es, mira el sistema. De alguna manera el sistema cuenta más que los individuos. De otra manera, lo contrario es lo cierto. Los seres humanos individuales tienen libertad para cuestionar, criticar y cambiar los sistemas económicos bajo los cuales viven; de ahí que las acciones de los ciudadanos individuales no se determinan completamente por la naturaleza de los sistemas bajo los cuales viven. Los ciudadanos trascienden los sistemas.

No obstante, el peso de un sistema es, en verdad, muy fuerte sobre los ciudadanos individuales. Consideremos a los honestos ciudadanos de un país latinoamericano que sufren una tasa de inflación de un ciento por ciento mensual. Supongamos que estos ciudadanos ahorraron el equivalente de $14.000 para la educación de sus hijos. Como virtuosos ciudadanos, estos padres preferirían invertir este dinero en su patria, a fin de que el capital interno de la nación crezca y que dichas inversiones alimenten el crecimiento interior. Pero si efectivamente invierten en casa, el valor de sus ahorros sufrirá una erosión debido a la tasa de inflación y pronto tendrá escaso valor. Si no invierten este dinero en casa, y lo invierten en el extranjero, ¿cómo entonces se desarrollará su país alguna vez? Su país sufrirá de una severa evasión de capitales. De esta manera, y de muchas otras, un sistema puede frustrar incluso a ciudadanos de sobresalientes virtudes humanas.

En consecuencia, la cuestión central para la política económica se convierte en la siguiente: cómo construir instituciones, cómo construir un orden, un sistema digno de la creatividad con que Dios ha dotado a cada uno de los seres humanos. No es fácil concebir un sistema político-económico digno de sus ciudadanos, si estos ciudadanos son, como están descritos en los testamentos judío y cristiano, libres en inteligencia y voluntad e inclinados a imitar a Dios en creatividad, en verdad, en justicia y en amor. No es fácil dar buena forma a los malos materiales de la política y de la economía para hacerlos dignos de tales ciudadanos. Sin embargo, ésta es la tarea que se propusieron los fundadores de las diversas naciones del Nuevo Mundo y, que a lo largo de los siglos, han procurado crear en este hemisferio un novus ordum seculorum.

El primer hecho que el judaísmo y la cristiandad nos enseñan a observar en toda criatura humana es que cada uno de estos ciudadanos es libre, Y, por consiguiente, responsable. Cada uno está hecho a imagen de Dios; esto es, cada uno es una persona capaz de discernimiento y elección. La inteligencia y la voluntad nos hacen libres, y nos hacen a imagen de Dios. ¿Cómo forjar una política económica digna de hombres libres? ¿Cómo construir una política económica en que cada persona se convierta en un creador? Tal es la tarea de la política económica.



N. D. Michael Novak es Teólogo e Investigador Residente en Filosofía, Religión y Política Pública del American Enterprise Institute, de la ciudad de Washington. Entre los influyentes libros que lleva publicados se encuentran Creencia y Descreimiento. La Experiencia de la Nada, El Ascenso a la Montaña, El Vuelo de la Paloma, El Advenimiento de la Étnica de las Razas sin Crisol, Los Fusiles de Lattimer, El Espíritu del Capitalismo Democrático y Libertad sin Justicia. El Dr. Novak es Profesor Visitante de la Universidad Francisco Marroquín.

El artículo fue extraído del Centro de Estudios Económico-Sociales de Guatemala (CEES – www.cees.org.gt)




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