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viernes 14 de noviembre de 2014

Apuntes sobre el dólar y otras cuestiones

Apuntes sobre el dólar y otras cuestiones

La moneda –de cualquier tipo, color y forma-, no es esencialmente sino una unidad “de peso” de cierto bien, de valor reconocido por un mercado.

Mientras el Banco Central de un país resulte un agente “inflacionista”, dicho mercado, representado por la sensación de numerosos individuos que desarrollan sus actividades en él, termina imponiendo siempre el nivel de preferencias personales de éstos. Por “derecha” o por “izquierda”.

Toda intervención y directriz estatal que jaquee la libertad de dichos individuos, impidiéndoles efectuar previsiones de acuerdo con sus criterios personalísimos, termina obligando a un gobierno a la ingrata e inútil tarea de atajar penales sin arquero, en su vana pretensión de imponer un valor arbitrario a ciertos bienes.

La sucesiva emisión de bonos habida en estos días, dispuesta por los cráneos ilustres del kirchnerismo, con la intención de “secar” una plaza de cambios marginal activa, están destinados al fracaso a mediano plazo. Porque el aumento del dinero circulante en los niveles extravagantes de la actualidad no puede sino reducir la capacidad adquisitiva de la unidad monetaria, siendo bien sabido que en la mente de un argentino, la imagen de un buen resguardo frente a la inflación, es una “foto” del dólar estadounidense.

Habría que recordarle a Vanoli y Kicillof un viejo proverbio inglés que dice: “nunca puede saberse cuánto puede tirar de un carro un caballo, hasta que se lo ate al mismo para remolcarlo”. Si le hicieran caso, no insistirían en desafiar la realidad con su arrogancia infantil.

“El mercado”, no es una entelequia. Está representado por el concepto de utilidad personal de millones de individuos “distintos”, que jamás dejarán de balancear en sus decisiones económicas el concepto de costo y beneficio mediante simples sumas aritméticas.

Por si alguien tiene alguna duda: ¿Me alcanza o no me alcanza? ¿Puedo o no puedo?

Quienes se intitulan como keynesianos (burdos flautistas de Hammelin posmodernos en realidad), amparados en su simplista y embrollada justificación de la inflación y el déficit presupuestario, pretenden avasallar con su pensamiento toda la teoría histórica de las ciencias económicas, para establecer quizá una coartada que les sirva de “escondite” para cuando el estatismo sin sentido que propugnan los sumerja en un nuevo fracaso.

Un gobierno incapaz, que se niega a dar una respuesta válida para estas cuestiones, se dedica a condenar por “usuraria” toda percepción de interés y preferencia popular por una moneda que, como el dólar, ha sido siempre el refugio cultural de los argentinos para salvar sus ahorros.

La falsa teoría keynesiana esgrimida por el gobierno, aparece como cortada “a la medida” para constituirse en la base intelectual de un Estado esencialmente providencialista, que trata de sostener el intervencionismo a una escala jamás experimentada hasta hoy, desde las lejanas épocas en que gobernaba el “león herbívoro”. Los funcionarios “salvadores” de la precaria estabilidad económica presente, insisten mientras tanto con una nebulosa y oscura jerga populachera, ansiosos de aumentar su propia influencia y poder dentro del gobierno, que les permita desarrollar sus propios proyectos personales.

Como por encima de ellos está una persona que, como Cristina Fernández, demuestra todos los días vivir en las nubes de Úbeda, puede colegirse que cada palabra de sus “economistas estrella”, como así también los carros de la Gendarmería estacionados en el microcentro porteño para controlar a los “arbolitos”, solo reavivarán el interés de una mayoría silenciosa que no pertenece a ningún “establishment”, sino que trata simplemente de resguardarse como puede de LAS EVIDENCIAS ESCRITAS EN LA HISTORIA ARGENTINA DE LOS ÚLTIMOS CUARENTA AÑOS.

Todavía hay quienes recuerdan jocosamente las palabras del inefable Lorenzo Sigaut, cuando aseguraba muy suelto de cuerpo que “el que apuesta al dólar pierde”, cuando habría que oír en este caso a Aníbal Fernández (que no come precisamente vidrio), quien acaba de confesar públicamente que al haber pesificado sus dólares por “sugestión” de la Presidente, perdió “un montón de plata”.

carlosberro24@gmail.com