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jueves 18 de julio de 2013

Argentina, un país de bandazos y en decadencia

Argentina, un país de bandazos y en decadencia

Argentina era a comienzos del siglo XX la gran potencia sudamericana y su PIB equivalía al 90% de los países punteros en ese momento. Sin embargo, desde 1930, entró en una lenta decandencia que, a día de hoy, no ha parado. Muchos son los motivos que explican esa decadencia argentina, uno de ellos,de raíz política, se vincula con los bandazos a los que la clase dirigente ha sometido al país.

Argentina era a comienzos del siglo XX la gran potencia sudamericana y su PIB equivalía al 90% de los países punteros en ese momento. Sin embargo, desde 1930, entró en una lenta decandencia que, a día de hoy, no ha parado. Muchos son los motivos que explican esa decadencia argentina, uno de ellos,de raíz política, se vincula con los bandazos a los que la clase dirigente ha sometido al país.

Unos bandazos que finalmente han extendido entre la comunidad internacional una sensación de desconfianza hacia todo lo argentino. No en vano,Nestor Kirchner levantó como bandera electoral en 2003 la idea de que quería “una Argentina normal, quiero que seamos un país serio”.

Los bandazos, producto entre otras cosas de la fuerte polarización política que vive el país históricamente, han quedado reflejados en muchos aspectos de su realidad.

Una política esterior esquizofrénica

Por ejemplo, en su política exterior.

Juan Domingo Perón en su primera época de predominio político pasó de enarbolar una posición de independencia y autonomía con respecto a EEUU (la llamada Tercera Posición) a dar una claro giro hacia posiciones cercanas a la administración Eisenhower (con, por ejemplo, el no respaldo al gobierno de Jacobo Arbenz en 1954).

Hugo Chávez y Cristina Fernández descubren retrato con Néstor Kirchner

En el actual periodo democrático (1983-2013) se han podido volver a ver vaivenes de ese tipo en cada administración.

De la postura “tercermundista” y proclive a los “No alineados” de Raúl Alfonsín se pasó a las “relaciones carnales” con EEUU, en palabras del canciller Guido Di Tella en el gobierno de Carlos Menem.

“No queremos tener relaciones platónicas: queremos tener relaciones carnales y abyectas”, comentó en los 90 el entonces canciller.

Para acabar, ya en época de los Kirchner, en una alianza de facto con la Venezuela chavista y un claro enfrentamiento con las administraciones tanto de Bush como de Obama.

“Estamos demostrando no solo logros económicos y sociales, sino que hemos demostrado lo que muchas veces quisieron mostrarnos de los grandes centros de presunta civilización, que siguen resolviendo sus diferencias a los bombazos”, dijo en 2011 la presidenta Cristina Kirchner.

Falta de una idea país

La política exterior no ha sido sino fiel reflejo de una política interna y económica sin coherencia, continuidad o consensos.

Gobiernos de claro matiz intervencionista e incluso estatista y otros más proclives al “neoliberalismo” se han ido sucediendo en los últimos 60 años sin solución de continuidad.

Cristina Fernández y Nestor Kirchner en la Plaza de Mayo

Incluso en las adminstraciones de Juan Domingo Perón (1946-55) se pudo ver un peronismo estatista entre 1946 y 1952 que dio pasó después a uno más abierto a las inversiones extranjeras y a la iniciativa privada entre 1952 y 1955.

Esa liberalización tuvo una segunda parte durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-62), pero se vio interrumpida durante la gestión de Arturo Illia(1963-66) que, por ejemplo, renegoció los contratos petroleros firmados por su antecesor.

Los proyectos liberales en el terreno económico deAdalberto Krieger Vasena durante la dictadura de Juan Carlos OnganÍa (1966-70) o de José Alfredo Martínez de la Hoz en la época de los gobiernos militares (1976-83) dieron paso a posturas menos ortodoxas y planes de ajuste heterodoxos en la primera administración democrática, la de Raúl Alfonsín (1983-89).

No sería el último giro pues la llegada de Carlos Menem en 1989 y la toma de posesión como ministro de Economía de Domingo Cavallo dieron paso al modelo de la Convertibilidad basado en políticas de apertura comercial y financiera, privatizaciones y disminución del tamaño del estado.

Luis Alberto Romero (historiador): “A partir de 1980 vivimos en una Argentina decadente y exangüe, declinante en casi cualquier aspecto que se considere”.

El colapso de este modelo entre 1997 y 2001 dio pasó al experiemento industrialista de Eduardo Duhalde y sobre todo a la apuesta de Néstor Kirchner por enterrar y acabar con el legado de los 90, el neoliberalismo menemista.

En 2010, por ejemplo, Nestor Kirchner decía: “los procesos regionales cuestan mucho por las asimetrías y porque venimos de profundas crisis económicas a las que nos llevó el neoliberalismo en los `90″. 

En esa línea, los Kirchner apostaron por un mayor papel del Estado y por regresar a las nacionalizaciones (Aerolineas Argentina e YPF) y a un abierto intervencionismo con controles de precios incluidos.

Toda esta sucesión de vaivenes ha conducido al estado actual de Argentina que, como señala el historiador Luis Alberto Romero, supone el final de “una Argentina vital, pujante, sanguínea y conflictiva, que se construyó a fines del siglo XIX y aún era reconocible al concluir la década de 1960. A partir de 1980, por el contrario, vivimos en una Argentina decadente y exangüe, declinante en casi cualquier aspecto que se considere”.

El próximo gobierno argentino tendrá por delante muchos retos, pero el de consensuar políticas de estado coherentes y con continuidad que hagan de Argentina un país serio será una de los principales retos de ese gobierno.

De nuevo, Romero disecciona lo que le ocurre al país: “El kirchnerismo expresa hoy la fase superior de la larga crisis argentina. Es tan duro y resistente como la crisis misma. No será fácil revertir todo esto, pero hay una posibilidad. La Argentina es manejada por un grupo poderoso y débil a la vez, pues su fuerza, ciertamente fundada en los votos, reside en el control férreo del poder político por una sola mano. Su primera línea de defensa es a la vez la última. Cambiar el rumbo de la larga crisis argentina es una tarea prolongada y compleja. Pero constituir en 2015 un gobierno que inicie ese camino está en el orden de lo posible”.

Fuente: www.infolatam.com