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jueves 14 de julio de 2005

Argentina y su elite de poder

Las elites gobernantes y sus apoyaturas económicas y financieras internas se pelean por el poder sobre los escombros de un país destrozado. Detrás de su disputa se esconde el germen tan temido de la desarticulación de la Argentina como país y como Estado.

El presente institucional de la Argentina es delicado. Las luchas por el poder dentro del partido del gobierno parecerían indicar que estamos asistiendo al final de la estructura normativa republicana, fundada por Juan Bautista Alberdi en 1853.

Ello se debe a un sinfín de factores, donde se destacan las elites gobernantes y sus apoyaturas económicas y financieras internas como causantes fundamentales de la nefasta situación del país, y -probablemente también- de la condena de un futuro tan cercano como no deseado. El instrumento mejor utilizado por ambos desde hace casi un siglo hasta hoy es el populismo, con sus intérpretes y acólitos. Con él se cautiva, seduce y engaña a la gente. Son cantos de sirena con los que les prometen erradicar la pobreza, cuando en realidad lo que hacen es utilizar y lucrar con las necesidades ajenas, para terminar traficando la dignidad de los que menos tienen.

El efecto contagio en los pueblos iberoamericanos ha multiplicado y acelerado la decadencia. Según lo expresado por los autores Julio Cirino y Andrés Benavente Urbina en su libro “La Democracia Defraudada”, la situación en la región latinoamericana se agrava cuando se agrega a la palabra populismo el adjetivo calificativo revolucionario.

Son muchos los hechos que confirman esta situación. La ausencia del Estado en sus funciones básicas: salud, educación y seguridad. El ataque sistemático a las Fuerzas Armadas y de seguridad por hechos del pasado. La legitimación de la venganza desplazando a la justicia. La entrega sin ningún tipo de programa o presupuesto de los fondos públicos con el único objetivo de ganar elecciones a cualquier costo. La violación sistemática al Estado de Derecho y de la Constitución Nacional, entre otras.

El peligro mayúsculo del hoy, es que esta elite, que se enriquece a costa del saqueo legal y del que no lo es, esconde entre sus entrañas el germen tan temido de la desarticulación de la Argentina como país y como Estado. Los ejemplos a mano de países vecinos como Bolivia y el ahora jaqueado PT de Lula en Brasil, son muestra suficiente para llamar seriamente nuestra atención.

De ahí la necesidad de construir un nuevo espacio para la formación de dirigentes de signo opuesto al actual. Donde desde un marco ético compartido, la diversidad de ideas y la tolerancia política permitan reconstruir una Argentina con crecimiento económico en armonía con las corrientes políticas y económicas que edifican y sustentan el éxito y el bienestar en el mundo. Ejemplos como España, Irlanda, Australia, Nueva Zelanda o nuestro vecino Chile deben ser nuestros nuevos horizontes a alcanzar.

A tal efecto, hay que desplazar a la actual dirigencia -que nos ha alejado sin prisa ni pausa de los principios y valores que sustenta la Constitución Nacional- por conductores que se sometan a los principios de un gobierno limitado, con garantía de los derechos individuales, respeto a la propiedad privada y ejercicio de una economía de mercado, donde prevalezca la libre empresa y el Estado de Derecho. Donde el significado de las palabras trabajo, esfuerzo y dinero no sea bastardeado sino apreciado como sana palanca para el intercambio de valores, el comercio, el empleo y la producción.

La punta del iceberg son los Kirchner, los Duhalde, los Alfonsín y tantos otros que nunca se retiraron de la vida política vernácula y que nos conducen aceleradamente al callejón sin salida de una Argentina política y socialmente descuartizada y desintegrada.

Pero atención que no están solos. Hoy se puede observar también la presencia de líderes de cartón, que enmascarados detrás de pensamientos de libertarios o resguardados por otros que se definen así mismos como políticos (aunque saben que no lo son) se presentan al ruedo como defensores del espíritu de las ideas de Alberdi, pero no son más que prebendarios y cortesanos del poder. Constituyen la expresión de viejas conductas políticas y se presentan como los nuevos embaucadores profesionales necesitados de legitimarse detrás del voto independiente. Al que le quepa el sayo que se lo ponga.

Si se desea transformar esta sociedad anclada en el tiempo, el espacio y en el latrocinio, no hay otra alternativa que cambiar de raíz los hábitos culturales de la elite encaramada en el poder. La sustitución de una clase dirigente por otra es fundamental para el cambio de calidad de vida interna. Lamentablemente, ello no se consigue publicando avisos clasificados. Es algo mucho más complejo. Se necesitan abundantes voluntades, inteligencia e imaginación creativa, capaces de vencer los innumerables obstáculos que se van a presentar. De ahí la necesidad de buscar referentes capaces de enfrentarlos.

La educación y la formación intelectual son buenas herramientas. Quizás una de las más importantes fuentes la encontramos cuando la escritora Aynd Rand, en su famosa novela “La Rebelión de Atlas”, en un párrafo en particular nos alerta de manera clara y cabal la forma de darnos cuenta cuando sobreviene el momento crucial para una sociedad, al preguntar si se acerca el día en que la sociedad desaparecerá:

“Observe al dinero, pues es el barómetro de las virtudes de una sociedad. Cuando vea que el comercio se hace, no por consentimiento de las partes, sino por coerción; cuando advierta que para producir, necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare en que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.

Cualquier parecido con la realidad política argentina no es pura casualidad.

Pero que no cunda el desánimo. El cambio de una dirigencia populista por otra dirigencia con una visión compartida con el objetivo de construir una sociedad libre, es posible.

Si bien es cierto que el camino es largo, no es menos cierto que en las universidades, en las sociedades de fomento de los barrios, en las cámaras que agrupan a empresarios y en los medios de comunicación en donde sea posible encender la llama de la libertad, la esperanza permanece intacta.

Está en nosotros convertirla en realidad. © www.economiaparatodos.com.ar



Rodolfo Civitarese es analista político, abogado y miembro de la Fundación Atlas 1853.




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