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martes 6 de mayo de 2014

Atentado contra el milagro chileno

Atentado contra el milagro chileno

La presidenta Michelle Bachelet quiere aumentar el impuesto a las empresas de 20% a 35%

Eduardo Aninat, ex ministro de Hacienda de Chile, tiene una buena pregunta para los arquitectos del aumento de los impuestos a las empresas que circula en el Congreso del país: «¿Qué hierba están fumando?»

Aninat no es un fanático de las políticas económicas de la oferta. Su curriculum vitae incluye cinco años en el gobierno de centroizquierda del presidente demócrata cristiano Eduardo Frei (1994-2000) y luego un período como subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el ex funcionario está preocupado de que el plan del gobierno de la recién asumida Michelle Bachelet para elevar drásticamente los impuestos sobre el capital perjudique el crecimiento y el desarrollo de Chile.

Aninat dice que Bachelet debería instruir a su equipo para que tenga una «discusión a fondo» sobre el asunto. No obstante, el gobierno y su coalición Nueva Mayoría, que controla las dos cámaras del Congreso, dicen que de ninguna manera. Ellos ganaron las elecciones. Ellos dictarán la ley.

Tres décadas de crecimiento acelerado —liderados por políticas económicas liberales— han hecho de Chile el país más próspero de América Latina. Su ingreso per cápita anual de más de US$19.000 representa un alza significativa frente al de US$5.000 de 1990. El porcentaje de chilenos que viven en la pobreza se ubica en 14,4%, frente a 45% en 1985.

El país también se destaca políticamente en la región por su adhesión a un estado de derecho que protege los derechos de la minoría y evita el populismo típico de las repúblicas bananeras.

Ahora, Bachelet y sus compinches en el Congreso están enviando señales de un cambio en las reglas de juego que sugiere un regreso a la polarización política de comienzos de los años 70. Cuesta evitar la conclusión de que ven sus mayorías legislativas como la oportunidad de finalmente embutir el sueño utópico del presidente Salvador Allende en la garganta colectiva de Chile.

El senador Jaime Quintana, vocero de la Nueva Mayoría en la cámara alta, dijo prácticamente eso en marzo, cuando la oposición se quejó de que la coalición gobernante estaba pasando la «aplanadora» en el Congreso. «Nosotros no vamos a pasar una aplanadora», dijo Quintana. «Vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura».

Bachelet ganó la segunda vuelta electoral con más de 60% de los votos y sus aliados de la izquierda creen que tiene un mandato para desmantelar la economía de mercado. Sin embargo, incluso con un mayoría de 67 a 49 escaños en la cámara baja y de 19 a 16 en el Senado, no será fácil. La mandataria no alcanza a tener las mayorías absolutas en el Congreso que necesita para reformar la Constitución y poner al Estado en el centro de la economía.

Aun así, podría sacudir el mercado. La reforma tributaria que ha enviado al Congreso eleva la tasa impositiva de las empresas de 20% a 35%. Tal vez aún más perjudicial, elimina el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), que permite a las empresas retrasar el pago de impuestos sobre las ganancias si éstas son reinvertidas en lugar de retiradas. El FUT ha suministrado buena parte del capital que alimentó el rápido crecimiento de Chile en las últimas tres décadas.

Un comercial animado del gobierno en televisión, y que Barack Obama podría admirar, empezó a emitirse la semana pasada. «No es justo que las grandes empresas y los más ricos de Chile no paguen los impuestos que corresponden», dice el locutor, mientras la ilustración de un hombre con traje y corbata y un maletín lleno de dinero se para al lado de una balanza cargada con lingotes de oro e inclinada a su favor.

Ministros de Hacienda de dos gobiernos anteriores de centroizquierda han expresado dudas sobre el plan. Aninat cuestionó la eliminación del FUT en momentos en que «Latinoamérica se muestra algo más recesiva, cuando los commodities no van a estar de moda». La propuesta está alimentando la «incertidumbre» en tiempos ya inciertos, dijo. El ex ministro desafió al gobierno a que muestre la forma en la que concluyó que la inversión no se verá afectada. «En la academia y el Banco Central dicen que sí sería afectada», declaró.

Andrés Velasco, ministro de Hacienda durante el primer gobierno socialista de Bachelet (2006-2010), dijo la semana pasada que el FUT es una fuente clave de capital para las pequeñas empresas. En una presentación de la semana pasada ante empresarios chilenos, Juan Andrés Fontaine,  ministro de Economía durante el gobierno de centroderecha de Sebastián Piñera, conectó los puntos entre la reducción de la desigualdad de los ingresos y el desempleo en Chile desde 1990 y las políticas tributarias que fomentan el crecimiento. También señaló que, aunque las grandes empresas han casi cerrado la brecha de productividad frente a sus contrapartes estadounidenses, las compañías «medianas y semi grandes» aún están muy rezagadas. «Son ellas las que más pierden con abolición del FUT», advirtió.

La reacción en el campo de Bachelet ha sido predeciblemente despiadada. La semana pasada, el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, amenazó con considerar una eliminación retroactiva del FUT si los opositores en el Congreso seguían insistiendo en un debate. Guido Girardi, aliado de Bachelet en el Senado, advirtió que si las promesas de campaña de más populismo de la presidenta no se cumplen, el país debería esperar agitación social en las calles. Es evidente que para este grupo las cosas no han cambiado mucho desde comienzos de los 70. Predican la tolerancia cuando no están en el poder y practican la envidia y la intransigencia cuando tienen la oportunidad de gobernar.

 

Fuente: www.online.wsj.com