El país es tan enorme (el sexto del mundo en extensión territorial) que uno podría escribir acerca de él casi sin parar. Pero Australia le ha entregado sus mejores páginas a Sydney y a Melbourne, sus dos joyas expuestas. El Coral Reef esa maravilla del mundo que surge frente a Cairns es, junto al tesoro del Oeste, Perth, la otra fuente de atención para los viajeros del mundo.

Pero Australia no acaba allí. En el extremo norte, más cerca de Indonesia que del Circular Quai en donde brillan las velas de la Opera, se encuentra Darwin.

Tranquila por obligación, la ciudad ofrece al turista alguno de sus sellos particulares. Los jueves puede uno ir con una silla de playa a Mindil Beach Subset para observar todo un pintoresco espectáculo.

Allí se pueden encontrar las más variadas exquisiteces gastronómicas que vuelven a tener más que ver con la comida tailandesa, china, hindú o, incluso, griega que con el “puddin” londinense.

El lugar se haya salpicado por kioscos en donde pueden comprarse todo tipo de artesanías desde bolsos hasta colgantes, pinturas, adornos, cadenitas y colgantes de todo tipo, hasta algunos hechos con la piel de un pescado típico.

No lejos de allí, la ciudad brinda un homenaje a esa raza olvidada y casi extinguida por la inmigración blanca, que son los aborígenes. Se trata del Museo Galería de Arte del Territorio Norte. Allí pueden apreciarse muestras del arte aborigen y hasta un bote que se uso para transportar refugiados vietnamitas que huían de la guerra y fueron los primeros en constituir lo que hoy es una de las comunidades más fuertes de Australia. Darwin tiene un puerto que dobla en dimensiones al de Sydney. Es la conexión del país con el boom económico del sudeste asiático. Australia cambia tecnología financiera, creatividad publicitaria, know how agrícola-ganadero y hasta automóviles por productos electrónicos e indumentaria a través de ese puerto.

Pero desde allí también parten excursiones en catamarán que recorren manglares vírgenes, llenos de vida silvestre, poblados de cocodrilos. Si toma esas excursiones de noche –hay una en verano cuyo horario coincide con las primeras sombras- podrá ver al paso de las luces, docenas de pares de ojos que lo observan desde la orilla.

A casi 1200 kilómetros de allí, recorriendo caminos interiores, se accede al Parque Nacional de Lawn Hill. Se trata de un bosque tropical prehistórico que sobrevivió al cambio climático de la última era de hielo. Se trata de una formación de gargantas, ríos y cascadas subterráneas que lo hacen parecer a esas imágenes biblicas del Edén, con palmeras frondosas, loros tropicales de brillante plumaje y peces y tortugas de agua dulce.

Se puede hacer un viaje en canoa por el río Lawn Hill entre acantilados rojos cuya formación data de millones de años. El agua es traslucida, de color verde lima, y es tan clara que pueden verse los peces en sus espasmódicos movimientos. Hay cocodrilos, pero naturalmente, de agua dulce, es decir, mas pequeños, tímidos e “inofensivos” que los temerosos “salados” que pueblan el mar de Darwin.

Muy cerca se encuentra el sitio de fósiles de Riversleigh uno de los asientos más grandes del mundo con restos de marsupiales y murciélagos primitivos de más de 20 millones años de edad.

La mejor y más aventurera manera de llegar es alquilar un vehículo 4×4 en Cairns y hacerlo acampando, por ejemplo, en Adela Grove, que puede resultar una buena base para recorrer. En el lugar también se pueden alquilar canoas y campers y está muy bien abastecido en materia de alimentos y elementos para cocinar. Para el trayecto desde Cairns, que es recomendable hacer durante la época más seca entre abril y octubre, también es bueno llevar una dosis de agua extra. © www.economiaparatodos.com.ar