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lunes 7 de junio de 2004

Autocomplot

Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín parecen compartir una misma actitud para hacerse cargo de sus responsabilidades al frente del país: colocarse en el papel de víctimas y denunciar la presencia de enemigos por doquier para camuflar administraciones ineficientes. En el ’89 la historia no tuvo final feliz. ¿Qué piensa hacer, hoy, el gobierno para cambiar el desenlace?

La ensalada de temas que ha hecho el gobierno para denunciar un supuesto complot en su contra es tan grande y mezcla cosas tan raras, que finalmente resulta inevitable pensar que tal conspiración no existe y que, en todo caso, parece ser más una excusa que utiliza el gobierno para justificar la caída en la imagen que reflejan las encuestas sobre el presidente y la acción de gobierno. Es más, las contradicciones que hay entre lo que denuncia el gobierno como actos conspirativos y sus propios actos, hacen dudar de la capacidad de análisis de los funcionarios públicos o de sus verdaderas intenciones al denunciar un complot.

Veamos algunas contradicciones. El gobierno denuncia un complot porque supone que hubo un sabotaje en una línea de ferrocarril. De esa forma, la gente que viaja en esa línea de tren sentiría malhumor contra el gobierno. ¿Puede tomarse en serio este razonamiento cuando todos los días, ante la pasividad del gobierno, piqueteros encapuchados y con palos en la mano cortan rutas, puentes, calles y autopistas y generan un caos fenomena y un fuerte malhumor en la gente que tiene que trabajar? ¿Por qué la gente que sufre el acoso y la intimidación piquetera, que es la que mantiene con su trabajo a los funcionarios públicos y a los mismos piqueteros, no se va a poner de malhumor y los que viajen en una línea de tren sí? Resulta bastante difícil de comprar este primer argumento del gobierno sobre el supuesto complot.

Segundo ejemplo. El gobierno dice que hay economistas que en el exterior aconsejaron no invertir en la Argentina porque el gobierno es débil y la situación económica es complicada. Si esto es conspirar o hacer inviable al gobierno, ¿cómo se define el envío de fondos de la provincia de Santa Cruz al exterior que hizo el presidente Kirchner cuando era gobernador? Si el horizonte político y económico en la Argentina es hoy tan claro y cristalino, ¿por qué el gobernador de Santa Cruz, fervoroso kirchnerista, no trae nuevamente los fondos que están en el exterior? ¿Por qué no dan ellos el ejemplo trayendo nuevamente esos fondos para demostrar lo sólido que es el horizonte económico y político del país antes de reclamar que otros inviertan en la Argentina? ¿Acaso el gobierno no cree que es bueno predicar con el ejemplo?

Cuando el gobierno se dio cuenta que la palabra complot, que había utilizado inicialmente, resultaba muy fuerte, la cambió por la frase “intentos de hacer inviable el gobierno”. ¿Qué es lo que, en el largo plazo, hace inviable a un gobierno? ¿Las ideas distintas que pueden esgrimir profesionales, políticos o periodistas o los propios actos de gobierno?

Antes de acusar a profesionales o determinados sectores de querer hacer inviable al gobierno, los funcionarios deberían mirarse a sí mismos y pensar si su tendencia a reestatizar la economía, hacerle la vida imposible a quienes invierten en el país o generar incertidumbre sobre las reglas de juego, no sólo hacen inviable al gobierno sino a la misma Argentina.

El gobierno tiene un discurso que retrotrae a nuestro país a sus peores momentos de hiperinflación, fuga de capitales y deterioro en la calidad de vida de sus habitantes.

Hoy está de moda demonizar los ’90. ¿Acaso los ’70 o los ’80, que pretende reivindicar el gobierno, no estuvieron plagados de corrupción en las empresas estatales, la inflación no destruyó patrimonios e ingresos y la ausencia de inversiones no nos hizo perder productividad? El discurso setentista del gobierno es el principal factor que conspira y hace inviable a la Argentina porque mete miedo en cualquiera que tenga que invertir un dólar en el país.

Kirchner parece tener el mismo problema que tuvo el también “progresista” Alfonsín cuando fue presidente. A los dos les encanta hacer discursos de barricada, arengar a la gente contra supuestos enemigos y quitarse de encima la responsabilidad de la crisis a la que conducen al país inventando conspiraciones para que la gente se compadezca de ellos. Pretenden aparecer como víctimas de oscuros intereses para no hacerse cargo de la falta de administración a la que someten a la patria. En síntesis, pareciera ser que se sienten más cómodos haciendo discursos que administrando eficientemente el país, que es para lo que se les paga un sueldo y el motivo por el cual ocupan el sillón de Rivadavia. Creen que la campaña electoral, donde todo son palabras y promesas, es lo mismo que la administración, donde lo importante es dejar los discursos de barricada y trabajar con eficiencia.

Alfonsín se la pasó denunciando complots. El complot militar-sindical durante la campaña electoral, el complot de golpe de 1985 y luego el golpe de mercado, cuando había lanzado al país a la hiperinflación. La realidad es que la falta de capacidad para administrar que tuvo Alfonsín terminó siendo su propio autocomplot. Si Kirchner va a ensayar la misma fórmula de Alfonsín, lo que va a hacer inviable su gobierno no van a ser los discursos de economistas que piensan distinto, sino su falta de dedicación para resolver eficientemente los problemas que padece la Argentina. Lo que debería preguntarse el presidente es lo mismo que se pregunta la gente que razona.

¿Qué debería preguntarse Kirchner? ¿Por qué, si hago lo mismo que hizo Alfonsín, voy a terminar diferente a como terminó el ex líder radical?
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