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jueves 20 de julio de 2006

¿Buen menú o buen cocinero?

La nueva ley educativa no sólo debería preocuparse por los contenidos que deben enseñarse sino también por los responsables de impartirlos y las condiciones en las que se los pondrá en práctica.

El gobierno nacional sigue trabajando sobre el proyecto de ley de educación con gran éxito y velocidad, ya que desea presentarlo al Congreso antes de fines de octubre.

Como ya señalé en estas columnas anteriormente, me parece que poner el tema de la educación en la agenda política nacional es bueno. Que estén haciendo publicidad sobre el tema en medios gráficos y electrónicos, invitando a la gente a enviar su opinión, también parece ayudar a dar a la educación el lugar que se merece en un proyecto de Nación y a generar conciencia en la ciudadanía de la real dimensión de este aspecto si realmente queremos mejorar a largo plazo en todos los aspectos: seguridad, salud, economía, entre otras.

Para poner un símil, el gobierno está preocupándose por hacer un “buen menú”: alimentos saludables, ricos, que realmente alimenten, que provean de las vitaminas, minerales y compuestos necesarios para una vida sana. Esto no sólo no es malo, sino que se supone que es básico.

El tema es si al mismo tiempo se preocupan por conseguir “buenos cocineros”, es decir, gente capacitada para cocinar el menú propuesto.

Hay cuestiones que son absolutamente elementales, pero que invalidarían cualquier “buen menú”. Por ejemplo: ¿han hecho el Estado nacional o las distintas provincias algún estudio serio sobre cuántas horas reales de clase se dictan? Por los datos que manejo de este curso lectivo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, entre jornadas de reflexión, mundial de fútbol e inasistencias de los docentes, en algunas escuelas la realidad es que no se ha llegado a dictar un 70% de las horas de clases que deberían haberse dictado. El solo hecho de que en muchas escuelas los padres deban firmar una “autorización permanente” para que sus hijos puedan retirarse de los establecimientos educativos en las “horas libres” da una clara señal de que esto no es un fenómeno aislado sino un problema habitual (al margen, los docentes deberían dejar actividades para cuando no pueden asistir por razones graves para que los alumnos puedan realizarlas, al cuidado de los preceptores). Volviendo a nuestro ejemplo: aunque uno tenga una comida exquisita, no parece que vaya a ser bien degustada y aprovechada energéticamente si contamos con tres minutos para deglutirla.

También a modo de ejemplo, ¿han hecho el Estado nacional o las provincias algún estudio serio sobre la capacitación que necesitan hoy los docentes, cuando tiene delante chicos que sufren de violencia social o familiar, desnutrición, incapacidad de concentración, falta de deseos de estudiar o de esforzarse por alcanzar sus objetivos?

Me parece que, al mismo tiempo que se diseña la nueva ley, hay que trabajar sobre la realidad. Estudiar las estrategias para que además de un “buen menú”, se cuente con los “cocineros” para llevar adelante esa tarea. Siguiendo con la temática de las horas de clase: si sabemos que no se van a dictar más que el 70% de las horas que teóricamente marcan los programas, ¿no sería más útil hacer un “menú” para esa realidad y trabajar al mismo tiempo para transformarla, en vez de seguir diseñando cosas como si se dictaran el 100% de las horas?

Hacer una ley no es malo, pero sería bueno que al mismo tiempo nos preocupáramos por cambiar las cosas elementales que hacen realmente a la calidad educativa. Un buen cocinero siempre hará las cosas bien, aunque no tenga un menú. Un buen menú no garantiza nada si no hay alguien capacitado que lo cocine. Lo ideal es que ambas cosas se den juntas. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es Licenciado en Ciencias de la Educación (UBA).




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