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lunes 10 de septiembre de 2007

Buscando el equilibrio… entre adolescentes precoces y eternos adolescentes

Es tan nocivo quemar etapas y vivir cosas anticipadamente como retrasar el momento de asumir determinadas responsabilidades y roles. Como padres, debemos ayudar a nuestros hijos a transitar las etapas que les corresponden de acuerdo a su edad.

Vivir y ser padres en este contexto de sociedad posmoderna nos plantea múltiples desafíos. Entre ellos, educar y acompañar a nuestros hijos en su adolescencia, además de intentar sostener pautas que les permitan “vivir lo que le corresponde a cada etapa”. Pero… ¿qué es lo que corresponde a cada etapa?

Cada vez con más frecuencia, observamos que chicos y chicas de corta edad realizan actividades que hasta hace poco tiempo llegaban más tarde: salidas a altas horas de la madrugada, consumo de tecnología (celulares, reproductores MP3 o iPods), entre otras.

Como contrapartida, también observamos que jóvenes de entre 20 y 30 años de edad aún no han vivenciado su emancipación filial. Esto favorece el retraso de su madurez personal y les impide poder elaborar su propio proyecto de vida. Se limitan solamente a disfrutar el presente, el aquí y ahora.

El psicólogo Dan Kiley, allá por 1983, denominó como Síndrome de Peter Pan a este cuadro, en el que define a los adultos que no quieren o se sienten incapaces de crecer, de orientar sus vidas hacia una determinada dirección, de afrontar responsabilidades.

No es casual que todo esto se dé en una sociedad que exalta la juventud y favorece todo lo que permita perpetuarse en ella, consumos que propician el cuidado desmesurado del cuerpo y que favorecen el egocentrismo y el narcisismo, donde también se postula a la inmediatez como el único camino para alcanzar las metas, “el llame ya”.

Creo que, como padres, debemos posicionarnos desde el rol de adultos, sin corrernos y sin tomar una postura adolescente que no nos permita ver con claridad nuestras decisiones. Somos modelo, inevitablemente. Por lo tanto, mostrarnos como adultos responsables colaborará en generar responsabilidad en nuestros hijos. Que vean que nos hacemos cargo de las consecuencias de nuestros actos también los ayudara a madurar.

Es tan nocivo permitirles vivir anticipadamente las cosas como demorarles la salida hacia su independencia. En el primer caso, los exponemos cuando ellos todavía no tienen los recursos emocionales suficientes para afrontar situaciones complejas. En el segundo, creyendo que hacemos el bien, les impedimos madurar.

Todo un desafío nuestra tarea. Pero, con perseverancia, reflexión y espacios compartidos con pares se nos hará más fácil el camino y, al llegar a nuestra madurez, podremos ver con orgullo a nuestros hijos, seguramente, emprendiendo este maravilloso camino de la paternidad. © www.economiaparatodos.com.ar

La profesora Roxana Schiliro es psicopedagoga y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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