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viernes 6 de diciembre de 2013

¿Cambio de rumbo?

¿Cambio de rumbo?

El desafío fiscal es demasiado grande, lo mismo que los prejuicios y la incompetencia técnica general del equipo gobernante. Este tiene a su favor el cinismo y la capacidad política para darse vuelta en el aire

A fines de junio pasado, no bien los inversores olieron la posibilidad de que Massa derrotara al candidato del gobierno nacional, fijando un límite cierto a la duración del kirchnerismo gobernante en diciembre de 2015, empezó una persistente suba de las cotizaciones de las acciones argentinas y se invirtió la relación entre el costo de salida de capitales y el de entrada (se abarató la salida o se encareció la entrada; es decir, empezó a fugarse menos capital). En los dos meses posteriores a las elecciones internas del 11 de agosto, este movimiento se acentuó hasta rozar el vértigo. En la semana anterior a las elecciones legislativas del 27 de octubre, se frenó y la Bolsa cayó con la confirmación de la aplastante victoria de Massa. La Bolsa sube con el rumor y baja con la noticia.

El fallo de la Corte Suprema de Justicia en contra del Grupo Clarín fue visto como otro ataque al derecho de propiedad y la Bolsa sufrió un severo golpe. Pero bastó que la Sra. de Kirchner reapareciera e hiciera algunos cambios en su gabinete para recrear las favorables expectativas financieras.

Cristina Kirchner saludó por TV al pueblo, después de una suerte de internación que duró 47 días, tan provocadora como siempre. Tenía en brazos a un perrito que le había regalado un hermano del extinto presidente venezolano Chávez durante su convalecencia. Mofándose del sentimiento anti-chavista que ahora impera en el país, llegó a pedirle al perrito que se portara bien a fin de evitar que la gente se quedara con una mala impresión del chavismo. Sobre un costado del sillón desde el que hablaba al país, descansaba un gran pingüino de paño que le habían regalado las Madres de Plaza de Mayo. En dos palabras, Cristina K. le dijo al país que no escuchaba el mensaje de las urnas y que el modelo se iba a profundizar.

Dos o tres días después, anunció los cambios en el equipo de gobierno. A juzgar por lo hecho y, sobre todo, por las declaraciones de los nuevos funcionarios, queda la impresión de que los inversores quieren creer que el gobierno ha abandonado sus sueños nac & pop para abrazar políticas pro-mercado. La sensibilidad con que reaccionan es una buena señal del gran atractivo económico del país después de 2015, cualquiera sea el nuevo gobierno, en tanto y en cuanto no sea kirchnerista.

De la mano de Capitanich, el nuevo Jefe de Gabinete, se ha iniciado una maratón de arreglos con el objeto de reabrir las puertas de los mercados de crédito internacional. Se pagaría una indemnización de u$s 5000 millones a Repsol por la expropiación de YPF, se estaría conversando con el FMI para que mande auditores de las cuentas fiscales y monetarias y el nuevo índice de precios del INDEC, y habría en carpeta inminentes planes para solucionar los juicios en el CIADI y salir del default con el Club de París y los fondos «buitres» (hold-outs).

Sin bien lo dicho no es poco como indicador de un sentido de dirección de las políticas económica y exterior del país, en rigor, nada se ha dicho sobre problemas económicos que enloquecen a la sociedad argentina: inflación, cepo cambiario, pérdida de reservas intern’les del BCRA, bloqueos de importaciones, exuberante presión impositiva, riesgo de cortes de luz y gas, desinversión en transporte público. No se ha dicho nada al respecto porque el origen casi exclusivo de estos problemas es el gasto público, el cual registra en la actualidad el nivel más alto de la historia.

Del aumento en términos absolutos del gasto público durante el kirchnerismo, según IDESA, el 34% corresponde a los subsidios a las empresas de electricidad, gas y transporte (sus tarifas aumentaron desde 2003 un 150%, como mucho, mientras el nivel de precios subió un 800%, algo menos que el dólar paralelo); un 24% se debe a los haberes de jubilados que no hicieron aportes y un 18%, a los sueldos de los nuevos empleados públicos. Estos rubros explican 86% de un aumento del gasto público básicamente insostenible, que ha desembocado en un déficit fiscal que diversos analistas ubican entre 4% y 7% del PBI. En los últimos doce meses, casi 3/4 de este déficit se cubrió con emisión monetaria. Así se explica la creciente inflación, la disparada del dólar paralelo, las pérdidas de reservas, los bloqueos de importaciones y los congelamientos tarifarios con los que se pretende atenuar la inflación.

Luego de una década de comportamiento recalcitrante, ¿es realista plantearse la posibilidad de que el gasto se congele o suba por un tiempo menos que el nivel de precios, de forma que se achique el déficit fiscal? Kirchner y Kicillof (el nuevo ministro de Economía) no parecen garantías de nada. De Capitanich no opino por ahora.

Habrá que esperar hasta marzo para emitir un juicio definitivo. El desafío fiscal es demasiado grande, lo mismo que los prejuicios y la incompetencia técnica general del equipo gobernante. Este tiene a su favor el cinismo y la capacidad política para darse vuelta en el aire.

Fuente: http://www.jorgeavilaopina.com/

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