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lunes 6 de febrero de 2006

Combatir la desigualdad: haciendo que todos sean pobres

El sueño de movilidad ascendente que tenían los inmigrantes que llegaban a nuestro país ya no existe más. Hoy, el modelo propuesto consiste en igualar hacia abajo.

Si algo caracterizó a la Argentina de los años dorados, cuando prometíamos ser una gran nación, era la movilidad social ascendente, es decir, esa capacidad que tenía el orden institucional para ir ampliando constantemente una clase media que tenía sueños, proyectos y posibilidades de mejorar su calidad de vida. “Mi hijo el doctor” era la frase con que se enorgullecía el inmigrante italiano o español que había venido a la Argentina en búsqueda de un país que le diera la oportunidad de progresar si trabajaba y se esforzaba, oportunidades que, por cierto, no le brindaba su país de nacimiento. Ese inmigrante trabajó, se esforzó, ahorró, tuvo su casa y les dio un título a sus hijos. Tuvo un sueño que pudo cumplir.

Ese sueño de progresar y mejorar constantemente hace rato que se hizo trizas, pero con el gobierno de Kirchner todo parece indicar que el modelo propuesto apunta a igualar hacia abajo. La idea es que sólo unos pocos puedan acceder a un altísimo nivel de vida, mientras el resto de la sociedad tiene que tender a la igualdad, entendiendo por tender a la igualdad que la mayoría de la población sea pobre. Para la inmensa mayoría de la población, el modelo de país que implementa Kirchner no deja lugar a los sueños de progreso de los más pobres. El único consuelo que les puede caber es que verán cómo las filas de la pobreza se van engrosando. Una especie de mal de muchos, consuelo de tontos.

Es evidente que el gobierno desprecia la iniciativa privada, la capacidad de innovación que puede desplegar la gente y el esfuerzo por mejorar. Y es evidente que desprecia todo esto porque constantemente está amenazando a quienes intentan progresar.

Si los ganaderos tienen más rentabilidad hay que igualar hacia abajo y confiscarles de alguna manera esa rentabilidad. No interesa si durante años los productores ganaderos padecieron los problemas de la aftosa con mercados internacionales cerrados. Ahora que tienen posibilidades de revertir años de falta de oportunidad, hay que cortarles la posibilidad de aprovecharla porque el gobierno quiere igualar hacia abajo.

Si las empresas privatizadas quieren aumentos de tarifas, hay que congelarlas porque en los noventa ganaron demasiado. No interesa si mañana nos quedamos sin luz, agua o teléfonos. Si los productores de soja tienen más ingresos, hay que sacarles parte de su ganancia con retenciones.

Para el gobierno todo aquel que progresa está cometiendo un pecado mortal porque no se apiada de los pobres, de manera que todos tienen que ser pobres salvo… aquellos empresarios que tienen aceitadas sus relaciones con el gobierno y lo adulan a cambio de buenos negocios. Por ejemplo, Pescarmona no tuvo ningún empacho en decir públicamente que, mientras otros empresarios se pelean con el gobierno, él está haciendo buenos negocios gracias a las gestiones del presidente. Lo que uno espera de un empresario es que haga buenos negocios porque produce un bien o servicio de buena calidad y logra el apoyo de los consumidores. La Argentina necesita miles de empresarios con estas últimas características. Empresarios que ganen mucha plata gracias a que acertaron en abastecer una demanda insatisfecha. Pero lo que menos necesita es empresarios que se ufanen de tener a un presidente que les gestiona negocios, porque a los presidentes no se los elige para que sean representantes de ciertos empresarios, sino que se los elige para que construyan y mantengan las condiciones institucionales que le permitan a todo el mundo hacer buenos negocios.

Sin embargo, el modelo que nos propone el kirchnerismo es el de rentabilidad en base a la sumisión y el privilegio: “yo logro que los productores brasileños no compitan con vos para que puedas explotar a los consumidores argentinos, pero firmás todos los acuerdos de precios que te ordeno”. Algo así como decirle: “si te estoy haciendo ganar tanta plata, tirale un hueso a los pobres para que se entretengan y no molesten”.

La Argentina marcha hacia una muy fuerte concentración del ingreso en la que los ganadores son los pseudo-empresarios que viven del lobby que les otorga el privilegio de explotar a los consumidores y algunos sectores políticos que disfrutan de los beneficios del Estado. Luego está todo el resto de la sociedad que es torturada con impuestos (si vive en la provincia de Buenos Aires, la tortura es doble), sometida a las vejaciones de la inseguridad, viendo cómo el salario se le derrite todos los meses por efecto de la política inflacionaria que aplica el gobierno y sin un horizonte de optimismo. La inmensa mayoría de los argentinos padece hoy la falta de horizonte que, en otras épocas, padecían en sus países los inmigrantes que vinieron a la Argentina a hacerse la América.

¿Para qué invertir si ni bien obtenga los resultados de mi esfuerzo viene el gobierno y me saca el fruto de mi trabajo? ¿Para qué ir a trabajar y producir si puedo hacerme amigo del puntero y conseguir los planes jefes y jefas de hogar? ¿Para qué mejorar la calidad de mis productos si tengo al gobierno que me asegura el mercado? En fin, ¿para qué producir si puedo vivir a costa de mis semejantes?

La Argentina tiene hoy en día un modelo económico por el cual el progreso de un sector puede darse a costa de otro sector. El que progresa es el que tiene mayor capacidad de lobby para lograr que el Estado le transfiera ingresos de otros sectores. Es decir, un modelo de confrontación social. En definitiva, un modelo de confrontación social que es el fiel reflejo de un presidente que parece gozar con la permanente confrontación. © www.economiaparatodos.com.ar




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