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lunes 11 de octubre de 2004

Cómo el populismo financia a los países desarrollados

Para que haya crédito es necesario que exista ahorro. El problema es que los argentinos, en busca de seguridad para el fruto de su trabajo, envían al exterior sus ahorros y terminan financiando el mercado de capitales de los países más desarrollados.

Preocupado por la desaceleración que está mostrando la actividad económica, el gobierno intentará reactivar el crédito bancario. El problema es que el crédito, para poder existir, tiene que tener una condición previa: el ahorro.

¿Qué es el ahorro? No es otra cosa que la parte del ingreso no consumido que cada uno de nosotros vuelca al mercado de capitales, mercado que se encarga de financiar consumo e inversión. El mercado de capitales no es otra cosa que un intermediario entre los que generan ahorro y los que lo demandan. Pero, insisto, el ahorro es la parte del ingreso que la gente no consume.

Ahora bien, las preguntas que surgen son:
a) ¿cuál es la capacidad de ahorro que hoy tienen los argentinos?, y
b) ¿cómo hacer para que haya crédito de largo plazo?

Desde mi punto de vista, la brutal caída del ingreso real que se produjo a partir de la devaluación determina que la capacidad de ahorro (ingreso no consumido) sea muy reducida. De manera que difícilmente el ahorro interno que actualmente se genera sea lo suficientemente importante como para financiar el crecimiento.

El segundo punto tiene que ver con la incertidumbre hacia el futuro. ¿Qué argentino que actualmente tiene capacidad de ahorro está dispuesto a prestar a largo plazo y a una tasa reducida en este contexto de incertidumbre? Porque el argentino medio ya está totalmente avivado de esta historia de tener tasas de interés reales negativas. Es decir, tasas de interés menores a la inflación.

Pero el argentino también está cansado de que el Estado le confisque sus ahorros en forma directa o bien con impuestos.

No es por casualidad que los argentinos tienen depositados en el exterior miles de millones de dólares. Esos miles de millones de dólares que los progres y los populistas se cansan de señalar como un acto de traición a la patria.

En realidad, cualquier padre de familia responsable del futuro de los suyos tiene la obligación de poner a resguardo el patrimonio de su familia de la rapiña de los populistas que pretenden hacer “caridad” con la plata ajena o despilfarrarla en aparatos políticos, ñoquis y burocracias innecesarias, cuando no en negocios más que turbios. Los miles de millones de dólares que fugaron al exterior no son otra cosa que ahorro interno que salió de la economía argentina porque a la gente no le agrada pagar impuestos confiscatorios o que el Estado le diga que sus dólares ya no son dólares sino papeles de deuda de un Estado quebrado. Es más, a nadie le causa gracia pagar impuestos para pagar los bonos que el Estado emitió y le entregó al contribuyente a cambio de sus dólares ahorrados.

Si hoy no hay suficiente ahorro interno para financiar la economía es porque la demagogia de los políticos le hizo tomar conciencia a la gente de que la Argentina no es un lugar seguro en el cual dejar el fruto de su trabajo.

Así como la inversión no va a países donde las reglas de juego cambian permanentemente, el ahorro hace exactamente lo mismo. Por eso los argentinos tienen tantos miles de millones de dólares en el exterior. Buscan seguridad.

¿Qué ha logrado el populismo peronista y radical con sus nefastas recetas? Que los argentinos fuguen sus capitales a países desarrollados, llegando así al absurdo de que nosotros, que somos subdesarrollados, estamos financiando el crecimiento de los países desarrollados al volcar nuestro ahorros en esos mercados de capitales en busca de lo que no tenemos aquí: respeto por el derecho de propiedad.

De manera que bienvenidos sean todos los intentos por recomponer el crédito interno, pero tengamos conciencia de que la oferta de crédito no surge por un acto de voluntarismo del gobierno de turno. La oferta de crédito tiene como condición previa la existencia de ahorro y, además, ese ahorro no tiene que irse a financiar el desarrollo de los países desarrollados por miedo a los políticos de estas tierras.

En síntesis, una buena manera de empezar a incentivar el crédito interno consiste en tratar de atraer el ahorro que está en el exterior y, para eso, la dirigencia política tiene que dar muestras inequívocas de que ha decidido ser seria. © www.economiaparatodos.com.ar




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