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jueves 24 de marzo de 2005

Con la cabeza en otro lado

El último año del secundario o Polimodal, que debería ser uno de los más importantes ya que es la antesala inmediata a la universidad, ha perdido intensidad académica porque los alumnos tienen puestos sus pensamientos y sus energías en el buzo, el viaje y la fiesta de egresados. Tiempo para estudiar queda poco y nada.

Todos tenemos la experiencia de que cuando vamos acercándonos a un evento importante, a medida que éste se acerca nuestra cabeza se concentra cada vez más en él, y nuestras energías van dirigidas en el sentido de conseguir realizarlo lo mejor posible.

Así, si tenemos un examen al día siguiente, es más probable que estudiemos más que si lo tenemos dentro de dos meses. Del mismo modo, se extreman los preparativos para una fiesta, un casamiento o incluso las vacaciones o las fiestas, a medida que se acerca la fecha tope.

Se supone que el Polimodal, o la escuela secundaria en el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, son preparatorios para la universidad. Por lo tanto, en el último año de este ciclo (sea quinto año o tercero de Polimodal) los alumnos deberían estar con la cabeza en la universidad y, consecuentemente, preocuparse casi exclusivamente por estudiar para tener buenos resultados en los ingresos y en el primer año de carrera. Es cierto que la gran mayoría de los alumnos que egresa de la escuela media no va a la universidad, pero eso es tema para otra nota.

El tema es que los alumnos del último año viven con la cabeza puesta en otra cosa.

El comienzo de año está signado por la discusión sobre el buzo de egresados: de qué combinación de colores debe ser, qué tipo de letra se utilizará para los nombres, qué texto llevará, pedir presupuestos, etcétera. Lo que hace que los primeros días no sean académicamente muy felices.

Pasado este momento, los cañones se centran en el viaje de egresados. Que, al margen, habría que cambiarle el nombre por el de “viaje de egresantes”. Porque, hasta donde yo sé, hasta los primeros días de diciembre no habrá ningún “egresado” y estadísticamente casi el 11% no egresará nunca. Al menos llamemos las cosas por su nombre. Luego de las discusiones acerca de qué agencia de viajes los llevará, comienzan a organizarse para juntar plata. Lo importante pasa a ser vender tortas, rifas u organizar fiestas. Pero el estudio sigue en último lugar. Unos días antes del viaje de “egresantes” parece que el mundo se congela: no hay otro tema de conversación y la cabeza no se encuentra precisamente en la Química, la Historia o el Derecho. Luego… el viaje. Unos días de ejercicio de la libertad (¿libertad?) que con más frecuencia de la que aparece en los medios termina con problemas.

Pero, claro, a la vuelta siempre hay que tomar unos días para reponerse y readaptarse al “estudio”. Después de semejante experiencia es “shockeante” caer en la realidad de golpe, así que mejor hacerlo gradualmente.

Una vez que están descansados, se abocan de lleno a la fiesta de egresados. Nuevamente: ver dónde será, si contratarán trencito, de qué se disfrazarán, hacer las invitaciones y un sinfín de acciones que, siendo de suyo indiferentes, no tienen nada que ver con la actividad académica.

Hacia principios de octubre comienza la seguidilla de “fiestas de egresados” (nuevamente deberían llamarse “fiestas de egresantes” o hacerse en diciembre) de todos los colegios, que por supuesto son los días de semana (los boliches ya ganan suficiente plata los fines de semana, así que deben “llenar” la semana) y terminan a altas horas de la madrugada, con lo cual los alumnos del último año se pasan los dos últimos meses durmiendo en clase, ya que no pueden faltar pues están al borde de quedarse “libres”. En algunos casos, que no son pocos, vienen directamente desde las fiestas y llegan a la escuela alcoholizados.

Quizá como sociedad deberíamos tomar conciencia de esto. El año que más deberían aprovechar los alumnos está más cerca de que se pierda de que sea el más útil de su vida escolar. Y no hacemos nada. Permitimos que nuestros hijos viajen en períodos de clases y vayan a las fiestas durante la semana hasta cualquier hora. Ésta no es la única causa del fracaso en los ingresos a la universidad. Ni siquiera la más importante. Pero creo que si como sociedad decidiéramos poner por encima de la diversión (tengo mis dudas si “sana”) lo “académico”, daríamos un mensaje que comenzaría a cambiar una cultura. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles Pilar y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina).




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