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jueves 12 de febrero de 2004

Corrupción, ¿cuál es la novedad?

El flamante caso de las coimas en el Senado ha puesto sobre el tapete, una vez más, la hipocresía de la clase política argentina: se rasgan las vestiduras por este caso de sobornos pero se hacen los distraídos frente a muchos otros casos de corrupción de los que ellos mismos son responsables.

La noticia del momento es el tema de la corrupción en el Senado: el hecho de que alguien haya dicho que se pagaron 5 millones de pesos –dólares en aquel momento– para poder sancionar la última ley de Reforma Laboral. Todo el mundo está espantado, sobre todo parte de la dirigencia política

Mi pregunta frente a este escándalo es: ¿cuál es la noticia? ¿Cuál es la novedad de que en la Argentina se realicen transferencias de ingresos y patrimonios a través de presiones sectoriales, ya sea del sector privado o del mismo sector público, para beneficiar a unos en detrimento de otros, inclusive utilizando la coima como pago para obtener transferencias compulsivas de ingresos y de patrimonios?

Quienes hoy se espantan con el tema de las coimas en el Senado, ¿por qué no se espantan también con los manejos turbios que se hacen con los Planes Jefes y Jefas de Hogar que manejan 1.200 millones de dólares al año? Esto es algo que se sabe: hay gente que está cobrando esos beneficios sin que le corresponda. Incluso una investigación del CEMA en la que se analizó la forma en que se distribuyen los planes probó que había graves irregularidades. Con esos planes no se están financiando cuestiones sociales, sino el activismo político. Esto también es corrupción: es decir, se están utilizando los fondos públicos para objetivos para los que no fueron específicamente establecidos.

Asimismo es corrupción la cantidad de ñoquis que hay en el Congreso de la Nación. ¿O todavía nos van a querer convencer de que toda la gente que cobra un sueldo en el Congreso de la Nación trabaja y no hay nadie que ocupe un puesto innecesario? De los 9.000 o 10.000 empleados que debe haber en el Congreso, seguramente más del 90 por ciento está cobrando para financiar la campaña política de otro.

Otra muestra más de corrupción es la brutal devaluación del año 2002, donde se decidió de la noche a la mañana generar transferencias patrimoniales y de ingresos en forma abrupta. Y no compro el argumento de que se trataba de un problema macroeconómico y que no había otra salida posible, porque podrían haber bajado el gasto público y evitaban la devaluación. La realidad es que hubo algún grupo empresario o algún par de grupos empresarios detrás de la devaluación que estaban interesados en que eso sucediera.

En síntesis, los políticos no deberían ser tan hipócritas de espantarse porque se compró una ley en el Congreso de la Nación. En todo caso, si se quieren espantar, hay problemas y focos de corrupción mucho más graves –o igual de graves– de las cuales espantarse.

Con esto, obviamente, no quiero decir que esté bien que se compre una ley. Simplemente quiero poner de manifiesto que, a mi juicio, todo este revuelo no es otra cosa que una cortina de humo para poder hacer una contrarreforma laboral. Curiosamente, por ejemplo, la mujer del Presidente está en contra de la flexibilización del mercado laboral. Es decir, está en contra de hacer normas más flexibles para que las empresas estén interesadas en contratar más gente. Se sabe que cuantas más trabas le pone la ley a las empresas para que puedan reducir su plantel de personal, menor cantidad de gente van a contratar, porque si no les va bien en el negocio luego tienen costos laborales muy altos para poder salir. Entonces, en vez de eliminar esos obstáculos para que las empresas contraten más gente y ayudar a combatir el desempleo, Cristina Kirchner pide la nulidad o la derogación de la ley laboral vigente, impulsando una falsa defensa de los intereses de los trabajadores.

Parte de la dirigencia política dice defender, a través de la legislación laboral, a la gente que depende de un ingreso fijo, pero al mismo tiempo que sostienen este argumento están de acuerdo con que le licuen y le destrocen el ingreso a la gente con la devaluación y la inflación, para poder mantener sus privilegios utilizando al Estado en beneficio propio. Los políticos devaluaron, destrozaron los patrimonios, los ahorros y los ingresos de la gente, se los transfirieron hacia ellos y hacia determinados grupos empresariales y, sin embargo, se llenan la boca con la bandera de la defensa de los intereses de los trabajadores y se espantan de la corrupción en el Senado. © www.economiaparatodos.com.ar




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