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jueves 5 de marzo de 2009

Crear ingreso

Para que el país avance se necesita generar ingresos nuevos, no redistribuir los pocos ya existentes.

La semana pasada en la Biblioteca Nacional y ante un grupo de intelectuales (¿?) la presidente Cristina Fernández de Kirchner volvió a la carga contra la prensa acusándola de ser “promotora de un libreto que nadie sabe quien escribe, pero que todos sospechamos a qué intereses responden.”

Allí convocó a su ocasional audiencia a que “desentrañe los mensajes” que envía la prensa bajo “aparente objetividad y prescindencia”. La señora de Kirchner dijo que los periodistas tienen un “discurso directamente atentatorio de las posibilidades de movilidad social, de redistribución del ingreso y de una participación democrática”.

¿Cuándo vamos a parar con este tipo de mensaje cuasifascista que deja entrever oscuras usinas promotoras de mensajes “cuyo origen se sospecha”?, ¿Cuándo vamos a parar con la cantinela de la redistribución del ingreso? Porque si de eso se trata, durante el gobierno de los Kirchner lo que ha hecho el ingreso es concentrarse, y muy casualmente, en círculos cercanos al poder.

¿Cuándo vamos a dejar de hablar de un concepto que es paralizante por definición? Porque cualquier “redistribución” lo que supone, por definición obvia, es poner en un lugar diferente del que está lo que ya está. Y salvo que en esa operación se vea un particular interés en jugar el papel de repartidor que, como dice el dicho, “parte y reparte y se queda con la mejor parte”, la ecuación no agrega un solo gramo de riqueza al ingreso nacional.

Por lo tanto, de lo que debería hablar la presidente en lugar de “redistribución del ingreso” (salvo que tenga intereses que nadie puede probar pero que todos sospechan en qué bolsillos terminan) es de la “creación del ingreso”. Es decir, de transformar al Estado argentino en un promotor de la generación de ingreso nacional nuevo, entre otras cosas porque lo que se llama “crecimiento vegetativo” existe y la teoría de la relatividad también, por lo que si lo único que hacemos es “redistribuir” lo que está, seremos cada vez más pobres, porque el tiempo corre y los argentinos nacen.

Por lo demás, la acusación a la prensa de que impide la “participación democrática” debería consultarla con Moyano que acaba de pedir un Día del Trabajador “sin ningún político kirchnerista en la Plaza” porque los “Kirchner no comparten las decisiones y con ellos no se puede participar en nada”

En cuanto a la convocatoria de los intelectuales para desentrañar los mensajes de la prensa implica una notoria descalificación de la gente a la que aparentemente no considera lo suficientemente perspicaz como para advertir lo que le quieren decir, sin la interpretación de un intelectual, cuya misión generalmente consiste en hacer más complicado lo que es muy simple.

Para lo que, quizás, sí se necesite un intermediario es para interpretar las cifras del INDEC, o para entender los planes de obras que suman millones como por arte de magia, o para inaugurar cuarenta veces la misma cosa o para usar la plata de la ANSES como si fuera interminable. Ahora, para ayudarle a la gente a leer los diarios y a compararlos con lo que le pasa en la calle, en su trabajo y en el supermercado no creo que sea necesario convocar a una convención de intelectuales.

Resulta ya cansador escuchar estas apelaciones al encono y a la división, cuando no a poner las culpas de lo que ocurre en un lugar ajeno al propio.

Las constantes referencias a la meneada redistribución del ingreso va acercándose ya a una visión envidiosa de la sociedad que, como la etimología de la palabra lo indica (“envidia” del latín “in-videre” = poner la mirada sobre algo) parece ser dirigida constantemente a “mirar lo que tienen otros” para luego convencer a los que no lo tienen de que a ellos les falta porque los que lo tienen, se lo sacaron.

Esta base de pensamiento no puede conducir a nada bueno y debe terminar de trasmitirse cuanto antes, a riesgo de que los argentinos nos convirtamos en una sociedad odiosa que está segura de que ha sido vilmente robada por un conjunto de inescrupulosos.

Ni siquiera la posición personal de los Kirchner, el matrimonio presidencial más rico de la historia del país, los autoriza a hablar de esa manera sin generar un clima de discordia que está en las antípodas de lo que debería ser el primer deber de todo presidente, esto es, la búsqueda de la armonía y del consenso social.

Si la presidente pudiera por un instante sacarse la venda ideológica que la lleva a lanzar afirmaciones incendiarias y pudiera concentrase en hacer de su gobierno un generador de las condiciones necesarias para que el ingreso nacional aumente, le habría hecho un favor a la Argentina que debería quedar grabado en el agradecimiento no solo de ésta sino de las futuras generaciones. © www.economiaparatodos.com.ar

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