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lunes 24 de agosto de 2009

Cristina a favor de ampliar la brecha entre ricos y pobres

Los Kirchner consideran que los jugadores de fútbol merecen ser subsidiados por los más pobres para que sigan cobrando suculentos sueldos por patear una pelota.

El jueves pasado debe haber sido uno de los días más patéticos de la era kirchnerista. Y no solo fue patético por el delirante discurso de Cristina Fernández de Kirchner que asimiló el momento en que podían pasarse los goles del fútbol con los desparecidos en los 70, comparación que demuestra hasta qué punto el matrimonio está dispuesto a utilizar a los muertos con tal de alimentar su discurso populista y de enfrentamiento de la sociedad, sino que también envió un mensaje muy claro a las nuevas generaciones: los Kirchner consideran que un jugador de fútbol tiene que ser subsidiado por los más pobres para que sigan cobrando suculentos sueldos por patear una pelota, en tanto que investigadores, profesionales o docentes tienen un valor social menor para el matrimonio. Puesto de otra manera, para los Kirchner un jugador de fútbol tiene que ganar mucho más que, por ejemplo, un médico, o si se prefiere, para ellos los recursos del Estado están mejor asignados para financiar los sueldos de jugadores de fútbol y de cuerpos técnicos que de jueces o policías.

Pero lo más patético es que mientras Cristina repartía la plata de los contribuyentes para que los futbolistas sigan ganando fortunas, la gente del sector agropecuario luchaba en vano en el Congreso por lograr leyes que les permitan producir. Mientras a unos los pisoteaba a otros les regalaba la plata de los contribuyentes.

Tan patético como Cristina apareció Maradona, aplaudiendo y festejando cuanta barbaridad decía la presidente. Sería bueno recordarle a Maradona que la fortuna que hizo jugando al fútbol fue gracias a que se fue a jugar a las ligas europeas, donde, en su momento, le pagaron fortunas para ver su habilidad con la pelota. ¿Por qué si Maradona aplaude tanta falsa solidaridad, no la ejerció cuando era jugador y se quedó a jugar en Argentina cobrando los sueldos que podían pagarle aquí en vez de irse a Europa a ganar fortunas?

Pero dejando el caso Maradona de lado, para el matrimonio, que decidió entregar $ 600 millones anuales a los clubes de fútbol, ni siquiera es un tema la violencia en ese deporte ni las multifunciones que cumplen los barrabravas. Hasta donde se sabe, no hubo ninguna exigencia del matrimonio a los clubes para, en conjunto con el Estado, desterrar la infinidad de casos de violencia que suele haber en el fútbol. ¿Será que, en un futuro no muy lejano, los barrabravas deberán cumplir con la función de fuerza de choque en caso de necesidad?

Averiguando con gente que sabe del negocio del fútbol, me comentaban que en un club de los grandes, el 70% de los costos operativos los absorbe los sueldos del plantel y su cuerpo técnico. Para el caso de los clubes más chicos ese porcentaje sube notablemente.

Si bien la dispersión en los salarios de los jugadores es amplia, lo mismo que en el caso de los directores técnicos, el promedio de sueldos en los equipos grandes puede estar entre los U$S 200.000 a U$S 300.000 anuales para los jugadores, en tanto que un director técnico puede tener un contrato no menor a los U$S 400.000 por año llegando a superar el millón o los millones en varios casos. Primera pregunta, cuando Cristina Kirchner, días atrás, decía que no interesaba tanto el número de pobreza sino la enorme brecha entre ricos y pobres, ¿se estaría refiriendo, justamente, a este negocio que está dispuesta a financiar su gobierno, ampliando la brecha entre ricos y pobres? Los pobres pagan impuestos para que los que más ganan puedan seguir pateando la pelota.

Según me explicaban, hasta ahora, los ingresos por los derechos de televisación podían representar un 20 o 30 por ciento de los ingresos de los clubes. El resto de los ingresos corrientes provienen de la publicidad estática en las canchas, la publicidad que llevan en las camisetas, los abonos de los socios, el franchising y otros rubros más como giras por el exterior. Al casi duplicar los ingresos por derechos de televisación, lo que hace el gobierno de Cristina Kirchner es incrementar la participación de éstos en el total de ingresos de los clubes. Es decir, mejora el flujo de fondos de los clubes para poder sostener sueldos de miles y hasta de millones de dólares de jugadores y técnicos. Y aquí va una primera y fundamental aclaración. Personalmente no tengo ningún problema en que un jugador de fútbol o un director técnico ganen millones de dólares, se pasee en autos de lujo y viva en mansiones, siempre y cuando esos ingresos sean el resultado de ingresos privados que libremente aportan los diferentes sectores (derechos de televisación privados, franchising, abonos, etc.).

La pregunta que hay que formularse es si la generación de ingresos en Argentina permite hoy sostener voluntariamente los costos de los planteles de fútbol. ¿Hay suficiente publicidad privada, gente que pueda pagar abonos por ser socios, ingresos por franchising o publicidad en la camiseta que financien esos costos? Si no los hay, la lógica más elemental indica que los jugadores y técnicos deberían irse a otros países en los cuales consigan esos ingresos. Ahora, si quieren quedarse en Argentina tendrían que aceptar el nivel de ingresos que puede pagar el mercado local.

Pero Cristina y Néstor optaron por otro criterio. Bajo el populista argumento de que el fútbol es un derecho social, ha decidido que, por ejemplo, la persona pobre que paga el IVA cuando compra una camisa, alimentos o juguete para su hijo, financie el negocio del fútbol para que otros sigan ganando fortunas en un país de pobres. ¿Con qué cara puede Cristina Kirchner hablar de distribución del ingreso a favor de los pobres si lo que acaba de hacer es, justamente, profundizar la brecha entre los más pobres y los más ricos con esta locura de estatizar la transmisión del fútbol por TV?

Es evidente que Kirchner está dispuesto a hacer todo los destrozos que pueda de aquí hasta fin de año cuando cambie la composición del Congreso y pierda la mayoría. ¿Qué puede esperarse de alguien que no ha tenido la hidalguía de reconocer su derrota y no forzar en el Congreso la mayoría que, por un artilugio legal, retiene hasta fin de año? Alfonsín, que no fue un presidente al que yo admiré, sí aceptó retirar legisladores del Congreso para que éste quedara en las proporciones del resultado electoral de las anticipadas elecciones de 1989, cuando el radical le entregó anticipadamente el poder a Menem. En ese momento, el radicalismo se comprometió a no desvirtuar el resultado de las urnas y, en la transición hasta la asunción de los nuevos legisladores, le dejó anticipadamente a Menem la mayoría en el Congreso que recién en diciembre iba a tener. Kirchner, por el contrario, yendo en contra de todos los principios de la ética y la honorabilidad, anticipó a su capricho las elecciones, perdió y además perdió la mayoría en el Congreso, pero hasta diciembre está dispuesto a seguir usando la mayoría que ya perdió para imponer sus caprichos. Se ríe en la cara de la voluntad que los votantes manifestaron en las urnas.

¿Qué puede esperarse de un matrimonio que ni siquiera tiene el honor de aceptar una derrota electoral y sigue actuando como ni no hubiese perdido?

Viendo este despreciable comportamiento ético del matrimonio, me animaría a decir que lo que acaban de hacer con el fútbol, perjudicando a los pobres para beneficiar a unos pocos que ganan fortunas, de aquí hasta que comience a sesionar el nuevo Congreso veremos muchas más arbitrariedades, casi una orgía de venganza y empecinamiento en disfrutar como llevar a cabo actos de venganza y populismo barato, usando un poder que no les fue otorgado para eso. © www.economiaparatodos.com.ar

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