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jueves 6 de julio de 2006

Cuando la intolerancia religiosa se ensaña con el deporte

El reciente asesinato de dos tenistas iraquíes y su entrenador por llevar pantalones cortos desnuda el fanatismo irracional que se vale de las creencias religiosas para esconderse y actuar.

Uno de los fenómenos sociales más peligrosos que afecta (o debiéramos decir: “infecta”) a la sociedad contemporánea es el del crecimiento de la intolerancia religiosa, esto es, de los fundamentalismos irracionales de distinto origen.

Lo ocurrido recientemente al entrenador y a dos jugadores del equipo nacional de tenis de Irak es probablemente uno de los ejemplos más grotescamente absurdos de la intolerancia.

En efecto, dos de los integrantes del equipo nacional de tenis de ese país, Nasser Ali Hatem y Wissam Adel Auda, y el propio entrenador, Hussein Ahmed Rashid, fueron cobardemente asesinados -a sangre fría- en el barrio al-Saidiyah, de Bagdad. Su pecado imperdonable fue el de llevar pantalones cortos, pese a que en el resto del equipo que portaban aparecía -profusa e inequívocamente- la palabra “Irak”, que denunciaba su pertenencia al equipo nacional.

Cuando uno de los jugadores asesinados bajó del auto a dejar ropa en una lavandería fue interceptado por fanáticos religiosos, que rodearon el vehículo que transportaba a las tres víctimas, dieron muerte primero a los dos jugadores y, enseguida, cruelmente, al entrenador, con un balazo en la cabeza, quien -petrificado- había permanecido sentado en el asiento trasero del automóvil, sumido en el terror.

A escasos cien metros del vandálico episodio estaba desplegado un destacamento de la Guardia Nacional Iraquí. Como en tantas latitudes, sus efectivos nada hicieron para impedir el salvajismo. Como si a la autoridad no le compitiera defender la seguridad individual de los ciudadanos, porque eso -a veces- conlleva algún riesgo. Miraron “para otro lado”, y fueron así verdaderos cómplices pasivos de la barbarie.

Los desafortunados deportistas iraquíes murieron en manos de aquellos mismos -musulmanes fundamentalistas- que obligan a las mujeres a taparse rigurosamente con toda suerte de velos y a los hombres a no mostrar siquiera las rodillas de sus piernas, ni vestirse con camisetas con imágenes o palabras vinculadas con el mundo anglosajón. Como si el cuerpo humano no hubiera sido creado por Dios.

Parece mentira, pero es verdad. Estas cosas -de terror- ocurren. Quiera Dios que nunca este tipo de obsceno fanatismo se afinque entre nosotros, cualquiera sea el origen religioso o político del mismo. Los criollos hablarían de “ahuicar”, esto es patotear, lo que es algo inaceptable. Allí y aquí. © www.economiaparatodos.com.ar




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