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miércoles 14 de agosto de 2013

De aquí al futuro: El oxímoron de economía y optimismo

De aquí al futuro: El oxímoron de economía y optimismo

La derrota del gobierno puede crear la ilusión de que se está en camino de un cambio de política económica, a partir de la creencia generalizada de que la inflación, el cepo y el atraso cambiario han jugado un papel importante en el cambio de tendencia y humor electoral

            Suponiendo con gran optimismo que el gobierno esté dispuesto a vencer su natural predisposición psicológica y política (que puede llamarse de otros modos según la bronca de cada uno) a doblar la apuesta, parece muy difícil que se apliquen cambios significativos al modelo económico, para llamarlo de alguna manera.

HASTA OCTUBRE

            Si se piensa en los próximos dos meses y medio que restan hasta las elecciones de octubre, cuesta imaginar que en tan corto plazo el ejecutivo procese que necesita cambios, consiga los expertos capacitados para diseñarlos y aplicarlos, y sobre todo, tenga ganas de repartir amargas medicinas como las que deberán beberse al principio de cualquier ciclo de relativa seriedad fiscal y económica. Es fácil predecir que hasta las elecciones se «doblará la apuesta», es decir, cualquiera fueran los nombres que sobrevivan al llanto y la furia, seguiremos con el manejo precario e inexperto de la economía, emisión, cepo con o sin parches e inflación mal disimulada. Por supuesto, no hay nada que indique que se haya tomado ninguna medida seria en materia energética a su tiempo como para que fructifique justo en esos escasos tres meses. O sea que seguirá la sangría de divisas. Algo parecido pasa con el cepo cambiario, y hasta sería mejor que no se intentara una corrección apresurada a cargo de la impericia.

ENTRE OCTUBRE Y DICIEMBRE

            En la seguridad de que estaremos de acuerdo con este diagnóstico, pasemos a analizar el período entre octubre y diciembre, que estará marcado por dos circunstancias trascendentes. El hecho de que el Congreso estará influenciado por la acción u omisión (¿rentadas?) de los legisladores salientes, y por la influencia del massismo, que pese a no tener aún a sus diputados electos tendrá ya adictos en las Cámaras. Esta doble distorsión casi garantiza que todo lo que haga el PE deberá ser hecho por vía de acciones administrativas, reglamentaciones, aprietes, interpretaciones y por el estilo. Nada de eso puede implicar cambios de fondo, y menos cuando los funcionarios ya empiezan a cuidar su destino judicial ante la percepción de la pérdida de protección que crea siempre un presidente en retirada.

            No sería realista pensar ninguna actitud de estadista de parte del Ejecutivo desde acá a diciembre,  ni siquiera cambios moderados, que ni quiere, ni sabe, ni puede hacer. Es decir que las esperanzas deberán ser postergadas para 2014.

2014-2015

            Esto de creer que algo puede cambiar desde 2014 es sólo a efectos de no ser acusado de pesimista, acápite que he merecido de menemistas, cavallistas, delaruístas, kirchneristas y de muchos economistas antaño deslumbrados por alguno de todos esos modelos, y con mucho orgullo, de la UIA en todas sus etapas.

            Pues no parece que algo en serio vaya a cambiar, por lo menos a causa de alguna política inteligente. El Congreso marcha en camino de convertirse en un ámbito más respetuoso de los derechos ciudadanos y del derecho en general, pero está lejos de la apertura con que sueñan muchos. Petróleo y gas, deuda externa, subsidios, gasto público, déficit, control de precios, FMI, estatizaciones, protección laboral e industrial, CIADI, Club de París, son temas en que la mayoría del parlamento no discrepa con el kirchnerismo, sino que apenas disputa el modo o la honestidad con que se han manejado. Sería arriesgado creer que de esas Cámaras puedan partir iniciativas superadoras. Ciertamente, tampoco del Ejecutivo, porque no las siente y porque no está ni estará en condiciones de ningún tipo para liderar cambios que van en contra de sus principios declamados y su ignorancia ampliamente demostrada.

2015 Y DESPUÉS

            ¿Pero por qué limitarnos a dos años de análisis y no continuar proyectando?  No sea cuestión de que estemos omitiendo enfoques que nos permitan ser optimistas en el futuro. (Suponiendo que el optimismo sea una virtud para analizar la economía. Vamos entonces a desmenuzar algunos de los problemas centrales que debe enfrentar el país.

INFLACIÓN

Empecemos con lo que se llama la lucha contra la inflación, o más pomposamente, la formulación de un plan contra la inflación. Crear un déficit fiscal monstruoso y financiarlo con emisión no se resuelve con un plan antiinflacionario, sorry to say. La inflación se resuelve bajando el gasto y dejando de emitir. Subir la tasa de interés o absorber con letras es una solución coyuntural a problemas coyunturales, no de fondo. Entonces, basta imaginarse a cualquier gobierno, Congreso o a los argentinos llanos discutiendo sobre cuáles gastos hay que bajar, o sobre cómo replantear la Coparticipación Federal, (herramienta importante del antifederalismo), para comprender la magnitud del problema, por muy capacitados y honestos que fueren los funcionarios. Nada más que esos puntos, reformulación de los presupuestos nacionales provinciales y municipales y reforma de la Coparticipación Federal y el sistema impositivo requieren una tarea ciclópea, un enorme patriotismo, una estructura política y técnica de primer nivel, y una ciudadanía convencida de las ventajas de la seriedad. Perdón por mi incapacidad de ver esas virtudes en todos los protagonistas, en especial el pueblo. Me temo que, como tantas veces, este problema será resuelto (u ocultado) más mal que bien, por algún choque de frente a 160 KPH. O Por algún ingenio perverso como la convertibilidad.

TIPO DE CAMBIO

            Otro problema central NO ES el cepo cambiario, sino la falta de competitividad de nuestros costos internos, incluidos los laborales, que provocan la muerte de las Pymes y hasta del campo, y dejan en pie a las industrias prebendarias sea bajo el paraguas del Mercosur, de la coima, del lobby o de una combinación de todo ello. En una palabra, imposible no pensar en una maxidevaluación, por supuesto que resolviendo primero el problema de la inflación, so pena de entrar en una espiral que nos catapulte al país de Nuncajamás. Pero supongamos que fuera posible devaluar, (no desdoblar mercados ni crear mecanismos hipócritas) digamos a 8 pesos. Eso no repercutiría instantáneamente en las exportaciones, pero si en las mezquinadas importaciones, en un sistema que se ha quedado sin insumos. No sería prudente devaluar entonces, sin contar con algún colchón de reservas que permita honrar la libertad de mercados sobre todo en los primeros dos años, hasta que el exportador rearme sus empresas  y su cadena de clientes, el comprador del exterior vuelva a creer en nosotros, el inversor vuelva a invertir y el campo a sembrar y a recrear stocks. Si se sale del escenario de una charla de living, se advertirá que no sólo se requiere capacidad técnica, sino una firme voluntad, espaldas políticas y convicción para hacer lo que todos decimos alegremente que hay que hacer.

SALGAMOS A PEDIR CRÉDITO

            Otra de las frases de living es que hay que aprovechar el crédito internacional, que como ha demostrado Uruguay, aún es relativamente fluido y barato. Faltan algunos detalles. Para pedir crédito, primero hay que pagar las deudas previamente contraídas. Además de ser serios. Tengo algunas dudas de que exista el convencimiento de este silogismo en la sociedad política argentina y aún en los argentinos en general.  Debe recomponerse lazos con el FMI y aceptar su auditoría, la única válida en el sistema (Luego de disfrazar de soberanía el haberles cancelado la deuda a su pedido), cumplir los fallos del CIADI, pagarle al Club de París, resolver la confiscación estúpida de Repsol, casi un favor a los españoles, arreglar con los holdouts, tener estadísticas serias y un Banco Central independiente y respetado, a la vez que una política sólida de reservas.  Basta leer el detalle para comprender la magnitud del cambio personal que deberán hacer los políticos en cartelera para convencer al pueblo de que este es el camino.  Y para tener un montón de dudas. Un último detalle sería convencer a los acreedores futuros que cumpliremos las deudas en tiempo y forma.

SUBSIDIOS SÓLO PARA ALGUNOS Y ALGUNAS

            Una muestra de las distorsiones en que ha caído la economía nacional es que el tema de subsidios deba ser considerado un aspecto central del problema. Y lo es, tanto en el concepto como en el modo de distribución de los subsidios.

            Empecemos por el modo. Sólo una mente corrupta puede imaginar un mecanismo que haga que el estado entregue los subsidios a las empresas, en vez de a las personas. Por los contrasentidos del sistema dislocado nacional, se usó ese método para el transporte, con el resultado del enriquecimiento de los empresarios amigos del estado y la destrucción del sistema de transportes y de caminos. En cambio, se hizo todo lo opuesto en el caso del gas, donde se obligó a las privadas a comprar gas caro y venderlo barato, con la consecuencia de la pérdida de la autonomía gasífera y de una fuerte pérdida de reservas petroleras. Urge una reducción de la cantidad de subsidios al consumo que sólo se deben aplicar en cantidades mínimas a familias necesitadas e individualizadas, y al pago directo a esas personas, no indirectamente vía empresas proveedoras, punteros, ONG o cualquier otro método que no sea el uso de una tarjeta especial o similar. Urge también romper la costumbre de que cada uno cree que el subsidio de los demás es inútil, pero el que él necesita es imprescindible y justificado. Y urge quitarle valor a la frase «con todo lo que gastan en estupideces bien pueden darme esto a mí».

Y no estamos ni siquiera analizando la corrupción que puede crearse con los mecanismos que se usaron, sino solamente sus efectos económicos. La dramática reducción en el stock de ganado y posterior pérdida de mercados y la pérdida del autoabastecimiento energético, son consecuencia directa de haber subsidiado bienes escasos, la mejor manera de precipitar su desaparición.

Imaginar al futuro sistema político desbaratando todos estos mecanismos y enfrentando a millones de consumidores furiosos que tengan que cuadruplicar o quintuplicar el pago de sus facturas de energía produce una cierta desesperanza. Imaginarlos formulando un plan de fondo que sea política de estado es todavía más difícil. Probablemente se pasen los próximos 10 años debatiendo si se debe hacer desde el estado (O sea con empresas amigas) o con empresas privadas internacionales. Cuando lo relevante es tener un plan, financiarlo, llevarlo adelante y controlar su cumplimiento con decencia. También aquí, cualquiera fuere el modo que se eligiese, e incluyo el biodiesel en la ecuación, se requiere que todos los pasos previos se cumplan. Para no negociar de rodillas, para elegir a los mejores, y para tener exigencias de cumplimiento.  Perdón si no creo que esto vaya a pasar.

¿ENTONCES?

            No veo al sistema político nacional preparado para la tarea. No porque no haya buenos técnicos para llevar adelante estos procesos. No los veo convencidos de hacerlo, ni listos para explicar y persuadir a la ciudadanía de la necesidad de estos cambios, ciudadanía que está cómodamente acostumbrada a recibir bienestar por cualquier vía, desde planes Jefes y Jefas o Inclusión, hasta autos de alta gama baratos.

A todos nos ha quedado cómodo echarle la culpa a la corrupción o al modo en que se implementaron ciertas decisiones, no al fondo, para no tener que aceptar que estaban beneficiándose con mecanismos populistas que inexorablemente causarían mucho daño. Revertir esa costumbre colectiva será más difícil que rehabilitar a un adicto a la heroína. 

DISCLAIMER

            Hago este análisis que será reputado como pesimista como un aporte a los políticos y personas de bien que aspiren a volver a poner en carrera a la Argentina, para que no caigan en la trampa del mandato electoral, que históricamente ha sido «dame lo que necesito, pero no me cobres los costos». Esa frustración de gobernantes y gobernados nos llevó a los golpes de estado, al desengaño y a la corrupción. Y nos llevará a perder la fe en la democracia si no comprendemos que nuestro futuro está en nuestras manos, también económicamente, no sólo en las urnas.