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jueves 23 de octubre de 2008

Definen al MRTA peruano como movimiento terrorista

Una comisión investigadora acaba de fijar posición respecto al carácter del Movimiento Revolucionario Tupac Amarú.

Según el informe final de la “Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú”, (Tomo II, Capítulo 1, párrafo 1.4), el Movimiento Revolucionario Tupac Amarú (MRTA) tiene raíces que se remontan a los años 50, cuando militantes del APRA peruano se separaron para fundar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El MIR hizo pública, desde el inicio, su vocación por la lucha armada, afiliándose al marxismo-leninismo, iniciando la guerra de guerrillas en junio de 1965, en los departamentos de Piura, Junín y Cuzco. Pocos meses después, fue derrotado por el ejército peruano y sus principales líderes fueron eliminados. Entre ellos, Luis de la Punte Uceda, su máximo ideólogo.

El MIR sobrevivió la década de los 70 enrolado en el socialismo latinoamericano, incorporando el pensamiento del “Che” Guevara, las enseñanzas de las revoluciones cubana y vietnamita y las experiencias políticas y militares de otros movimientos radicales de la región, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores de la Argentina, y su brazo armado el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), así como los Montoneros.

Sus militantes participaron en las elecciones de los 80, sosteniendo que (como siempre sucede con la izquierda radical) la “lucha electoral en la democracia” era tan solo un “mecanismo táctico de acumulación de fuerzas” al que se recurría con el objetivo final que seguía siendo la revolución. Así nacieron la Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) y el frente denominado Izquierda Unida, enrolados en la misma visión del mundo.

Con esos antecedentes, el MRTA nació formalmente en marzo de 1982 con el objetivo de reiniciar la lucha armada que el MIR había comenzado. Los envalentonó la victoria obtenida por el sandinismo en Nicaragua, en 1979; la ofensiva contemporánea del Frente Farabundo Martí, en El Salvador; y el empeño de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. También el auge de la lucha armada en la selva de Colombia.

Al tiempo de su fundación, el MRTA mantuvo en reserva su nombre, pero militantes comenzaron a denominarse “emerretistas”. Fue entonces cuando comenzó su entrenamiento militar básico. De allí pasó rápidamente a los atentados. Así atacaron, con explosivos, al Instituto Británico (como manifestación de solidaridad con Argentina en su guerra por las Malvinas). El mayo de 1982 asaltan un primer banco en el distrito de La Victoria, para “recuperar” fondos. Fue entonces cuando tuvieron su primera baja, que rápidamente generó deserciones.

No obstante, realizaron un sinfín de acciones militares con explosivos y asaltos en Lima y Huancayo. La primera columna armada del MRTA se organizó a fines de 1983 en el departamento del Cuzco, región elegida por el descontento campesino que allí existía y existe y porque fue precisamente en esa zona donde Tupac Amarú se alzó contra los españoles.

A partir de entonces su acción se sustentó en el accionar de milicias urbanas, por una parte, y en la guerrilla rural por la otra. El objetivo siguió siendo el mismo que al inicio: la conquista del poder político mediante la violencia.

En 1985, el MRTA atentó reiteradamente contra los servicios de agua y energía eléctrica; “tomó” radioemisoras; y asaltó armerías y camiones con productos de primera necesidad, cuya carga distribuyó en barrios humildes. Sin vacilar asesinó a civiles inocentes.

Un alto en la lucha armada

Al ser (en abril de 1985) electo Alan García, del APRA, como Presidente del Perú, el MRTA “suspendió” sus acciones militares, otorgando unilateralmente una “tregua” al gobierno electo. No obstante, en pocos meses volvió a las andanzas, atentando contra toda suerte de blancos y las fuerzas del orden. A fines de 1985 un grupo de sus militantes se entrenó en Colombia, con instructores de las FARC. Desde entonces hay intimidad entre ambas fuerzas insurgentes.

En abril de 1986, en solidaridad con Libia, sus militantes colocaron un coche bomba en la residencia del Embajador Norteamericano, episodio que marcó el inicio de una nueva ola de hostilidades armadas del MRTA contra el gobierno del APRA.

En el período 1986-1989 el MRTA realizó toda suerte de tropelías, muchas de las cuales tuvieron como objetivo a las Fuerzas Armadas del Perú. Fue entonces cuando se produjeron choques entre los militantes del MRTA y los de Sendero Luminoso, que culminaron con una suerte de distribución territorial entre ambos movimientos subversivos.

Desde mediados de 1987, el MRTA incrementó fuertemente sus acciones en la ciudad de Lima y en el Departamento de San Martín. En noviembre de ese mismo año, sus fuerzas “tomaron” la ciudad de Juanjui y luego la de San José de Sisa. Esto provocó el tendido de un cerco por el ejército del Perú y el consiguiente repliegue del MRTA, que en diciembre de 1987 dio por concluida esa campaña militar, con fuertes pérdidas de hombres y armamentos.

También a fines de 1987, el MRTA comenzó a secuestrar empresarios, en serie, liberándolos a cambio de percibir “rescates”, esto es importantes sumas de dinero.

Las acciones del MRTA continuaron y en diciembre de 1988 el movimiento “tomó” la localidad de Puerto Inca, re-editando episodios anteriores, en busca de notoriedad.

Para fines de 1989 el ejército del Perú había infringido una serie de derrotas al MRTA, que estaba ya debilitado. Los enfrentamientos en Huertas y Molinos desbarataron su presencia en la región central del país. En ellos los contingentes armados del MRTA perdieron la casi totalidad de sus dos destacamentos más activos. Como consecuencia, a mediados de 1989, el MRTA concentró sus atentados terroristas -una vez más- en la ciudad de Lima.

Debilitado sensiblemente, el MRTA “optó”, a comienzos de la década del 90, por la vía del “diálogo”. Eran los días del colapso del Muro de Berlín y la crisis del socialismo. El MRTA viró entonces hacia una alternativa política, aunque sin desarmar su brazo militar. En mayo de 1991 comenzaron una serie de ataques simultáneos a las fuerzas del gobierno, a lo largo y a lo ancho del Perú.

Durante el gobierno del Presidente Fujimori, particularmente después del “auto-golpe” de abril de 1992, muchos emerretistas desertaron y el movimiento entró en crisis. No obstante, sus ataques -siempre cobardes y sorpresivos- contra los puestos policiales y otros atentados continuaron.

A mediados de la década de los 90, muchos de los líderes del MRTA fueron capturados, lo que generó una disminución considerable en su capacidad operativa. El desenlace de la “toma” de la residencia del Embajador japonés en Lima coincidió posiblemente con la hora de mayor debilidad del MRTA, que a fines de 1988 estaba casi sin capacidad de acción.

Fue entonces cuando el MRTA cesó hasta sus ataques más cobardes, como aquellos que tenían por objeto a los homosexuales, drogadictos, prostitutas y travestis, contra los que el movimiento se había ensañado.

La “resurrección” del MRTA

En los últimos meses, no obstante, con el apoyo de las FARC colombiana y, según algunos, con financiamiento “bolivariano”, el MRTA ha vuelto a aparecer en algunos rincones del Perú, para preocupación de muchos por lo que proyecta su pasado de violencia armada.

Por todo lo antedicho, un fallo reciente de la Corte Suprema del Perú es trascendente. Me refiero a la decisión que acaba de reconocer, por unanimidad, el carácter terrorista del MRTA, y decidió aumentar de 32 a 35 años de prisión la condena oportunamente impuesta a los cabecillas del movimiento: Víctor Polay Campos y Miguel Rincón Rincón. Ambos fueron encontrados responsables del delito de terrorismo. Otros altos dirigentes del MRTA sufrieron también el aumento de sus respectivas condenas.

La referida sentencia de la Sala Penal Permanente del Tribunal, integrada por cinco Vocales Supremos, también confirmó que los condenados deberán pagar 50 millones de soles, como reparación civil, en forma solidaria.

El Procurador Antiterrorista, Julio Galindo, acaba de anunciar que el Estado peruano entregará al Parlamento Europeo una copia de la resolución de la Corte Suprema que califica al MRTA como movimiento terrorista, a los efectos que correspondan.

Pese a todo, hay quienes -presuntamente “progresistas”- sostienen en Europa que el MRTA no debiera ser calificado de terrorista. Se equivocan de lleno. Como ha sucedido ya otras veces. Una historia de sangre -como la relatada- sugiere obviamente todo lo contrario. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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