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viernes 16 de mayo de 2014

Desconcierto, Complejidad, Incertidumbre

Desconcierto, Complejidad, Incertidumbre

Tribulaciones de la Economía Argentina

Las severas dificultades que sitúan a la argentina entre las escasas sociedades del presente con economías inmaduras y de dificultosa viabilidad no devienen sólo de trampas ideológicas, incompetencias y equívocos de gestión en la administración de la política.

Hay profundas restricciones estructurales que a lo largo de casi un siglo le dieron rigidez al proceso de crecimiento y han culminado conformando una cultura económica muy poco amigable con la modernización productiva, la libre competencia de los mercados, la percepción y el aprovechamiento de las nuevas oportunidades que ofrece un mundo abierto e interdependiente, la responsabilidad personal y corporativa de los agentes económicos en la toma de decisiones y el esfuerzo creador que habilita participar en la distribución del excedente logrado.

Con una población que aumenta en el marco de una producción estancada o de crecimiento errático es inevitable una puja permanente por la participación en el cada vez más escaso ingreso disponible.

Las prebendas logradas por los factores de poder, sean sindicatos laborales, asociaciones profesionales o instituciones empresarias, asignadas por el Estado a discrecionalidad del interés político o un alto grado de intervencionismo para tratar de suplir, de manera insuficiente y magra, todo cuanto se deteriora o no se logra con la acción operativa de los agentes productivos, son los principales hilos de la trama que nos explica.

Este trabajo breve trata de dilucidar los factores recientes, más relevantes, que razonablemente pueden dilucidar el estado actual del ambiente económico del país. Pero son sólo los emergentes del drama. Debajo hay otros, más complejos, no todos económicos, cuya desarticulación requiere tiempo, lucidez, decisión, consenso, voluntad de cambio y que deben comenzar por la creación de conciencia a través de un nuevo proceso educativo que abra la mente de las nuevas generaciones y pueda colocarlas en la atención de las nuevas realidades de este tiempo.

¿De dónde venimos?

Durante la última década la autoridad política buscó generar alto nivel de actividad económica recurriendo al diseño de políticas expansivas. Se implementaron medidas fiscales y monetarias con la finalidad de generar crecimiento con estabilidad de precios.

Mientras que de 2003 a 2006 se logró sostenido crecimiento económico, saliendo de la severa depresión de la crisis 2001, en un contexto de baja inflación, desde el 2007 predomina un escenario opuesto: bajo crecimiento con elevada inflación.

Este comportamiento, dispar para una misma política económica, se debe principalmente a que en el primer periodo la capacidad ociosa del sistema productivo era alta (baja utilización de planta y elevado desempleo), mientras en la segunda etapa hay mayores restricciones por el lado de la oferta: los niveles de producción están en sus límites técnicos, con muy bajos incentivos para la inversión no especulativa.

Las medidas fiscales expansivas produjeron un deterioro sistemático y progresivo en las cuentas públicas, que pasaron de un superávit primario del 3 por ciento, en términos del producto bruto de 2003 a un déficit fiscal de la misma magnitud respecto al valor producto de 2013. La principal causa se focaliza en un incremento del gasto muy superior al aumento de los ingresos.

El primer déficit (2010) se financió con emisión monetaria. El último (2013) incluyó además el uso de reservas del Banco Central para hacer frente a compromisos externos del sector público. La emisión monetaria para financiar todos los compromisos en pesos aumentó un 383 por ciento en ese período.

Tanto las políticas fiscales como las monetarias estimularon la demanda de bienes y servicios por encima del crecimiento de la actividad económica. Como consecuencia a partir de 2007 el proceso inflacionario se dispara a un ritmo anual del 20 al 28 por ciento y, de acuerdo a los niveles mensuales conocidos para el primer trimestre de 2013, los valores anualizados la situarían entre 35 y 40 por ciento.

La relación cada vez menor entre reservas del Banco Central y agregados monetarios (circulante en poder del público, depósitos en cuentas corrientes y cajas de ahorro) motivó la aplicación de restricciones cambiarias, que no fueron eficaces para frenar la fuga de capitales. De hecho, las reservas perdieron 21.600 millones de dólares desde 2011 y sólo alcanzan hoy al 26 por ciento de los agregados monetarios del sistema.

¿Dónde estamos?

A consecuencia de lo detallado y con el objetivo de evitar una crisis por la pérdida sistemática de reservas, las autoridades aplicaron nuevas medidas que, por aisladas, no pueden considerarse un plan integral y dan lugar a la aparición de efectos diversos. “Daños colaterales” más precisamente.

La primera fue devaluar el peso y utilizar una política monetaria de tipo contractivo. En lo que va del año la corrección del tipo de cambio fue ya del 26 por ciento.

Se ajustaron también las tasas de interés, tanto para depósitos como para créditos y la base monetaria redujo su expansión anual. Los préstamos al sector privado cayeron sensiblemente.

A su vez la devaluación impactó en los precios de las importaciones más que en el beneficio e incentivo de las exportaciones. Siendo que el sistema productivo depende sustancialmente de insumos externos para su desenvolvimiento, se acrecentaron las presiones inflacionarias sobre los precios internos. Un 75 por ciento de las importaciones, unos 75 mil millones de dólares, se destina a la adquisición de bienes de capital y sus repuestos, insumos para la producción industrial, energía y material de transporte.

Es importante tener en cuenta que si de aquí en más la inflación promedio fuera de 2 por ciento mensual, el tipo de cambio será equivalente, en términos reales, al valor de fines del 2013 para septiembre de este año.

De esta manera, es de esperar que la moneda vuelva a devaluarse en algún momento de la segunda mitad de este año.

La segunda línea de decisiones fue impulsar una caída en el poder adquisitivo de los salarios. El principal objetivo de esta acción es que, como resultado de las negociaciones paritarias entre sindicatos y empresas, surjan salarios que crezcan por debajo de la variación de los precios. El salario real ya registra una caída del 9 por ciento en el tiempo que va entre agosto 2013 y febrero 2014.

Otra decisión: aumento de las tarifas de los servicios públicos a fin de lograr que los subsidios otorgados desde hace años al transporte público, gas, agua y electricidad, tengan una menor incidencia en las cuentas oficiales de la que venían teniendo. En el primer bimestre del año los subsidios al sector privado crecieron un 66 por ciento, impulsando un crecimiento del 43 por ciento en el gasto primario del Estado.

¿Qué se puede esperar?

El efecto de las medidas no ha impactado bien en la actividad económica. El primer trimestre mostró una caída de casi un uno por ciento respecto al trimestre anterior.

Las decisiones tomadas han logrado tranquilizar el mercado cambiario a costo de acelerar la inflación, disminuir el salario real e incrementar las tasas de interés, al tiempo que resignar actividad económica.

El comportamiento de los principales indicadores disponibles, incluso el Índice de Clima de Negocios que elabora nuestra Escuela, es compatible con un escenario recesivo.

Las perspectivas para lo que queda del año, dependerán del nivel de la emisión, para financiar al sector público y para comprar los dólares del comercio exterior, y de la decisión que tome la autoridad monetaria con respecto a los niveles de esterilización (retiro de dinero en circulación ofreciendo instrumentos financieros de mayor tasa) por los que se opte.

Si decide esterilizar fuertemente, las tasas serán elevadas y en un contexto donde los salarios reales tienden a disminuir la actividad económica se resentirá. Por el contrario, si el BCRA decide no esterilizar habrá mayores presiones sobre los precios y en este caso es de esperar que la inflación se acelere y que el tipo de cambio se devalúe aún más.

El escenario más probable es que las autoridades económicas seleccionen una combinación de ambas, a consecuencia de lo cual es esperable una mayor caída de la actividad económica, con un nivel de inflación alto (entre 35 y 40 por ciento año) y un tipo de cambio oficial nominal promedio para 9,50 fines de año.

Es el escenario más temido para la economía y los economistas: recesión con inflación.

¿Qué falta?

Falta un verdadero “shock de confianza” para recuperar la credibilidad de la sociedad, desactivar las expectativas negativas y captar el interés de inversores no especulativos.

Decisiones con grandeza de Estado y carentes de mezquindad política, instrumentadas en un diseño coherente y simultáneo de acciones en el corto y mediano plazo. Pero también una agenda que respete el siguiente y estricto orden de prioridades y decisiones avaladas por legislación nacional específica:

i) reestablecer por consenso interno e internacional, las modalidades para registrar la evolución real y monetaria de la economía (indicadores verdaderamente serios y representativos de la realidad);

ii) eliminar la legislación de emergencia económica, para erradicar del Poder Ejecutivo la discrecionalidad de pasar por sobre las leyes aprobadas en el Parlamento;

iii) revisar, reasignar y limitar el gasto público y el financiamiento inflacionario del déficit;

iv) definir un nuevo sistema impositivo, su recaudación y distribución (desde las bases municipales hacia el gobierno nacional);

v) recomponer el sistema de precios relativos y acordar una política gradual de precios, salarios y gasto público para lograr una contención inflacionaria a estándares internacionales;

vi) con normativas claras y precisas, promover una mejora sustancial, gradual y sostenida de la productividad y la capacidad competitiva de la economía;

vii) recién entonces, adecuar con similar gradualismo el tipo de cambio, a fin de reactivar el comercio exterior sin excesivas presiones sobre los costos internos.

¿Qué nos pasa?

Pasa que el país está atrapado en una compleja maraña institucional de intereses sectoriales que han conformado una estructura pesada y costosa.

La sociedad cree que la suma de legislación laboral (sindicalización y obras sociales), sanitaria (hospitales y medicinas), educativa (gratuidad de la escuela y universidades públicas) y de asistencialismo político (seguro de desempleo, asignación universal por hijos) la beneficia, cuando en realidad la perjudica, porque además de serle directamente gravosa por la carga impositiva a la que está sometida ve duplicado sus gastos de subsistencia ante la necesidad de recurrir a servicios privados eficaces.

Pasa que la dirigencia ha entrado en el juego de intereses por la disputa de la “caja pública” en una economía que, al no crecer en forma sostenida, no genera excedentes para distribuir de modo genuino.

Pasa que la intelectualidad ha dejado de ser faro creativo que ilumina horizontes de oportunidades. Discutimos un pasado que la mayoría de los ciudadanos actuales no vivieron. Ideologizamos el presente. Y en ese juego dialéctico de absurdidades no percibimos que cedemos futuro.

¿Entonces? Ha llegado el momento de intentar abrir una diagonal hacia el porvenir. Si bien estas reflexiones parten de lo económico y tratan de explicarlo, la economía no es todo. Pero es la posibilidad de casi todo.

Sólo con un pensamiento transdisciplinar pueden abordarse las nuevas realidades del mundo que es, y mucho más aún del que viene. ¿Quiere usted sumarse? Entonces comencemos por hablar claro y obrar en consecuencia. Cada uno ya mismo desde el lugar que ocupa.

 

1 El autor es doctor en Economía, especialista en asuntos económicos internacionales y en la actualidad Decano de la Escuela de Posgrado en Negocios de la Universidad de Belgrano

 

Buenos Aires, mayo 2014