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jueves 17 de mayo de 2007

Desde la educación, hasta China

Mientras George W. Bush recibió a la reina Isabel II, en el gigante asiático continúan los movimientos políticos.

Los presidentes y la educación

La semana pasada, en la orgullosa Casa Blanca, el presidente George W. Bush organizó el evento mundano probablemente más importante de sus dos presidencias: el banquete de gala con motivo de la visita de la reina de Gran Bretaña a su país para celebrar el 400° aniversario de la fundación de Jamestown, la primera población británica en tierra americana.

Siempre creí que había entre Bush y nuestro insólito presidente llamativos paralelos. Pero no sospeché que alguno podía tener que ver con la poca afección que ambos tienen por la cortesía hacia los demás.

En efecto, los antecedentes de George W. Bush aparentemente preocuparon enormemente a su disciplinada y digna esposa, Laura, quien sospechaba que, a menos que se trabajara sobre la conducta de su esposo, éste podía hacer algún inesperado papelón durante el banquete referido. Esto porque está claro que sus antecedentes lo condenaban de antemano.

Laura insistió a George respecto de varios puntos que tienen que ver con el estricto protocolo que acompaña a la reina en todos sus periplos. Por ejemplo, le insistió en que no le extendiera la mano, a menos que ésta lo hiciera primero. Que no le “masajeara” la espalda, como Bush acaba de hacer con la canciller alemana, Angela Merkel, durante su reciente encuentro en San Petesburgo por la reunión del G-8. Que no masticara chicle mientras le hablaba, como hizo -reiteradamente- con Tony Blair, que de monarca tiene poco. Y que no tomara agua directamente de la botella, como hizo en plena sala de la Asamblea de las Naciones Unidas, ante la mirada atónita del ex canciller Colin Powell, quien -simultáneamente- le estaba ofreciendo un vaso.

Aparentemente había hasta algún conocido antecedente familiar, que no se quería repetir. Como cuando Bush (padre, en este caso) recibió, durante su presidencia, a la reina británica, ataviado prolijamente con el impecable smoking del caso, pero calzado con un par de lujosas botas texanas negras, absolutamente fuera de protocolo.

Por todo esto, el jefe de Ceremonial del Departamento de Estado estuvo en constante “alerta roja”, en espera de lo inesperado. Y no le fue mal.

Quizás por la misma razón, el líder demócrata del senado, Harry Reid, un ex boxeador, declinó su asistencia y fue reemplazado por la mucho más bonita Nancy Pelosi, mujer de gran fortuna personal, que es hoy la presidenta de la Cámara Baja y que se viste y actúa siempre con una excelente combinación de gusto y dignidad. Prudente el cambio, entonces.

¿Se imaginan lo que podría haber hecho nuestro poco cortés mandatario, quien se halla mucho más a gusto en los talleres mecánicos santacruceños que embutido en un frac y con corbata de moño blanco, rodeado de gente que habla idiomas que él no conoce, en una situación similar?

¿Habría comenzado con uno de sus usuales e imprevistos faltazos? ¿Hubiera la senadora actuado -en su caso- como doña Laura? ¿O hubiera todo sido algo tremendo, como para alquilar balcones o, eventualmente, para enfermarse de vergüenza ajena, lo que cada uno elija?

Cosas de chinos

Tres noticias sobre China, país que –pese a su evidente déficit democrático– sigue creciendo espectacularmente y avanzando así, rápidamente, en dirección a transformarse en una de las naciones más influyentes y poderosas del mundo.

Primero: como ya informáramos en estas columnas, Li Zhaoxing, que había cumplido 66 años –lo que lo ponía por encima de la edad de retiro de la burocracia china– después de una carrera brillante, que incluyó ciertamente los dos atractivos años durante los cuales tuve el gusto de compartir con él asientos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, acaba de ser reemplazado como canciller de China.

Su sucesor es Yang Jiechi, un diplomático de reconocidos antecedentes, que fue embajador de su país en los Estados Unidos entre 2001 y 2005.

Li, recordemos, visitó en su momento a la Argentina, país al que, me consta, respetaba sinceramente. De allí que vamos a sentir su retiro.

Segundo: acaba de fallecer el “obispo” Fu Tieshan, el hombre que encabezaba la extraña “Iglesia Católica Oficial” de China desde 1998. Esto es, la que responde no al Vaticano, sino al gobierno comunista de China. Hay en China unos 12 millones de católicos, muchos de los cuales todavía no se animan a exteriorizar su fe y responden secretamente a Roma.

Fu murió a la edad de 76 años, de cáncer de pulmón, mientras se desempeñaba como “obispo” de Beijing. Antes de su muerte, fue visitado en su lecho de enfermo por lo más selecto del liderazgo comunista, incluyendo a Hu Jintao, el propio presidente de China, en señal de la obvia cercanía personal de la más alta jerarquía política china con el influyente Fu.

El “obispo”, que había sido designado como tal por las autoridades comunistas en 1979, sin el consentimiento de Roma, no dejó un sucesor oficial, que deberá ahora ser seleccionado por las propias autoridades comunistas.

A lo largo de los años, Fu tuvo una serie de duros encontronazos con el Vaticano, ya que fue reiteradamente responsable de la consagración de decenas de “obispos” comunistas, sin contar para ello con el consentimiento de Roma.

Su muerte puede, quizás, abrir lentamente una nueva etapa en las complicadas relaciones entre el Vaticano y China, que han estado oficialmente interrumpidas desde 1951, a pesar de que está claro que aún no se ha despejado, ciertamente, el extraño clima en función del cual la dirigencia comunista china recela de todas las religiones, a las que en rigor mira como competidoras en lo que a influenciar conciencias se refiere, capítulo de la acción social en el que reclama un absoluto monopolio.

Tercero: China acaba de provocar políticamente (seguramente, con toda intención) a Taiwán, al diseñar la ruta a través de la cual llegará a China la antorcha olímpica con motivo de los juegos que tendrán lugar en Beijing, en 2008.

La idea es hacerla recorrer un largo camino, por espacio de 130 días, a través de cinco continentes, que incluye hasta una pasada por el Monte Everest, el más alto del mundo. En ese camino, China incluyó a Taiwán, sin contar con su autorización, que considera innecesaria. Por esto, Taiwán ha rechazado la iniciativa.

China se propone llevar también la antorcha olímpica al Tibet, país al que, luego de invadir militarmente, ha controlado férreamente por espacio de 57 años, durante los cuales despojó a la población local de los elementos más importantes de su identidad y la redujo a ser sólo una minoría mediante el traslado de población desde distintos puntos de China, de modo de conformar así una nueva mayoría china que prevalezca en el milenario Tibet.

Para Taiwán, el paso del fuego olímpico por la isla es posible solamente si la antorcha llega desde un tercer país y sale de la isla en dirección hacía otro estado. Para Beijing, en cambio, el paso de la antorcha por la isla es visto apenas como una etapa más de su tránsito doméstico y así debiera, cree, suceder.

Una verdadera pena que las Olimpíadas, que debieran estar más allá de estas picardías, sean usadas con este propósito, de naturaleza política.

Las negociaciones seguramente continuarán hasta poder encontrar una alternativa que resulte aceptable para ambas partes.

Las autoridades olímpicas están sugiriendo lo que luce como un auténtico compromiso, que supondría que la antorcha llegara a la isla procedente de Vietnam y siguiera su curso hacia China a través de Hong Kong y Macao.

Veremos si esto resuelve, o no, el previsible problema que parece haberse planteado. Seguramente, al final, habrá alguna alternativa aceptable para todos los involucrados. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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