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jueves 13 de marzo de 2008

¿Dónde está el Gobierno? ¿Y nosotros?

La lista de problemas sin solución crece, igual que la inacción del Poder Ejecutivo. La ciudadanía, sin embargo, tampoco tiene un rol activo para reclamar un cambio de rumbo.

“Hay tres maneras de convencer: por el convencimiento natural,
por el temor o el ‘se terminó, andate’.”
Néstor Kirchner

La Argentina tiene problemas que se acumulan. La inflación que comenzó a serlo seriamente el año pasado y que se ha consolidado a paso firme en lo que va del 2008, es uno de ellos. La suba de los precios de modo generalizado tiene causas precisas que la producen, que son de sobra conocida por todos y que, en el país, sabemos cómo se originan y cómo terminan. La Argentina no es inocente en la materia. El desborde monetario, la irrealidad de las tasas de interés, la artificialidad del tipo de cambio, son, todas ellas razones de índole técnico que terminan por configurar un cóctel explosivo difícil de parar si no se hace algo a tiempo.

En este punto el gobierno ha decidido ignorar todas las señales y eligió, primero, confeccionar un índice embustero con el propósito de engañar a propios y extraños acerca de cuál es la verdad. En segundo lugar ordena a su capanga acostumbrado, el impresentable, Guillermo Moreno, salir a intimidar personas y empresas con el propósito de lograr por el temor lo que se niega a conseguir por la aplicación de los principios económicos correctos.

En un largo viaje de cincuenta años al pasado habla de prisión, multas, incautamiento, clausuras. Resulta lastimoso ver tanto amago de fuerza bruta frente a las sutiles filigranas de la realidad.

Es como si un imaginario y grosero marcador lateral saliera a la cancha munido de un basto para intentar parar las geometrías de Messi, de otro modo indescifrables para su pequeño cerebro de troglodita. El posible resultado es que Messi se divierta aun más a costa de la lastimosa brutalidad de su rival.

La inseguridad es otro de los problemas que crecen sin que nadie haga nada. Ya dijimos en otra columna que el choque entre esa realidad y la inacción es tan brutal que no puede no tener una explicación racional. La única que surge es que el temor de la ciudadanía a los delincuentes es funcional a la pretendida hegemonía política, pues una sociedad estupefacta por el temor no está en condiciones de ocuparse de las sutilezas democráticas. El aprovisionamiento energético para los hogares y las industrias es otra de las cuestiones que sigue sin solución y con un severo pronóstico de agravamiento. El gobierno ha negado con su infatigable tradición de hacerse el malo, la recomposición de las tarifas a las empresas energéticas. Como consecuencia de que no hay precios, no hay energía. Muchos sospechan que aquí hay también una estrategia dirigida a obtener el único objetivo en el que está interesado, no el gobierno, sino el conjunto de personas que lo ocupan hoy: quedarse con todo. Por la vía de la negación tarifaria, el valor societario de las empresas cae porque la no correlación entre los costos y los precios afecta la rentabilidad. A falta de rentabilidad, el valor patrimonial representado por las acciones se daña severamente. Cuando ello ocurre, algún “amigo” del gobierno presenta una oferta de compra. Que la sangre del país, esto es, su energía, deje de circular por sus venas, no importa, si el objetivo buscado (quedarse con todo) se cumple.

El aislamiento en el que se encuentra la Argentina respecto de su posición internacional, y aún regional, constituye un serio obstáculo para que otros problemas se destraben o suavicen. Las andanzas en compañía de disparatados, los negocios personales amparados bajo el velo de las relaciones entre Estados, el engaño económico a tenedores de bonos, el desafío inútil a los principios defendidos por las democracias avanzadas, las “sociedades” nunca aclaradas con charlatanes caribeños, la prácticamente inexistencia del ministerio de relaciones exteriores, la pretensión infantil de mojarle la oreja a instituciones internacionales reconocidas que lo único que hacen es dejar que nos consumamos en nuestro propio caldo, son, todas ellas, expresiones de una interpretación “fubista” de la Argentina, que pretende sostener la aspiración de llamar la atención del mundo (o más aún, darle lecciones) con declaraciones y actitudes que parecen salidas de una asamblea universitaria poblada por imberbes que aún no distinguen bien un tornillo de una pipa.

La lista de problemas sin solución podría seguir hasta bajar a cotidianeidades “pueriles” como el caos que muchos argentinos urbanos deben soportar en las grandes ciudades –especialmente la Capital- todos los días, cuando salen a la calle con la peregrina idea de trabajar.

Frente a esto la rutilante figura de la presidente Cristina Fernández está ausente. Desde que asumió no se le puede anotar una sola decisión dirigida a solucionar los problemas reales del país y su gente. Por otro lado su marido ha acaparado las noticias detrás de la “reorganización” del Partido Justicialista para entronizarse en el vértice de una organización que aspira a convertir en la única estructura viva del país, como si fuera el PC de la lastimosamente extinguida Unión Soviética.

¿Qué resortes viales, como diría Ortega y Gasset, muestra la sociedad para romper este círculo vicioso mezcla de inacción, intereses personales, mezquindades, poder, dinero y una fuerte dosis de ignorancia?

Por ahora bastante pocos. Macri en la ciudad, empeñado en un perfil ultragerencial, se topa con las limitaciones institucionales de su híbrido distrito que no es ni provincia ni dependencia nacional. No se atreve a birlarle los fondos, provenientes del juego instalado en la ciudad, al amigo presidencial Cristóbal López que recauda más de $ 6000 millones al año y cuya concesión fuera extendida por Kirchner pocos días antes de irse hasta el año 2032.

Carrio, en el otro extremo, sigue inmersa en un discurso épico pero impráctico que hace pensar que, en realidad, está interesada en pasar más por el bronce que por el gobierno.

Las fuerzas vitales no políticas de la sociedad dan lástima. Los empresarios, ocultos entre el temor y los billetes de la soja, se preocupan en privado pero agachan la cabeza en público. La ciudadanía rasa da señales de solo preocuparse seriamente cuando su bolsillo individual sufre. Mientras la “cuotita” resista y no haya amagos de corralitos, todo está de maravillas en el país de Alicia…, perdón de Cristina.

Todos sabemos hacia dónde nos dirigimos. Como dice un aviso televisivo de alcohólicos anónimos, “hemos estado allí antes”. © www.economiaparatodos.com.ar

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