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jueves 14 de septiembre de 2006

Donde descansaba Lavalle

La estancia Carmen de Sierra está en Arrecifes, provincia de Buenos Aires. Allí solía buscar paz el general Lavalle.

La historia cuenta que, en 1795, Francisco Sierra compró unas tierras en lo que hoy es Arrecifes, a 200 kilómetros de Buenos Aires. Mandó a construir el casco actual con un mirador y un paredón de rejas para defenderse de la barbarie del malón, que buscaba saquear las propiedades que los españoles ganaban en lo que hoy es la provincia de Buenos Aires.

Cuando su hijo Diego mandó traer de Potosí una imagen de la Virgen del Carmen, la estancia pasó a conocerse con su nombre actual. La virgen aún conserva su vestido original y su camarín de viaje, lo único que pudo salvarse de la subasta publica ordenada por el Restaurador de las Leyes, al confiscarle a Lavalle todos los bienes y degollar a don Diego, que pagó así su crimen de ser unitario y amigo del general.

Al visitar la estancia por un fin de semana, por ejemplo (es un lugar ideal para una escapada de fin de semana largo), puede alojarse en la misma habitación que usaba Lavalle hasta ser derrotado por Rosas.

La estancia Carmen de Sierra es un monumento histórico provincial y se ha conservado tal como era en su etapa colonial. Las clásicas galerías de las propiedades del campo, los ventanales enrejados, por donde seguramente también contemplaban la llanura interminable, Dalmacio Vélez Sársfield, Bartolomé Mitre, Estanislao del Campo y Roque Sáenz Peña.

Las habitaciones son frescas y espaciosas con el estilo marcado del campo argentino. Con el ocaso del día crece su encanto, iluminadas sólo con farolas, candelabros y candiles. Una escenografía que coloca al visitante a otros años de la historia argentina.

La casa aparece edificada sobre una loma que baja suave hacia un arroyo. Se puede caminar esa pequeña ladera y terminar dándose un baño termal de barro en las aguas del arroyo alimentadas por decenas de cascaditas. Hay pesca de tarariras, bagres y dientudos, mientras el resto de la familia puede tomar sol o descansar sobre las barrancas cubiertas de tréboles.

La estancia organiza cabalgatas que llegan hasta el río Arrecifes, cuyas márgenes aparecen pobladas por una rica vegetación. Para los más haraganes, hay salidas en carruajes. Y para los interesados en la ornitología, abunda la literatura sobre las aves con las que uno puede cruzarse en la zona.

Las históricas campanas cuyo sonido alertaba sobre el malón o llamaban a misa son las que hoy indican a los huéspedes el turno de comer y disfrutar una excelente oferta gastronómica. Al empezar el día, se destacan las pasta frolas, las medialunas y los scones. Los dulces y mermeladas son totalmente caseros, lo mismo que los jugos exprimidos. En el almuerzo y la cena hay tres platos y todos reflejan lo mejor de la tradición gauchesca argentina.

El asado no falta. Luego de un día intenso, verlo preparar a la luz de las farolas le agrega un encanto especial al día y un sabor adicional a la carne y las achuras.

Para llegar, se puede tomar la ruta 8 hasta Arrecifes, después la 191 y, al terminar un denso bosque de eucaliptos, hay que tomar a la derecha por un camino de tierra, durante cinco kilómetros hasta la entrada de Carmen de Sierra. © www.economiaparatodos.com.ar

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