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jueves 21 de julio de 2005

¿Dónde estamos?

El terrorismo es la encarnación de la guerra entre la Edad Media y la Modernidad. La pregunta que deberíamos comenzar a hacernos es de qué lado está la Argentina en esa contienda.

Los atentados en Londres han dado origen, como era de esperar, a una serie de comentarios y especulaciones acerca de cuáles son las verdaderas causas de este fenómeno, qué debería hacerse para solucionarlo y, en suma, cuál es su verdadera naturaleza.

Se cometería un serio error si partiéramos del supuesto de que las manifestaciones terroristas son una respuesta a la injusticia, la desigualdad y la sumisión de los pueblos musulmanes y del Islam. Estos actos no tienen la capacidad de nivelar los tantos. Por cometerlos los musulmanes no estarán mejor. Por lo demás, es en sí mismo injusto, acusar al Islam y a los musulmanes de estas atrocidades. Quienes comenten estos actos no están movidos por la religión ni por la intención de hacer más justas las condiciones de vida de ningún pueblo.

¿Por qué están movidos entonces? Esta gente sólo aspira a destruir lo que otros construyen. Así como hay constructores, ellos son destructores. Están movidos por el odio, y cualquier teoría que crea que mejorar las condiciones de vida de los musulmanes acabará con el terrorismo, dirigirá a quienes la crean a un tremendo fracaso. El único interrogante consiste en saber si su destrucción es gratuita, es decir, si la llevan adelante simplemente por destruir o si es funcional a un plan con un objetivo mayor. Veamos.

Las condiciones de vida de las personas, cualquiera sea su religión, deben tender a la mejora y al progreso, porque esa es la naturalidad de la evolución humana. Esa condición incluye la libertad de definir el mejoramiento y el progreso como cada uno quiera. Para algunos el desarrollo será sinónimo de última tecnología, para otros de meditación y observación. Pero unos y otros tienen derecho a vivir como decidan. Lo único que les estaría vedado es aprovechar hipócritamente los beneficios que produce la cultura que critican.

Por lo tanto, la vocación de construcción de algunos seres humanos propenderá al mejoramiento de la calidad de vida de muchos y todos tendrán derecho a disfrutar de esos beneficios si los consideran como tales. Pero la llamada cultura occidental se equivocaría seriamente si creyera que lo que ella entiende por “vida mejor” se puede imponer a alguien que no la disfruta. Por ello, suponer que la ausencia de lo que nosotros entendemos por desarrollo material es lo que explica el terrorismo es una enorme falacia.

A su vez, dentro de los que no comparten nuestra definición de “vida mejor”, están -como en todas las categorías humanas- los constructores y los destructores. Estos últimos seguirán destruyendo independientemente de sus condiciones de vida. Ninguno de los comprobados terroristas de Londres carecía de las bondades del desarrollo material. Eran británicos, vivían en una de las ciudades más cosmopolitas y más desarrolladas del mundo, accedían (incluso para cometer sus propias atrocidades) a la última tecnología disponible. Su ánimo de destruir no estaba ligado a sus carencias.

Su guerra es otra y no tiene otra motivación que el odio mismo. ¿Qué odian? ¿En guerra contra qué están?

Esta es una guerra entre la Modernidad y la Edad Media. Quienes destruyen y matan en nombre de quien sea (Mahoma, el Che Guevara o simplemente “La Revolución”) quieren, en realidad, un retorno de la humanidad a la esclavitud y a un esquema social en donde las mayorías estén sojuzgadas por una minoría dominante. En la Edad Media, sólo los poderosos accedían a todo. Es la Modernidad la que, por la vía de la democracia política y el capitalismo económico, llevó la libertad a las conciencias de las personas y la comodidad a sus vidas gracias al abaratamiento de costos que trajo la producción masiva de bienes y servicios. Millones de personas decidiendo libremente y accediendo a una vida confortable es mortal para los intereses de los que persiguen el dominio de todos.

Esta aspiración de “pan-dominio” ha camuflado sus objetivos para que millones de idiotas útiles se unan a la cruzada del odio. Pero lo que hay detrás de ella no es la justicia, ni la equidad, ni el desarrollo (tal cual lo entendemos en Occidente), ni mucho menos. Más desarrollo (tal cual lo entendemos en Occidente) para todos sería aún más perjudicial a sus intereses. Ellos prefieren la pobreza, la pauperización, el analfabetismo y la enfermedad. Es en ese esquema de miseria donde su semilla de odio crece.

Los países deberían hacer una introspección para saber dónde se ubican a sí mismos en este “degradé” que supone la escalera en cuyos extremos se ubican la Modernidad y la Edad Media.

¿Dónde estamos nosotros? Si definimos a la Modernidad como el estado mental proclive al intercambio de ideas civilizado, al respeto por el otro, a la competencia, a la aceptación del riesgo, a la realización de los sueños, al destino definido individualmente, a la combinación de principios sólidos y una frivolidad alegre; y a la Edad Media como el oscurantismo, el aislamiento, el temor a la competencia, a la creencia en poderes superiores a la conciencia individual, a la aceptación fatídica del destino y a la entrega de la autonomía de la voluntad a manos de un tercero, ¿dónde nos ubicaríamos? Con una mano en el corazón, ¿más cerca de qué esquema estamos?

Es vital que nos hagamos este planteo y contestemos las preguntas. ¿Por qué nuestras condenas a hechos de esta naturaleza no son todo lo contundentes que algunos quisiéramos?, ¿por qué sospechamos que detrás de las palabras formales de la diplomacia se esconde cierto regodeo de satisfacción?, ¿por qué en algunos casos, como en el de la Torres Gemelas, esa “alegría” fue en muchos sectores expresa?, ¿por qué ciertos personajes públicos e incluso personas comunes (típicamente en canchas de fútbol, por ejemplo) han aparecido con caretas de Osama Bin Laden?, ¿por qué el programa de TV de más audiencia en la Argentina tenía entre sus personajes “invitados” justamente a alguien con el disfraz y la cara del terrorista….?

¿De qué lado estamos? ¿En qué bando militamos en la guerra entre la Modernidad y la Edad Media? © www.economiaparatodos.com.ar




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