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lunes 10 de enero de 2011

El ajuste no existe, existe el descubrir una mentira

Los populistas usan la palabra “ajuste” para denunciar a quienes quieren advertir que la ficción de consumo es insostenible. Pero el “ajuste” es una construcción semántica utilizada para esconderle la verdad a la gente e impedir la aplicación de políticas públicas de largo plazo que harían que el salario creciera en forma sostenible.

En alguna oportunidad Cristina Fernández afirmó que ella jamás iba a aplicar políticas de ajuste. Para eso prefería que otros se hicieran cargo del gobierno. Algo así como decir, que otro asuma el costo del desajuste que nosotros generamos.

En rigor, cuando se habla de ajuste se lo presenta como una política salvaje que perjudicará a los más humildes, a los sectores de menores ingresos, pero desde el punto de vista económico lo que se llama ajuste no es otra cosa que el momento en que se tiene que asumir la realidad de haber generado una distorsión de precios relativos, exceso de gasto público y de consumo generado en forma artificial.

Por ejemplo, todos sabemos que en forma artificial se han mantenido bajas las tarifas del transporte público, de la energía y del gas. Ese bajo costo artificial genera un aumento artificial del ingreso de la gente dado que gasta menos de lo que debería gastar en transporte, energía y gas quedándole margen para gastar en otras cosas. Pero, al mismo tiempo, como nada es gratis en economía, ese bajo costo artificial de los servicios implica haber llevado los subsidios a niveles de miles de millones de pesos que se financia con más impuestos, emisión monetaria, consumo del stock de capital, etc.

Cuando se agotan los recursos para financiar esos subsidios aparece el problema que generaron los demagogos que con su discurso populista denominan ajuste. En rigor, como decía antes, lo que los populistas llaman ajuste es, desde el punto de vista económico, el reconocimiento de la inviabilidad de seguir financiando precios arbitrariamente bajos.

Este mismo ejemplo puede utilizarse con el gasto público que en Argentina se ha disparado a niveles record, generando nuevamente déficit fiscal a pesar de la asfixiante presión impositiva, los incrementos de salarios por encima de la productividad de la economía y demás distorsiones.

Para sorpresa de mucha gente, suelo afirmar que Celestino Rodrigo, que pasó a la historia por el famoso rodrigazo, no fue el responsable del ajuste, sino que le tocó corregir las distorsiones que había generado José Ber Gerlbard. Podrá argumentarse que Celestino Rodrigo corrigió inadecuadamente los precios relativos, lo hizo en forma torpe o en un contexto político inadecuado, pero lo cierto es que Celestino Rodrigo no hizo otra cosa que decir la verdad: los precios relativos estaban distorsionados y no había más recursos para financiar la ficción que había creado Gelbard.

Hoy día tenemos problemas similares a los del 70 en términos de precios relativos y, más tarde o más temprano (depende de la soja y de Brasil) habrá que corregir esas distorsiones. Ahora bien, ¿implicará este sinceramiento perjudicar a los sectores más humildes? La realidad es que no podrán seguir con la actual ficción de consumo, pero sí puede generarse un contexto que incentive la inversión y ponga en funcionamiento rápidamente la economía. El camino sería más largo pero más seguro.

¿En qué consiste ese camino más largo pero más seguro? En atraer inversiones con seguridad jurídica, menor carga impositiva, disciplina monetaria y del gasto estatal y un acuerdo político de sostener esas políticas públicas cualquiera sea el partido político que gane.

De lograrse ese contexto y acuerdo político, Argentina podría atraer inversiones generando nuevos puestos de trabajo, más demanda laboral y un crecimiento del ingreso real basado en productividad y no en simples acuerdos políticos de aumentos salariales financiados con emisión monetaria que terminan en caos inflacionario y caídas del ingreso real vía inflación.

Por ahora, los aumentos de salarios en el sector formal de la economía han superado ampliamente la inflación real. Esto implica que no hubo aumentos salariales basados en más productividad sino en transferencias de recursos de los empleadores a los empleados en el sector formal, con menor rentabilidad y escasa inversión. Pan para hoy y hambre para mañana. Los trabajadores del sector informal tuvieron menos suerte.

La palabra ajuste es la que usan quienes generan auges artificiales e insostenibles de la economía. La palabra sincerar implica dejar en claro que la gente fue engañada con aumentos salariales artificiales e insostenibles niveles de consumo.

Es obvio que el kirchnerismo no hará nunca el sinceramiento de las variables porque implicaría reconocer que todos estos años le estuvo mintiendo a la gente. Imagino que en caso de no poder seguir financiando la actual ficción, Cristina preferiría tirarle por la cabeza el gobierno a otro denunciando algún complot, pero jamás hacerse cargo del problema que generaron ella y su marido.

De no ocurrir el caso del párrafo anterior, sería bueno que el resto de la dirigencia política comenzara a pensar y a acordar una política pública de largo plazo de las características mencionadas para que, si les cae el gobierno a ellos porque el oficialismo pierde las elecciones de octubre, no tengan que afrontar un caos social. Lo mejor sería tener presente que habrá que decirle a la gente que durante todos estos años le estuvieron mintiendo en su capacidad de compra y que, si bien ya no es sostenible, se les ofrece un camino más largo pero más seguro que consiste en hacer crecer el salario real en base a inversiones.

La otra opción es dejar que todo siga su curso y frente a un gran caos social, político y económico, la gente termine advirtiendo solita que se le estuvo mintiendo que y que la opción y hacer exactamente lo contrario a la demagogia que se aplicó desde el 2003 hasta la fecha. © www.economiaparatodos.com.ar

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