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jueves 21 de octubre de 2004

El arancelamiento universitario y la exclusión social

Bajo la bandera del derecho de todos a acceder a la educación superior, la gratuidad de la enseñanza universitaria es, en los hechos, un privilegio que las clases medias han conquistado en detrimento de los pobres.

He de decir primeramente que la cuestión de si la universidad debe ser arancelada o no, no es para mí una cuestión ideológica: es decir, creo que el arancelamiento es un medio y no un fin en sí mismo, como parece que piensa un numeroso grupo de gente.

Me parece importante aclarar que para mi sí es una cuestión ideológica la igualdad de oportunidades. En otras palabras: tenga o no fundamento, defiendo y defenderé la igualdad de oportunidades. Y es precisamente por ello, por esa defensa de la igualdad de oportunidades, que quiero brindar mi opinión acerca del arancelamiento universitario, ya que nuestro Ministro de Educación, Daniel Filmus, expresó el 10 de septiembre que en la Argentina ya nos hemos olvidado de este tema (creo que afirmando que ya damos por descontado que debe ser no arancelada).

Se supone que una universidad gratuita garantiza el derecho de todos a acceder a la educación universitaria. Nada más lejos de la realidad en la Argentina de hoy (quizá esto sí era real en la Argentina de la primera mitad del siglo XX).

Permítanme un ejemplo más sencillo para comenzar. Supongamos que determinado gobierno nacional, viendo lo mal que está distribuida la riqueza, decide regalar automóviles 0 km a quien lo solicite. Uno pude decir: “¡Qué bien! Ahora los pobres podrán tener auto”. Pero el tema es al revés, los pobres seguirán sin poder tener auto: no tendrán plata para pagar la patente, el seguro, el combustible y el mantenimiento. Y los ricos tendrán más autos, ya que sumarán al que tienen el que el Estado les regale: ellos sí pueden pagar patente, seguro, combustible y mantenimiento.

Además, graciosamente, parte de los impuestos que todos aportaron –también los pobres- serán destinados a pagar los autos regalados a los ricos.

Con el no arancelamiento de la universidad sucede exactamente lo mismo: los pobres no pueden ir aunque sea gratis, y lo que se consigue es que los impuestos de los pobres paguen la universidad a los ricos. Es decir: la clase media, que es la que realmente accede masivamente a la universidad, recibe el regalo de todas las clases sociales de una educación gratuita. Y si algo atenta contra la igualdad de oportunidades, es esto. Lo mismo que con el auto: si regalan autos, los ricos cada vez van a ser más ricos y las diferencias serán mayores. Si regalan educación, los ricos serán cada vez más ricos y las diferencias serán mayores. Para que quede claro: cuando el papá de un chico desnutrido compra un litro de leche en Tucumán, con los impuestos que ese litro de leche tiene, le paga la universidad al hijo del diputado de la Capital Federal. ¿Es esto igualdad de oportunidades?

Resumiendo, el progresismo ha visto como una conquista el no arancelamiento de la universidad. Y tienen razón: ha sido una conquista para la clase media progresista, que ha conquistado un privilegio a costa de los pobres. ¿O hay pobres progresistas? Con el presupuesto educativo con el que contamos, lo que realmente generaría una mayor igualdad de oportunidades sería que la universidad fuera arancelada (con un buen sistema de becas) y que la parte que se vuelca en las universidades se volcara en Educación General Básica y Polimodal. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es docente, director del colegio Los Robles y profesor de Política Educativa en la carrera de Ciencia Política de la Universidad Católica Argentina (UCA).




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