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domingo 2 de marzo de 2014

El conflicto social y el delito

El conflicto social y el delito

Si uno pasa por las llamadas “villas” de las que alguna vez se enorgulleció “Kristina”, siente una sensación de fracaso y decadencia impropia de lo que Ortega llamaría “nuestra altura del tiempo”

Escribía Brian Crozier “que los buenos gobiernos previenen el conflicto social; los malos lo nutren.  El gobierno fuerte desanima al conflicto social, los débiles lo hacen inevitable”

En nuestro caso tenemos los dos extremos: mal gobierno y gobierno débil, por lo tanto la sociedad vive en este estado de anomia que linda con lo intolerable ya que, como también lo apuntaba Crozier, “Lo cierto es que la inmensa mayoría de la gente soporta la anarquía violenta solo durante un breve tiempo”.  En este caso anarquía y anomia social deben considerarse como sinónimos.

Tenemos mal gobierno por los problemas que ha generado y ocultado y por el uso reiterado de la hipocresía y de la mentira, pero también tenemos mal gobierno por su desprecio por las formas republicanas como ocurrió con Menen y los Kirchner, gobernantes o políticos sin escrúpulos, como lo apuntó en “LA NACION” Eduardo Fidanza.

Esta anomia social que ya ha colmado nuestra paciencia se exterioriza por actos violentos como los escraches que han sido alentados y tolerados por los propios “Kirchners” (el y ella), como los llamados “piquetes” o “bloqueos”.  Esta última la metodología predilecta que impuso Moyano  para conseguir con violencia lo que quizás no le correspondería por razón.

Hoy la sociedad cuando se siente ignorada y no escuchada -otra característica de los “Kirchners”-.como en las sociedades anárquicas necesita de organizaciones o agencias que la protejan de hechos o actos que consideran agraviantes. En nuestro medio “el piquete”, “la usurpación” cumple esa función de defensa, importando poco o nada la legitimidad del derecho invocado.

Como sabemos, la ocupación ilegal o la usurpación son delitos pero cuando impera la anomia o anarquía, la violencia criminal se convierte en reivindicativa y el castigo en represión ilegal o ilegítima, aunque parezca un oxímoron.

Esto ocurre porque el estado argentino es débil y padece como una suerte de filariasis o elefantiasis.  Un gusano es el responsable de esta enfermedad que al bloquear el drenaje de los vasos produce hinchazones en los miembros muy dolorosas, incapacitantes y estigmatizantes.  Así actúan muchos funcionarios hoy en el gobierno, y algún día deberán pagar no solo por la corrupción sino por su incapacidad.

El estado argentino actual es incapaz de resolver cuestiones y recurre al  agravio, la infamia -cuya segunda acepción es “maldad”-, cuando se le señalan sus falencias.

Si nos atenemos a la tercera acepción de la palabra mafia: Grupo organizado que trata de defender sus intereses; hoy la sociedad argentina es una sociedad mafiosa o mejor dicho somos una sociedad mafiosa precisamente porque no podemos confiar en el estado ni en sus funcionarios.

Surge así una suerte de solidaridad perversa para las buenas causas, como fueron los piquetes cuando se pretendió establecer la famosa resolución 125 sobre incremento de retenciones; como fueron los piquetes para reclamar no solo por los cortes en el suministro de electricidad sino también por la falta de idoneidad en el manejo de la política energética; o por las acciones de la policía en la defensa del orden cuando en la búsqueda o detención del presunto delincuente se lo hiere o se lo mata, muchas veces debido a su resistencia a la autoridad, la que obviamente no es reconocida como tal.

El conflicto social no es ni bueno ni malo, es un hecho que irá en crecimiento en la medida en que los regímenes políticos no tanto den respuestas adecuadas, sino más bien demuestren que trabajan en función de servicio a la gente.

Si uno pasa por las llamadas “villas” de las que alguna vez se enorgulleció “Kristina”, siente una sensación de fracaso y decadencia impropia de lo que Ortega llamaría “nuestra altura del tiempo”. No solo es inconcebible que las “villas” estén en la ciudad de Buenos Aires y en el gran Buenos Aires y en la periferia de muchas ciudades y en franco crecimiento, sino que las miremos crecer….y que políticos y dirigentes sociales pretendan nutrir su presencia política lucrando con el voto de los menesterosos.

Hay problemas graves como la reciente ocupación del Indoamericano, pero la cuestión es la falta de idoneidad de los políticos y de la política, es decir de todos nosotros, porque como dice Fidanza en la nota mencionada solo nos interesa el voto económico, y en esto se igualan los que votan por un plan social como los que votan para poder comprar en cuotas cualquier baratija.

Quizás sean más honestos los que votan por el plan porque quizás crean que lo merecen por su indigencia o pobreza que el INDEC se encarga de ocultar, transformándolos así en “los desaparecidos de los K”.  Digámoslo en voz alta, dejemos esta cobardía infame que más de una vez se disfraza con rasgos de prepotencia.

La conflictividad social necesita de buenos gobiernos para que la administren y resuelvan,  y entonces incurrirían en mal ejercicio de sus funciones o cometerían delit, los funcionarios carentes de idoneidad, ética, moral y profesional que además lucran con la miseria ajena sobre la que mienten en sus dimensiones y a la vez, como en el caso de la Villa 31, hasta enorgullecen a Kristina.

No habrá salida mientras nosotros, la gente, no enjuiciemos a esas dirigencias q  ue no solo son los políticos, son también los gremialistas oportunistas, los empresarios prebendarios y los que votamos por el voto cuota, una suerte de  plan social de la “GCU” de Landrú.