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jueves 28 de agosto de 2008

El Estado facilitador y el fracaso del progresismo

La historia de otros países puede enseñarnos el camino correcto para reformar el aparato estatal y ponerlo al servicio del crecimiento de la Argentina.

El progresismo no puede dejar de admitir su rotundo fracaso, cuando el paradigma de la utopía del Estado de bienestar colapsó en Suecia después de un predominio de 70 años.

Este caso es de suma importancia para nosotros porque la experiencia argentina del peronismo ha sido similar a la socialdemocracia sueca. Los famosos apotegmas peronistas acerca de la Economía, la Sociedad y el Estado han dominado la mentalidad política de nuestro país durante los últimos 60 años con líderes de diferentes orígenes: autoritarios y democráticos, civiles y militares, de centro, derecha o izquierda.

En un artículo anterior analizamos cómo se produjo esta debacle. Ahora trataremos de explicar de qué manera el Estado de bienestar fue reemplazado por el Estado facilitador.

El modelo del Estado facilitador es una gran obra de la arquitectura política, que debiéramos empezar a construir cuando esta grotesca improvisación de medidas irracionales en que estamos inmersos, termine provocando el derrumbe del modelo progresista de la concentración “K”.

El Estado facilitador lleva a la práctica el principio de subsidiariedad para lograr el bien común, aquél que nuestra constitución denomina bienestar general. El bien común se alcanza cuando las decisiones de la Presidente, las leyes del Congreso y las sentencias de los Jueces, establecen condiciones normales y estables, de manera que tanto las personas como las familias puedan llevar una vida digna, esperanzada y feliz sin otro recurso que el propio esfuerzo, cualquiera sea la actividad que desarrollen.

En el Estado facilitador, los funcionarios no intentan hacer ni interferir en lo que puedan realizar las personas, porque el gobierno reconoce que la acción humana no es por naturaleza una institución del Estado sino el producto viviente de la iniciativa individual y de la cooperación voluntaria que libremente organicen. Por lo tanto la función de las leyes no es impedir el derecho privado sino protegerlo de los excesos de poder público o privado.

La debacle del Estado de Bienestar

Después del derrumbe de la utopía socialdemócrata., en Suecia el retorno a la sensatez se debió a estos factores concurrentes:

1º el Estado socialista de bienestar había alcanzado inimaginables cifras de gasto público: 72,5 % del PBI y el sistema impositivo recaudaba el 59,6 % del PBI, por lo cual no podía cubrirlo pero de igual modo devastaba las economías de las personas no dejándoles ni un centavo en el bolsillo. 2º La emisión de la deuda pública llegó a 1,5 billones (millón de millones) de coronas suecas, un techo imposible de expandir por falta de inversores dispuestos a correr riesgos de default.

3º La mayoría de quienes trabajaban en el sector privado, se arreglaban por su cuenta y no reclamaban que el Estado atendiese sus necesidades. Por lo cual aportaban fondos pero se abstenían de utilizarlos en demanda de servicios. Sin embargo, la mentirosa propaganda socialista no pudo ocultar la realidad y todos los suecos comenzaron a ver la pobreza extrema asentada en barrios marginales con bolsones de exclusión social alrededor de las ciudades grandes y medianas. Se hizo evidente que las promesas del Estado benefactor eran una escandalosa mentira para que un grupo de inútiles pudiera sostenerse en el poder.

4º El pueblo se cansó del ineficiente paternalismo estatal y que la política se metiera en todos los aspectos de sus vidas. Los jóvenes comenzaron a reclamar libertad de elegir, mayor autonomía, menos regulaciones y más poder de cada uno sobre su propia vida. Revivieron así un moderno “laissez faire, laissez passer”.

Diseño del Estado facilitador

El desplome de la utopía socialista se produjo por esas causas, pero la reforma sólo fue posible por una circunstancia crucial, inexistente en Argentina. Excepto los jueces, ningún empleado público sueco tenía asegurados privilegios de inmovilidad en la función pública. Podían ser trasladados de una tarea a otra o despedidos por falta de fondos. Pero ellos mismos no se consideraban con derechos hereditarios a ser sostenidos por los demás. Tal cosa ocurría porque la tradición del movimiento obrero nunca estuvo dispuesta a otorgarles un privilegio que ellos no gozaban ni podían alcanzar. Por eso en el proceso de colapso y transformación del Estado de bienestar no hubo huelgas por transferencia de empleados públicos a la sociedad.

Además, la administración pública sueca estaba sumamente descentralizada y contaba con autonomía financiera en todos los niveles. El gobierno federal no se ocupaba de las obras públicas, sólo atendía funciones de defensa, justicia, policía y estudios superiores; mientras que las 22 provincias tenían a su cargo la salud, los transportes y las obras públicas; y los municipios se ocupaban de la limpieza urbana, la instrucción escolar, el cuidado de ancianos, la atención de discapacitados y las emergencias públicas.

La reforma del Estado tuvo dos restricciones: en primer lugar el tope presupuestario que podía financiarse con impuestos y en segundo término la conservación de un marco legal de equidad y pleno acceso de todos los ciudadanos a los servicios transferidos, cualquiera fuese su condición social.

A partir de allí comenzó a implementarse el derecho de elegir en todos los aspectos y para todos los niveles. Surgió la figura del Estado facilitador en lugar del Estado de bienestar y se convirtió en posibilitador para que la sociedad pudiese llevar a cabo las tareas que antes realizaban los funcionarios y burócratas, pero en condiciones de respeto a la tradición y la historia de Suecia. Nadie abjuró del pasado, se hicieron cargo de él y lograron superarlo.

La construcción del proyecto

La reforma comenzó por la educación básica y secundaria mediante la implantación del vale educativo. Este sistema quitó a los funcionarios el dominio político y económico sobre la planta de docentes y entregó a los padres el derecho a elegir -sin costo extra- la escuela de su preferencia. La medida fue acompañada por una amplia libertad para establecer escuelas independientes con currículum propio pudiendo competir en condiciones justas con el sector público. Se reimplantaron reglas muy exigentes para terminar con las “flumskola” (escuela en j…auja) y volvieron a las notas de 0 a 10 según el ideal clásico de la “bildningsskola” (disciplinas de formación y conocimiento). Se alentó el patrocinio de empresas en la actividad escolar, pero impidiendo que la mayor capacidad adquisitiva de algunos pudiese sacar ventajas mediante la instrumentación de cuotas adicionales o diferenciales. El único ingreso de los docentes derivaba de los vales escolares a razón de € 625 mensuales por alumno. El efecto inmediato fue la desaparición de una enorme cantidad de funcionarios inútiles, supervisores pedagógicos, planificadores de escritorio, docentes con permisos de faltas crónicas y profesores que nunca estuvieron frente al aula.

De idéntica manera, crearon mecanismos de subsidios a la demanda mediante la entrega de vales -sin intermediación alguna- para atender los nacimientos, la vejez, cuidar discapacitados, brindar asistencia de salud e internación hospitalaria.

La iniciativa privada comprendió que podía organizar servicios con financiamiento del Estado, al mismo costo que las instituciones públicas. Pero ganaban mucho dinero porque eran más eficientes y no tenían carga burocrática ni filtraciones indebidas. Invertían las utilidades en su propia expansión. Es digno de citar el caso del consorcio Capio AB una de las mayores organizaciones de Europa en la atención de la salud, extendida por toda Suecia y dominando los mercados de España, Francia, Reino Unido y hasta Alemania.

El otro sector donde se hizo presente el Estado facilitador fue en las leyes laborales siempre tratando de legislar pro-trabajo, como ser: disminución de la litigiosidad laboral, drástica reducción del costo laboral, disminución de impuestos sobre el trabajo, rebajas en los gastos de registro y contratación, procedimientos para incorporar poblaciones marginales al mercado de trabajo y capacitación acelerada para transferir empleados públicos al sector productivo. Este último entrenamiento se destinó especialmente a los trabajadores de baja productividad y con menores ingresos.

El Estado de bienestar, demolido por un irracional gasto público y por una carga impositiva que la sociedad no pudo sostener, fue reemplazado paso a paso por el Estado facilitador a una velocidad sorprendente, lo cual explica porqué internacionalmente los progresistas del mundo entero siguen pensando que Suecia todavía es lo que fué y continúan hablando de un modelo sueco que sólo existe en los añejos libros de historia (1).

Desde el año 2006, Suecia -como podría hacerlo Argentina si se decide- encontró su camino de sensatez porque tuvo una experiencia próxima a la muerte, que le abrió camino a una reforma que de otro modo hubiese sido impensable. Tal vez este éxito formidable sea la razón por la cual en las latitudes iberoamericanas no haya mucho interés por enterarse del entierro del modelo sueco ya que se quedarían huérfanos de la utopía progresista (2).

Suecia actual ha reemplazado al anquilosado y castrador modelo del Estado de bienestar, mostrado al mundo entero cómo las sociedades pueden superar una esclerosis que depende fundamentalmente de la mentalidad dominante en su clase dirigente y de la pasividad de sus poblaciones (3). © www.economiaparatodos.com.ar

(1) Rojas, Mauricio, “Suecia, después del modelo sueco”, Cadal, Buenos Aires, 2005 y “Reinventar el Estado de bienestar”, Editorial Faes, Madrid 2008.
(2) Belloc, Hilaire: “El Estado servil”, editorial La espiga de oro, Buenos Aires, 1945 (Madrid, 1993).
(3) Marías, Julián: “La justicia social y otras justicias”, Colección Austral, Espasa-Calpe, 1987.

Antonio I. Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario.

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