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lunes 15 de septiembre de 2008

El Facebook de la política: separados, pero no tanto

Si se rasca un poco sobre la superficie y se analizan a fondo las aparentes diferencias, se descubrirá que la clase política argentina es un todo bastante homogéneo.

“Antes las distancias eran mayores
porque el espacio se mide por el tiempo.”
Jorge Luis Borges

Nunca el escenario político estuvo tan parecido a los días previos a una elección nacional. Al menos, esta escalada de violencia unida al despilfarro de anuncios, versiones y desmentidas, fabulaciones y culpas ajenas, complots de entre casa y otros armados es característica de las épocas proselitistas. Basta con leer algunas crónicas de los meses o semanas previas a una elección para darse cuenta de que el clima se enrarece sugestivamente.

Este estado de cosas, de alguna manera, plantea un adelantamiento de tiempos tanto para los Kirchner como para el resto de la dirigencia que intenta convertirse en alternativa, aún sin demasiado éxito en tan necesaria tarea. Posiblemente, el desencadenante no les haya llegado para poner un punto final a la emulación de Narciso que hacen muchos de los principales líderes o cabezas de movimientos y partidos.

Pero lo cierto es que este bullicio en lo cotidiano altera los calendarios y hace surgir posibles candidatos, aspirantes a serlo o desahuciados antes de tiempo. Inevitablemente, la velocidad y el grado de gravedad de los hechos sugieren caos y claman por representantes que hagan algo al respecto, mientras el gobierno se dedica a la oratoria y a vender un país de maravillas donde sólo viven ellos.

Hay muchas formas de interpretar ese apretar el acelerador de parte de algunos y ese pie en el freno que buscan, denodadamente, poner otros. La realidad, paradójicamente, no es la misma para el oficialismo y la oposición. Mucho menos, todavía, tiene visos de similitud con la realidad de la sociedad. Eso explica que las demandas perentorias de la gente no sean noticia, y sí lo sea el desprecio por el FMI o la bandera que flamee en Aerolíneas Argentinas. A fuerza de desengaños y cortoplacismo, el pueblo parece no aspirar a más. La manada va. Sigue los pasos del pastor que la coyuntura le ofrezca, sin verificar si es efímero, insustancial ni hacia dónde se encamina. Se mete en la virtualidad que gratifica más. De allí que, ahora, esté en auge la militancia cibernética y se imponga el “sms” a la pancarta histórica.

Ahora bien, más allá del abrupto transcurrir de acontecimientos, del antojadizo paso de un tema a otro sin que el primero haya quedado resuelto; o de los discursos repetidos, hay siempre un nexo que conecta lo supuestamente desconectado. Nada es tan azaroso en política como parece o quieren hacer parecer. Detrás del bombardeo mediático, de las noticias cuya duración es nimia, de los líderes furtivos, de los escándalos que surgen como tsunamis que arrasan con todo y con todos, hay un entramado que permite, si se desea ver y mirar simultáneamente, ubicar cada pieza suelta para sellar el rompecabezas.

Días atrás, me sugerían unirme a un grupo del mentado espacio virtual llamado Facebook, una creación peculiar donde el mundo de desenvuelve con otros parámetros y los lazos surgen antes de que cante el gallo. Gracias a este mecanismo, sin ir más lejos, aseguran que Obama ganó las internas demócratas. Facebook permite aunar criterios, volver de desencuentros como si los vínculos pudieran (y quizás puedan) establecerse con sólo apretar una tecla.

Lo cierto es que el grupo en cuestión se constituyó partiendo de la base de una teoría denominada “Seis grados de Separación”. Derivando ésta en tres grados, el creador de la partida busca probar que es posible ponerse en contacto con cada persona de Buenos Aires cuyo perfil aparezca en ese singular punto del ciberespacio: una suerte de comunidad virtual, fascinante para los adolescentes, e inentendible para los adultos (con crecientes excepciones)

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En síntesis, la teoría declara que toda persona en esta ciudad está separada, en promedio, por sólo otras tres. De ese modo, se podría argumentar que todos estamos sólo a tres grados de Cristina Fernández de Kirchner, Hugo Moyano o Luis D’Elía. Causa espanto, lo admito. Sin embargo, y más allá de la virtualidad, es verosímil creer que los hechos aparentemente aislados que presenciamos a diario, tengan un hilo común. No es tanta la distancia que hay entre la efedrina, la valija y la Presidencia en manos de Cristina. Tampoco es tanto el trecho que hay entre el cartel de México y ciertos funcionarios que andan nerviosos por los despachos; ni es largo el camino que separa a un bulldog de aquella radical devenida en coalición. Menos amplia es la brecha que va desde Antonini Wilson al núcleo puro del kirchnerismo. Y, aún fuera de las fronteras, es corto el trayecto que separa a Hugo Chávez de los negociados tras bambalinas que se hacen en Balcarce 50.

Todo se toca con todo, y de ese roce salen los nexos que van uniendo cada eslabón de un escenario en apariencia diezmado por asuntos que, pese a emerger aislados, son partes de un conjunto. El círculo se cierra cuando hay voluntad para discernir entre el cómo se presenta oficialmente la realidad, y cómo es ésta sin necesidad de presentación oficial, a cara lavada, sin máscara.

Así como la ciber teoría mencionada sostiene que la cantidad de conocidos crece en forma exponencial con el número de enlaces en la cadena, de idéntica manera aumenta el vínculo entre hechos que se separan, generalmente, en secciones preestablecidas por los medios. El mapa del narcotráfico puede ubicarse en policiales, al tiempo que el último anuncio de la Presidente puede abrir la sección política (dejando espacio a la postrer desmentida), o el caos de tránsito centrarse en temas de la ciudad o en “información general”, que la división es arbitraria y superficial.

En el plano político, la tesis se confirma sin necesidad de virtualidad: basta con poner en funcionamiento, unos minutos, al menos, el juicio crítico de cada ciudadano como lector, espectador o protagonista de los hechos. No hay piezas sueltas aunque parezcan aisladas e inconexas. A tal punto llega la ligazón que, detrás de lo nuevo asoma lo viejo, y hasta aquella proclama del 2001 reclamando que todos se vayan, también forma parte de esta fábula. Los narradores son los “padres espirituales”, los “pilotos de tormenta” que supimos conseguir, a conciencia o a inconsciencia, como prefieran. Puede que cambie un poco el maquillaje, pero se trata de los protagonistas de siempre, del elenco estable.

Atendiendo, pues, las premisas de la hipótesis de los “Tres grados de Separación”, y adentrándonos en el teatro político, es verosímil que apenas tres personas sean las que separen, por ejemplo, a un vicepresidente de un ex presidente. Lo mismo podría sostenerse de un caudillo bonaerense y un peronista autoproclamado disidente; y por qué no, de un dirigente con poca experiencia en busca de un guía que lo acerque aún más a la cima.

Posiblemente, también en política como en Internet, la señal sea difusa y el sistema se cuelgue. Pero ello, no es óbice para engañarnos y creer que alguno de los personajes que se mencionan a diario, está realmente descolgado. Menos todavía resultan ajenos a los episodios que pretenden vendernos por separado, como si se tratase de asuntos azarosos, meramente circunstanciales, y no como lo que son: las partes de un todo. © www.economiaparatodos.com.ar

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