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martes 13 de mayo de 2014

El Fondo Monetario Internacional

El Fondo Monetario Internacional

«Fondo Monetario Internacional. Agencia especializada de las Naciones Unidas creada en 1945 como parte de los acuerdos de Bretton Woods. Su principal propósito es facilitar la expansión equilibrada del comercio internacional alentando la estabilidad de las tasas de cambio y la cooperación internacional en materia monetaria. El FMI, concretamente, otorga préstamos de corto plazo para equilibrar la balanza de pagos de los países miembros, busca la eliminación de barreras comerciales y auspicia la convertibilidad de las monedas a tasas estables.

`Desde el principio de los años sesenta sus miembros, que llegan al centenar, tienen una cuota expresada en dólares americanos que determina su poder de voto y sus derechos como prestatarios y como prestamistas. El Fondo actúa como banquero entre sus miembros, prestándoles las divisas que necesitan: el prestatario las compra con su propia moneda, comprometiéndose a utilizarlas para reducir sus déficits comerciales. En los últimos años el FMI ha cooperado en la renegociación de la gran deuda externa contraída por muchos países en desarrollo, otorgando préstamos a largo plazo y facilitando fondos para la recompra de la deuda por parte de esos países.»[1]
Este organismo estatal funciona a la manera de un gran banco central. Es decir, su objetivo real (y el que en los hechos ha venido cumpliendo) consiste en monopolizar la moneda. Los «miembros» de este «banco mundial de bancos» como se lo ha llamado, son gobiernos y no empresas ni particulares. Por lo que se opone tanto al liberalismo como al capitalismo, en tanto estos últimos postulan una moneda libre del control estatal y político.
«Las burocracias internacionales como el FMI y el Banco Mundial financian o ayudan a financiar alegremente a los gobiernos más corruptos del planeta. En realidad la deuda pública significa la inmoralidad de comprometer coactivamente los patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera han participado en la elección de los gobiernos que contrajeron la deuda.»[2]
Los préstamos que el FMI otorga a los gobiernos del mundo no son, desde luego, financiados con dinero de los burócratas que dirigen y controlan al FMI, y los pagos y cancelaciones que los prestamistas hagan de los mismos tampoco son abonados con dinero proveniente del patrimonio personal de gobernantes y su séquito de burócratas. Todo el movimiento financiero entre el FMI y los gobiernos recipiendarios se hace siempre -y desde 1945- a costa del patrimonio de los habitantes de los países cuyos gobiernos despilfarran sus recursos de esa manera, complicando, como se expresa antes, a varias generaciones posteriores que no intervinieron en las decisiones de terceros ajenos a ellos que, finalmente, los terminarán perjudicando.
Vemos los efectos de la actuación real del FMI:
«Cuando Ferdinand Marcos fue derrocado, dejó a Filipinas con una deuda externa de 26.000 millones de dólares, en gran parte con el Banco Mundial. Una investigación posterior descubrió que, por lo menos 10.000 millones de éstos habían sido “desviados” a cuentas bancarias en Suiza, de las cuales prácticamente nada se recuperó. En 1981, el FMI transfirió 22 millones de dólares al Tesoro de Haití. Luego descubrieron que habían sido retirados por el presidente Duvalier para su uso personal.»[3]
Naturalmente, los casos mencionados arriba se multiplican a lo largo y a lo ancho del mundo entero desde la misma creación del FMI, máxima expresión -a mi juicio- del socialismo e izquierdismo monetario más absoluto. Cabe señalar que, en los hechos citados arriba, esos «préstamos» estaban destinados supuestamente a mejorar las condiciones de vida de los filipinos y haitianos. Las únicas vidas que efectivamente mejoraron -como observamos- fueron las de F. Marcos y Duvalier. Pero –insistamos- que estos resultados son los que a diario también se suceden en los demás países desde la misma creación del FMI.
El Fondo Monetario Internacional ocasiona conflictos sociales de gran envergadura, lo que es contrario a un orden liberal/capitalista:
«Si los alimentos se encarecen mensualmente en un 2%, será muy improbable que estalle una rebelión. Significa que en 12 meses el aumento asciende a más del 26%. Pero si el aumento se diera de una sola vez, no se podría imponer sin protestas ni disturbios.
Ejemplo: muchos países, como Túnez, Indonesia y Tailandia, tuvieron experiencias con el aumento radical de los precios de los alimentos básicos por presión del FMI o del Banco Mundial; una estrategia de pequeños pasos hubiera podido evitar los disturbios y las luchas.»[4]
Debe recordarse que en un sistema liberal-capitalista (o capitalista-liberal, que es lo mismo, al fin de cuentas) el precio de los alimentos (o de cualquier otro bien o servicio) no sube, sino que tiende a permanecer en su nivel, e inclusive a bajar, por efecto de la mayor oferta que –a su turno- es el necesario resultado de la libre competencia entre los productores del bien en cuestión.
«No se pueden exagerar los efectos del imperialismo occidental, real o supuesto, en el surgimiento del fundamentalismo. En muchos países del Tercer Mundo, el comercio internacional y el sector secular del intercambio de conocimientos, la transferencia de tecnologías, la industria moderna y la actuación del FMI y del Banco Mundial aparecen como acciones explotadoras, colonialistas de las potencias occidentales.»[5]
El FMI representa, en efecto, un verdadero fundamentalismo de orden monetario, de explotación monetaria y crediticia, que el partidario de una sociedad libre o abierta combate enérgicamente.
El Fondo Monetario Internacional es instrumento de corrupción:
«Aparentemente hay un alto riesgo de corrupción… Tal es el caso, por ejemplo,…cuando aportadores internacionales de fondos (FMI, Banco Mundial, UE, etc.) inician grandes proyectos de desarrollo»[6]
Es por eso que ilustres liberales y excelentes pensadores pro-capitalistas han postulado el cierre definitivo de estos organismos estatales internacionales.


[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
[2] Alberto Benegas Lynch (h) EL LLAMADO “PENSAMIENTO ÚNICO” pág. 2
[3] Alberto Benegas Lynch (h) – Martin Krause. En defensa de los más necesitados. Editorial Atlántida. Buenos Aires, pág. 335
[4] Schröder, Peter. Estrategias políticas. ISBN 0-8270-4733-9. pág. 115
[5] Schröder, Peter. Estrategias …ob. cit. pág. 293
[6] Schröder, Peter. Estrategias …ob. cit. Pág. 300

Fuente: Accion Humana