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lunes 19 de noviembre de 2007

El nuevo invento: llamarse “productivista”

Los inventos idiomáticos a los que somos afectos en la Argentina nos sumergen en un mundo de eufemismos que esconden la realidad y nos impiden ver los hechos tal cual son.

Los argentinos tenemos la manía de estar todo el tiempo inventando palabras para tratar de explicar lo inexplicable. Creamos la “pesificación” para disimular lo que en el fondo fue una confiscación de la propiedad privada. El “corralito” para no decir que la gente tenía prohibido retirar su dinero de los bancos. Nos referimos a los “superpoderes” en vez de expresar que la democracia republicana no existe y el Poder Ejecutivo puede disponer del dinero de los contribuyentes de la misma forma en que lo hacían los señores feudales con sus súbditos. Estas palabras y otras tantas como “estilo K”, “transversalidad” o “factor de empalme” se agregaron en el último tiempo a nuestro diccionario cotidiano. El listado es largo, pero ahora le acabamos de agregar un nuevo invento idiomático: “productivista”. Este flamante término se usa para afirmar que tal o cual economista o dirigente empresarial son “productivistas”.

¿Qué significa ser “productivista”? Aparentemente, se trata de una persona que cree que la política económica tiene que poner el acento en la producción. ¡Qué genial descubrimiento! Resulta que en pleno siglo XXI descubrieron una nueva teoría económica por la cual la economía tiene que estimular la producción.

Imagino que quienes se llaman a sí mismos “productivistas” pretenden ser la antítesis de aquellos que, supuestamente, defienden lo financiero por sobre la producción.

Ahora bien, no todos los que aseguran que quieren estimular la producción logran su objetivo con las medidas que aplican. Por ejemplo, durante la campaña electoral de 1983, Raúl Alfonsín decía en sus discursos que cuando asumiera como presidente iba a ir con los gerentes de los bancos a levantar las persianas de las fábricas. La realidad es que bajo su gestión se desarrolló el más fenomenal festival de bonos que uno recuerde, aparecieron las famosas cuevas para hacer negocios financieros y el país estalló en una hiperinflación que paralizó totalmente la producción.

Otro caso similar y más reciente se dio cuando el presidente Néstor Kirchner sostuvo, pocos días antes de las elecciones, que su gobierno había adoptado medidas para que las tasas de interés bajaran al 12% anual para los préstamos para consumo y al 9% para los préstamos a empresas. Sería muy interesante que algún funcionario de la actual administración informara en qué banco público o privado se otorgan esos créditos. De paso, también sería bueno que ese mismo funcionario público le comunicara a la población dónde se pueden conseguir los famosos créditos para inquilinos. O, al menos, que dieran los datos de cuántos de esos créditos fueron otorgados y el monto total de los mismos.

Por otra parte, parece que llamarse “productivista” se relaciona con proclamar a los cuatro vientos, en contraposición con los 90, la política de desendeudamiento que nos vende el gobierno. Es que luego del aumento de la deuda pública de los 90, ahora está de moda hablar de producción y despreciar las políticas financieras públicas. El problema es que, después de haberle pagado al Fondo Monetario Internacional (FMI) la totalidad de la deuda y habiendo hecho una de las quitas de capital más grandes de la historia económica mundial, y sin incluir los 26.000 millones de dólares de los bonos que no entraron en el canje, el stock de deuda pública al 30 de junio llegaba a los 138.000 millones de dólares, solamente 7.000 dólares menos que al 31 de diciembre de 2001, cuando se declaró el default por entender que la deuda era impagable.

No se entiende muy bien, entonces, qué quieren decir con “productivistas”, porque si de tasas de interés se trata no ha sido este gobierno, al igual que el de Alfonsín, el que ha conseguido niveles de tasas consistentes con lo que puede pagar el sector real de la economía o, para decirlo en palabras de la nueva corriente “productivista”, tasas de interés que está en condiciones de pagar la producción.

Tampoco puede alegar este gobierno que pone la producción delante del endeudamiento ya que, como hemos visto, ha batido récords de rapidez para aumentar el stock de deuda pública y creado una nueva patria financiera que vende electrodomésticos a 24 meses sin intereses. Toda una novedad ésta de que la tasa de interés sea igual a cero, dado que implica que hay alguien que está dispuesto a postergar consumo presente por consumo futuro sin recibir nada a cambio. La realidad es que la pantalla de plasma es sólo una excusa para vender cuotas a tasas gigantescas. Así como hoy venden televisores a 24 meses sin intereses, mañana podrían ser salchichas, porque el negocio del modelo “productivista” pasa simplemente por vender cuotas.

Es verdad que en el pasado se intentó sustituir las reformas estructurales por mecanismos financieros. Se creía que por el simple hecho de colocar más deuda, armar un blindaje o hacer un megacanje se evitaba tener que reformar el sector público, la legislación laboral, el sistema tributario, la apertura de la economía y demás medidas que todos los países que hoy crecen adoptaron en su momento.

Esa sustitución de reformas estructurales por deuda pública, que terminó estallando, no tiene hoy en día su correlato con medidas de fondo. En vez de esconder los problemas estructurales detrás de un mayor endeudamiento, hoy se los oculta detrás de un dólar artificialmente alto financiado con el impuesto inflacionario. Y al tan criticado endeudamiento de los 90, ahora se le agrega una maraña de subsidios insostenible en el tiempo, junto con un fuerte castigo impositivo a la producción agrícola, ganadera y petrolera, entre otras.

Así, dudo que alguien pueda llamarse “productivista”, si por esta palabra se entiende incentivar la producción, cuando se impulsa una carga tributaria que, en el caso de la soja, significa que el Estado se queda con toda la producción sojera de la provincia de Buenos Aires más la mitad. Es decir, se lleva el equivalente a una provincia de Buenos Aires y media en toneladas de soja.

Menos que menos puede hablarse de incentivar la producción cuando se recurre al teléfono rojo para amenazar a quienes producen (aunque, dicho sea de paso, el único mérito de la política de Guillermo Moreno es haber dejado al descubierto la calidad de buena parte de la dirigencia empresaria argentina).

Anclados en los 40, los “nuevos productivistas” creen que producir sólo implica hacer algo físico. Un médico, un docente o un ingeniero no producen nada para los “productivistas”. Todavía no se enteraron de que el 66% del PBI de los países desarrollados proviene del sector servicios.

Dejando de lado el retraso ideológico imperante, lo cierto es que el actual modelo productivo o “productivista” lejos está de haber dejado las mañas del pasado más reciente que tanto critican. No hubo reformas estructurales y se las sustituyó, al igual que antes, recurriendo a políticas de fuerte endeudamiento y crecientes tasas de interés, más el agregado de la inflación y los controles de precios. Un cóctel de explosivos de alta potencia que han armado los nuevos “productivistas” y que ha sido puesto en las entrañas del mismo sistema productivo. © www.economiaparatodos.com.ar

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