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miércoles 3 de julio de 2013

El Pj no existe

El Pj no existe

A casi 40 años del fin del partido que gobierna siempre

Se cumplieron 39 años del fallecimiento de Juan Perón y eso significa que también se cumplen 39 años del final del peronismo. Esto entraña un insondable misterio porque, de esos últimos 39 años, el peronismo ha gobernado a la Argentina durante 24…cómo un movimiento inexistente puede gobernar un país por cerca de un cuarto de siglo? Es la Argentina.

El peronismo fue un movimiento hábilmente pergeñado por Juan Perón, en base a su megalomanía y su criterio único. Pero aplicaba, en lo interno,  medianamente  bien a la Argentina de posguerra. Se basa en tres consignas que, de por si solas,  no definen absolutamente nada, pero que suenan fantásticas al oído de cualquiera. Incluso el día de hoy muchos las repiten como una letanía. «Soberanía política, independencia económica y justicia social».

Pero la soberanía política mal entendida de Perón, hizo que ya desde aquella época la Argentina comenzara a ser un país poco confiable para el mundo. Porque se debe mantener esa soberanía pero también se deben observar determinados y puntuales alineamientos globales, desde lo regional y desde lo político. Al carecer de estos alineamientos la Argentina se torna, desde siempre, impredecible. Perón siempre navegó a media agua entre aliados y nazis. Y en la incipiente posguerra tampoco se definió con claridad, peleando contra los aliados que habían ganado, y guareciendo nazis, que habían perdido. Eso nos empezó a estigmatizar. Era bastante lógico que así fuera.

Quizá Perón haya sido un gran político, o en una de esas siempre estuvo algo sobrevalorado por la importancia que revistió para el país. Pero la realidad es que jamás formó dirigentes políticos serios. Ni para que lo acompañaran, ni mucho menos para que lo sucedieran.

No solamente no dejó dirigentes, sino que tampoco dejó un movimiento político. Porque lo único que siempre hubo fue un frente de conveniencia encolumnado detrás de un líder indiscutido. Muerto el líder, se terminó todo lo demás.

Nos centraremos en el peronismo post Perón, que es lo que nos interesa a los fines de este artículo.

Desde la muerte de Perón, casi 2 años pasaron hasta la llegada de la dictadura de 1976. En esos dos años no hubo dirigentes que se pusieran al frente del movimiento y prácticamente dejaron a Isabel Martínez e Italo Luder solos con el gobierno y con el movimiento. Cuando 7 años después, la política se preparaba para el retorno democrático, no era otro que Luder el que encabezaba la fórmula del Pj. Algunos gobernadores y dirigentes que incluso habían sido detenidos durante el proceso militar, como Carlos Menem, Deolindo Felipe Bittel o Vicente Leónidas Saadi, asomaron como las caras visibles, con apenas un grupo de jóvenes dirigentes que no habían tenido una formación política de base sino que eran más bien advenedizos detrás del sello partidario. Hablamos de gente como José Luis Manzano y Carlos Grosso, entre otros, y con el apoyo invalorable de las centrales obreras lideradas por Lorenzo Miguel y Saúl Ubaldini.

El peronismo se fue reestructurando durante la nueva etapa democrática pero sin definir jamás la ecuación sobre su condición partidaria, o movimientista.

Para movimiento, tenían apoyo popular y viejas consignas, pero carecían de líder. Para partido político carecían de experiencia democrática, y de dirigentes verdaderamente demócratas.

Decía Perón que ellos eran un movimiento, y que el partido político era un formulismo que armaban poco antes de las elecciones, para ganarlas. Era una fórmula que daba resultados teniendo en vida al líder, con su «dedo sabio» que definía candidaturas y postergaciones. Muerto el líder pasó a ser cualquier cosa.

Para hacer política se necesitan determinadas cualidades como capacidad, honestidad, pragmatismo y decisión. El justicialismo ha demostrado a lo largo de estos años tener muy desarrolladas las dos últimas, pero carecer de las dos primeras.

Pero también ha demostrado que teniendo solamente pragmatismo y decisión, se puede gobernar este país. Y eso habla mal de ellos pero mucho peor de todos nosotros.

El Pj gobernó a la Argentina en los ´90, con Carlos Menem, de la mano de Alvaro Alsogaray y Domingo Cavallo. Aplicó políticas neoliberales que redundaron en el crecimiento de la pobreza, liquidó a las empresas estatales a cambio de fondos cuyo destino jamás pudo ser adecuadamente aclarado, eliminó cantidades de puestos de trabajo que nunca pudieron ser reemplazados desde la iniciativa privada, mantuvo «relaciones carnales» con los USA y, a su salida, el país terminó estallando.

El mismo Pj gobierna a la Argentina desde el 2002 hasta el presente, habiendo disfrutado del mejor momento del siglo en cuanto a ingresos económicos, aplicando recetas socialistas que sostienen a indigentes y pobres mediante dádivas estatales, sin generar puestos de trabajo genuinos. Perdió el autoabastecimiento energético y se está comiendo los ingresos de las commodities y parte de las reservas para pagar el terrible desbalance de importación de energía. Mantuvo relaciones carnales con el eje castro-chavista latinoamericano, y gobierna con métodos autoritarios, avasallando las instituciones de la República. La economía muestra también un rumbo de colapso a mediano plazo.

Del cotejo de ambas experiencias justicialistas post Perón se desprenden rápidamente tres conclusiones. Carecen de ideología alguna, carecen de políticas de mediano y largo plazo, y son intrínsecamente corruptos.

Nada de soberanía política, nada de independencia económica y ni un rastro de justicia social.

Dentro de pocos días habrá elecciones primarias en la Argentina. En la Provincia de

Buenos Aires, «el país dentro del país» con 11 millones de electores que además de torcer la elección nacional proporcionan el genuino poder político de representación popular, las tres fuerzas que aparecen con mayor intención de voto son Pj.

El Pj de Sergio Massa, a modo de frente amplio, el Pj de Francisco de Narváez, y el Pj de Cristina Kirchner. Existe también una cuarta línea justicialista en danza, el Pj de Alberto Rodríguez Saá.

Concita el peronismo, en su conjunto, una intención de voto de alrededor del 75%.

Si un extranjero leyera este resumen asumiría de inmediato que los argentinos estamos rematadamente locos. No hay otra explicación. Llámele Síndrome de Estocolmo, llámele desinterés o llámele ignorancia política, como usted prefiera. Pero ahí están los números. Y ahí está, en penosas condiciones, el país.

Hace unos días Alberto Rodriguez Saá cometió un sincericidio por TV, al decir que «los propios dirigentes justicialistas todavía estamos tratando de entender al tercer Perón».

Pasaron 40 años y los dirigentes justicialistas todavía tratan de entenderlo. Esto explica, de alguna forma, que los millones de argentinos que no somos peronistas seamos incapaces de poder entenderlos a ellos…

Si usted puede ser tanto de derecha cuanto de izquierda, si puede ser tanto liberal como socialista, y si fracasa invariablemente cada 10 años, robándose el país, quedan tan solo unas pocas conclusiones lógicas a las cuales arribar.

Usted es ladrón, es incapaz, y, como partido político, no existe.

El Pj no es ni un movimiento ni un partido político de la democracia. No existe como tales cosas. Es un disfraz político de ocasión. Un relato inconsistente del que se apropian alternativamente algunos sagaces bandidos para hacerse con el poder en la Argentina.

La verdad es que es un milagro que cada mañana, cuando nos levantamos, la Argentina siga estando ahí entre Chile y el atlántico.

Un día no va estar más, y uno lo entendería perfectamente…

 

Fuente: www.elopinadorporteño.com.ar