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jueves 4 de junio de 2009

El pragmatismo de los principios

La libertad tiene su precio y aquel al que le gusta disfrutarla debe estar preparado para pagarlo.

La postura de alarma empresaria ante las estatizaciones chavistas y la presunción de que el pionerismo tropical podría marcar el paso de lo que la Argentina puede esperar bajo los Kirchner, se ha convertido en un interesantísimo punto de análisis para terminar con la falsa antinomia entre los “principios” y el “pragmatismo” o entre las “convicciones filosóficas” y las “efectividades conducentes”.

Durante mucho tiempo –y me consta porque lo he vivido en carne propia– los que advertíamos sobre la necesidad de que los empresarios argentinos asumieran un rol institucional de defensa de las libertades y de un sistema de vida que, después de todo, es el que hace posible la existencia misma de las empresas, fuimos tomados directamente por estúpidos.

“Los empresarios no estamos para eso”; “nosotros tenemos que ocuparnos de ganar dinero para que las empresas sigan existiendo”; “la filosofía no es para nosotros, lo que cuentan son las ‘efectividades conducentes’”, son algunas de las frases que hemos escuchado… que he escuchado.

El intento por hacerles entender de que al lado de las necesarias ecuaciones económicas, las empresas son posibles porque un determinado perfil jurídico impera para protegerlas, no parecía importarles; les entraba por un oído y les salía por el otro. Ahora que las papas queman; ahora que ven más definidos los contornos de un horizonte que los acecha porque tienen las pruebas de lo que hace un régimen al que el gobierno argentino quiere parecerse, ahora reaccionan.

Ojalá que no sea tarde. Pero la circunstancia debería valer como lección: la libertad que permite la existencia de las empresas, de la competencia, de la soberanía individual y privada, debe defenderse. Es un trabajo.

La libertad tiene su precio y aquel al que le gusta disfrutarla debe estar preparado para pagarlo.

Es falsa la idea de que el “pragmatismo” es opuesto a la defensa de los principios. Los empresarios pertenecen a un grupo social privilegiado porque las circunstancias de la vida los han llevado a tener un nivel de conocimiento y de roce que otros desconocen. Por su trabajo han podido acceder al conocimiento de otras culturas y de otras sociedades. Han tenido oportunidad de ver cómo trabajan y como organizan sus vidas los países exitosos. Saben cuáles son las reglas genéricas del éxito y de la civilización. Tienen una idea bien formada del orden libre y de la libertad ordenada. Su exclusión en la defensa de todos esos extremos es peligrosa. Que la Argentina se de el lujo de no disponer de la acción de esa gente para que el país también pueda tener el goce de los beneficios de la libertad es un pecado imperdonable.

Esta actitud huidiza de la clase dirigente argentina debe terminar. Por supuesto que no resulta muy edificante que ésta súbita preocupación surja justamente cuando ven en peligro sus posesiones. Habría sido preferible que su acción hubiera nacido de la convicción. Pero más vale tarde que nunca.

Es cierto que el terreno de los empresarios no es ni debe ser el análisis filosófico. Hay otra gente preparada para ello.

Pero el deber de los empresarios para contribuir con su parte a la defensa de la libertad, consiste en distinguir quienes son los que defienden la libertad y quienes son los que la atacan. Y una vez que tengan claro quienes son unos y quienes son los otros, deben comprometerse a apoyar a los que la defienden, porque haciéndolo, estarán actuando en su propio beneficio, manteniendo las condiciones de derecho que hacen posible que sus empresas existan y puedan prosperar… Porque para prosperar, primero hay que existir. © www.economiaparatodos.com.ar

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