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miércoles 2 de julio de 2014

El show de Larry, Moe y Curly

El show de Larry, Moe y Curly

‘No se pueden resolver los problemas utilizando el mismo tipo de pensamientos que se emplearon al provocarlos’ (Albert Einstein)

Muchos recordarán a Larry, Moe y Curly, los cómicos estadounidenses que alegraron a varias generaciones de cinéfilos con sus torpezas.

Desde que estalló el tema del juicio de los “hold outs”, Capitanich, Kicillof y Zannini han comenzado a aparecer juntos en público derramando sus peculiares “tecnicismos” sobre el desenvolvimiento del trámite de pago -o no pago-, a los bonistas, mediante morisquetas y gesticulaciones que nos recuerdan mucho a los actores mencionados.

‘Larry’ Kicillof -quien parece gozar transitoriamente de los favores presidenciales en este asunto-, es el que marca el ritmo, mientras los otros dos sonríen o se quedan tiesos según corresponda al libreto que han armado.

Esto sucede porque tenemos a cargo de los asuntos de orden público a quienes hablan en un idioma que nadie entiende, tratando de disimular sus impericias detrás de permanentes admoniciones lanzadas a presuntos ‘enemigos’. Griesa es solo una etapa más en este camino declamatorio habitual en el kirchnerismo.

La estrategia que viene, parece ser el intento de alinear ‘estratégicamente’ (¿) detrás de sus discursos contradictorios al G8, G 20, G 77, ONU, OEA, La Haya, OTAN, OPEP y las Asociaciones del Santo Sepulcro y los Caballeros Templarios, siguiendo las consignas de la “abogada exitosa” que funge como Presidente de los argentinos, que no para en medios para seguir exhibiéndose como faro luminoso de la humanidad.

Mientras la solidaridad ‘declarativa’ eventual de otros deudores recalcitrantes vaya llegando en algún momento (ya se sabe que entre bueyes no hay cornadas), habría que recordar que, como dicen en la calle, el escenario indica que deberemos acatar el dicho popular que indica ‘poniendo estaba la gansa’, si no queremos quedarnos a dormir a la intemperie.

La asombrosa escalada de estúpida confrontación verbal  del gobierno avanza sin control, al tiempo que no logra impedir que se le ‘incendie el rancho’.

Esto ocurre mientras los autos siguen inmóviles en las concesionarias a la espera de que se ‘procreen’ compradores, hoy invisibles; que quizá se sumen a los que nunca pudieron comer las ‘milanesas para todos’ al precio prometido, o adquirir la ‘línea blanca para todas’ de stock infinitesimal, o disfrutar los ‘sueños compartidos’ para muy pocos y otras creaciones ‘made in K’, cuyos derechos “de autor” se han cobrado con creces durante estos años en los que se han enriquecido sin disimulo alguno, hasta el punto que un subalterno como Boudou se haya querido comprar la “máquina de hacer dinero” (¿lo habrán alentado?).

No entendemos qué quiere decir transformarse en el ‘país en serio’ del que habla todo el arco político sin aclararnos muy bien qué significa el término. De lo que estamos convencidos es que deberíamos dejar de ser un país cómico, para amortiguar el desbarranque que se avecina, porque lo que se avizora en el horizonte -con o sin Vaca Muerta y/o bonistas disconformes-, no es precisamente un paseo en limusina.

Por otro lado, no parece que los ansiados inversores internacionales estén haciendo cola para entrar al país como dicen algunos. Solo se acercarán los especuladores que persiguen ganancias fáciles al comprobar la debilidad estructural de una república con instituciones débiles y funcionarios corruptos.

Deberíamos aceptar de una buena vez que ha sido nuestra sociedad la que votó a los Kirchner. Y la misma que se acostumbró a vivir de prestado y por encima de sus posibilidades, pidiendo dinero que sabía de antemano no podría devolver jamás y firmando al recibirlo cláusulas ‘eventualmente’ leoninas con total desparpajo.

Ha llegado el momento de hacernos cargo de nuestra propia levedad.

Lo demás, es cartón pintado. O castillo inflado. Como se prefiera.