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lunes 27 de abril de 2009

El sombrero de la vergüenza

Historias que es necesario repensar, como docentes, como padres y como sociedad adulta.

Historia 1: Todos los docentes de un colegio están reunidos. La directora ha seleccionado una parte de la película “Madagascar 2” para compartir con ellos. Comienza la escena: se trata del momento cuando el león Alex se reencuentra con su padre, rey de los animales. El tío, celoso, le recuerda que Alex debe pasar la prueba de la adultez antes de ser considerado un miembro activo de la manada. Alex es derrotado y, por lo tanto, no sólo debe abandonar su comunidad, sino también llevar en su cabeza un sombrero, exageradamente ridículo, que les recuerda a todos los que lo ven que él es un fracasado. Sus padres se van con él, pierden la condición de reyes y soportan la deshonra. Fin de la proyección. La directora, Marta, toma el ejemplo y expone de manera brillante cómo Alex fue etiquetado, discriminado y obligado a llevar el símbolo de la vergüenza por su fracaso. Mientras lleve el sombrero, todos lo señalarán como aquel que no pasó la prueba. A partir de ahí, propone los objetivos del año, describe los acuerdos de convivencia y señala la importancia de ayudar a los alumnos a no burlarse de sus compañeros y a llevarse bien los unos con los otros. Una vez que termina la reunión, Marta ordena los papeles, apaga el proyector para que puedan guardarlo y se dirige a su oficina. Suena el teléfono y su secretaria le informa que está llamando una madre para averiguar sobre la inscripción de su hijo que acaba de repetir en una escuela vecina. Marta sigue ordenando cosas y contesta con suma naturalidad: “No, Claudia, no aceptamos repetidores”. Cierra el cajón de su escritorio, apaga la luz de la oficina y se va a su casa.

Historia 2: Un director recibe en su oficina a un matrimonio, les convida un café y empieza a leer la ficha que acaban de llenar con los datos personales de ellos y los del hijo que desean inscribir. Los padres empiezan pidiendo disculpas: “Es para una integración –confiesan– pero no dijimos nada porque de lo contrario no nos dan la entrevista”. El director se pone nervioso, no sin un poco de vergüenza. Les pide que le cuenten sobre su hijo. Ellos sacan informes del neurólogo, pediatra, psicóloga, psicopedagoga, fonoaudióloga, terapista ocupacional y de la maestra integradora. Describen el síndrome y las dificultades que tiene el chico en el aprendizaje. La madre no puede seguir hablando, está llorando, emocionada. De pronto, dice: “Éste es el colegio número 38 al que hemos llamado y el primero que nos recibe”.

Alumnos que fracasan porque no estudian, hijos que no encuentran lugar en un colegio común porque tienen problemas en su aprendizaje, colegios que cierran sus puertas escudados en su nivel educativo.

Pocos hablan de los docentes que no saben enseñar. Escuchamos a menudo hablar de que los alumnos no son como los de antes, que han cambiado los tiempos, los intereses, las familias, los medios de comunicación. El diagnóstico siempre es el mismo.

La educación responde con el mismo modelo de siempre ante alumnos y tiempos distintos, por lo tanto aumentan estrepitosamente los fracasos. Santo Tomás de Aquino nos aporta una frase magnífica: “Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur" (“todo lo que se recibe, se recibe al modo de recipiente”). Si el recipiente es el alumno, para que pueda recibir la educación que queremos darle debemos entender que siempre lo hará de un modo personal, propio e irrepetible. No son ellos los que se amoldarán a lo que reciban, sino que lo que reciban se amoldará a su modo de ser. Esto significa que la verdadera educación implica necesariamente educar en la diversidad.

Si la escuela repite el mismo modelo de siempre frente a una realidad cambiante, sólo logrará seguir mirando horrorizada los fracasos escolares y, en lugar de ser parte de la solución, seguirá siendo una parte fundamental del problema. Eso sí, los sombreros de la vergüenza y el rechazo social los recibirán los alumnos y sus familias. Mientras tanto, los docentes comentarán espantados en las salas de maestros lo mal que está la educación argentina. © www.economiaparatodos.com.ar

Eduardo Cazenave es miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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