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jueves 14 de abril de 2005

El temor a las calles y los “grupos de choque”

Algunos políticos de tendencia autoritaria parecen empeñados en crear sus propios “grupos de choque” para tener el espacio público bajo control. La moda se extiende por toda América Latina y otras partes del mundo.

Desde que las calles –como ya ocurriera notoriamente en Georgia, o en Ucrania, o en Kyrgyzstán– han sido escenario de toda suerte de “revoluciones democráticas”, algunos políticos de tendencia autoritaria parecen estar empeñados en crear sus propios “mecanismos de defensa”. Estos son, muy frecuentemente, verdaderos “grupos de choque” disfrazados las más de las veces, por cierto.

La idea (que no es nueva, si recordamos la historia de Roma, o la del “nazismo”, o la del fascismo, o la del “comunismo”) tiene, por lo menos, dos objetivos.

Por una parte, ocupar “primero” las calles, intimidando a la población con la presencia en ellas de personas amenazadoras, de imagen casi siempre poco civil, cuando no violenta. Para alejar preventivamente a muchos de un escenario que tiene entonces sus “dificultades”.

Por la otra, estar listos para enfrentar manifestaciones espontáneas de descontento con la fuerza, de ser ello necesario. No con la fuerza pública, como uno puede creer. Porque las llamadas acciones de “represión” (nuevo nombre del antiguo “mantenimiento del orden público”) generan “responsabilidad” para las autoridades. Que le escapan a ellas. Sino con la fuerza pura. Con matones, las más de las veces. Irresponsables, porque nadie asume –oficialmente– la “paternidad” de sus actos.

Como acabo de presenciar en Ecuador, con la acción de los llamados –irónicamente– grupos de “cero corrupción”, integrados por personas armadas con palos y otros elementos contundentes que enfrentan a los manifestantes no adictos al gobierno que reclaman en las calles de Quito la independencia de sus jueces, postergada desde hace casi un siglo, ahora desfachatadamente violada con el reemplazo de la Suprema Corte por otra encabezada por un amigo de Abdalá Bucaram, el “Pichi” Castro, quien –sin titubear siquiera por “pequeños detalles” como los obvios “conflictos de intereses” – acaba de anular los juicios que investigaban los actos de corrupción atribuidos a su amigo. Ellos actúan abiertamente, protegidos y hasta apañados por las fuerzas policiales. En visible coordinación con ellas. Violentamente, como cabe suponer.

O como fuera también el caso de los llamados “grupos bolivarianos”, en Venezuela. O el de los ahora llamados “Nashis” (“los nuestros”) o “Uniones de Jóvenes de Eurasia”, que han sido recientemente creados en Rusia, quizás por efecto de la auténtica psicosis que parece haberse apoderado de las autoridades locales por efecto de lo ya acontecido en los países vecinos, en los que los gobiernos autoritarios han sido reemplazados –desde las calles– por otros, más democráticos por cierto. Estos nuevos grupos han nacido para actuar como escudo protector de otra eventual “ola naranja” que parece amenazar a las autoridades “constituidas”.

Enfrente tendrán, seguramente, primero a los jóvenes del “Pora” (“es tiempo”) que propugnan, en cambio, disparar una ola auténticamente democrática. Para eventualmente, después, tener que oponerse al reclamo de una espontánea marea humana.

Por esto, cuando recientemente la administración de Vladimir Putin decidió sorpresivamente recortar los beneficios sociales de cientos de miles de jubilados, ante las primeras manifestaciones en las calles dejaron velozmente sin efecto esa poco popular medida. Llenos de visible temor. Aterrados, más bien.

¡Cómo ha cambiado la vieja política! Por impacto de los medios de comunicación masiva y de la notable multiplicación de la velocidad en la información.

Por esto, cuando miramos lo que –en paralelo– nos ocurre “en nuestra propia casa”, con “nuestras” propias calles y nuestros propios “grupos”, las notorias “cercanías” de algunos de ellos con el poder no sólo nos llaman la atención, sino que nos generan toda suerte de naturales desconfianzas. Mas allá de las poco creíbles “explicaciones” que naturalmente se escuchan.

Porque hemos aprendido las lecciones que nos llegan desde afuera, la más temible de las cuales es la que se refiere a lo que sucede cuando la gente sale masiva y espontáneamente a las calles, para no regresar a sus casas sino cuando su objetivo común está cumplido. No antes.

Esto parece estar quitándole el sueño a algunos, quizás porque suponen que son capaces de detener la marea, o porque están dispuestos a intentarlo para no perder lo que siempre ambicionaron: el poder. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio Cárdenas es ex Representante Permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas.




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