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jueves 12 de junio de 2008

El viaje plagado de contradicciones de Cristina

El viaje de la presidenta a Roma para participar de la cumbre mundial sobre alimentación organizada por la FAO desnudó, otro vez, el conflicto de ideas del Gobierno.

La comunidad internacional enfrenta una crisis alimentaria que, como recuerdan Norman Borlaug y Peter McPherson, puede empujar a otras 100 millones de almas hacia el hambre y exacerbar la inestabilidad global. Así de serio. Frente a esa emergencia, en una nota publicada en The Wall Street Journal el 6 de junio y titulada How to continue the fight against hunger”, esas dos autoridades indiscutidas acaban de aconsejar a los países en desarrollo que “utilicen la crisis para reafirmar su compromiso con el aumento de la producción de alimentos”.

A Cristina Kirchner, es evidente, le apasionan los viajes al exterior. Quizás porque así puede mostrarse (con su inagotable vestuario) y satisfacer sus ansias de “protagonismo”. Aunque lo cierto sea que sus condiciones personales para transitar los escenarios extranjeros están limitadas por falencias personales inocultables. Empezando por una antipática actitud personal de suficiencia, a la que se suma la falta de dominio de otros idiomas, el desconocimiento de cómo funciona realmente el mundo y la conocida tendencia a la descortesía, que comparte con su marido.

El domingo pasado, nuestra Cristina, pese a la crisis que enfrenta nuestro sector agropecuario -que (unido como nunca) protestaba pacientemente contra la clara expropiación de sus ingresos- emprendió muy oronda un nuevo periplo rodeada, como siempre, de una comitiva de laderos e incondicionales.

Una reunión especial

Esta vez Cristina zarpó rumbo a Roma, para participar allí en la cumbre” mundial en materia de alimentación que había sido convocada por la FAO para discutir la adopción de políticas capaces de paliar el impacto del alza generalizada de los precios de los alimentos sobre el hambre de millones de personas que, en el mundo, viven sumergidos en la pobreza.

Es posible que nadie le haya advertido que son muchos quienes -en el exterior- observan, con gran asombro, la actitud francamente hostil de su gobierno respecto del agro argentino, uno de los pocos del mundo que (por su productividad) puede contribuir rápidamente a aumentar significativamente la oferta de alimentos, sector al que -desde el gobierno- se ha mutilado, cercado y aislado del mundo, en momentos en que la demanda global de productos del agro crece vertiginosamente, como pocas veces en la historia.

Recomendaciones que nos incluyen

También es posible que Cristina no haya leído las diez recomendaciones del Banco Mundial frente a la crisis que “la convoca” a Roma. Después de todo, ella y su marido odian -y desprecian- a los organismos financieros internacionales. ¿Por qué leer lo que ellos aconsejan? Si creen que todo lo que dicen está equivocado.

No obstante, entre las diversas recomendaciones del Banco Mundial hay una que Cristina debió seguramente meditar. La que sugiere que, entre otras cosas, es necesario eliminar las restricciones a las exportaciones de productos del agro, porque ellas (como los subsidios) contribuyen a empujar en dirección al aumento de los precios de las materias primas agropecuarias.

La India, respondiendo al llamado, las ha flexibilizado ya. Brasil, exitoso, anuncia a los cuatro vientos que quiere ser lo que alguna vez fuimos nosotros: “el granero del mundo”. Pero hay otros 28 países, entre los que está la Argentina a la cabeza de la lista, que las han impuesto. Su remoción podría tener efectos dramáticos, nos dice el Banco Mundial.

La verdad es que para Cristina, el problema del agro argentino empieza y termina en otra cuestión, bien distinta: cómo producir alimentos baratos, cueste lo que cueste, para que quienes los consumen -en nuestro propio país- la voten entusiasmados.

Esta visión se explica solo si se entiende, primero, que, en la Argentina los salarios y los precios relativos de absolutamente todo han sido desajustados y deformados caprichosamente, como nunca en la historia. Como si ellos fueran fruto del “vudú”. Y que, por esa razón, no resisten comparación alguna con lo que sucede en otros países del mundo que, en cambio, viven en la normalidad.

Esto es, a su vez, consecuencia de la “visión” del matrimonio Kirchner, que parecen creer que ellos, y solo ellos, saben como funciona la economía. Los demás están simplemente equivocados.

No sorprende entonces que Cristina se haya asomado al podio de la FAO para -con un estilo comunicacional agresivo, al que los entes multilaterales no están acostumbrados- advertir al presuntamente desprevenido mundo que la crisis mundial del sector agrícola ha sido causada, fundamentalmente, por: (i) la “condicionalidad” impuesta por la asistencia financiera del FMI; y (ii) por la especulación de los odiados “pool de siembra”. Las bocas abiertas fueron muchas. En especial, las de aquellos que saben lo que ocurre y no dudan que, sin aumento de producción, la crisis se agravará.

Gracias a Dios, “Lula”, que la precedió en el uso de la palabra, hizo mucho más sentido expresando, con su habitual justeza, cual es el sentir de los países productores agrícolas como Argentina o Brasil que han tenido que sufrir, por décadas, la postergación provocada por el proteccionismo y los subsidios agrícolas del mundo “desarrollado”. No presionó, como debía, respecto de la necesidad de fomentar el uso de “transgénicos” y dejar de lado prohibiciones que son, en rigor, medidas “para-arancelarias”, de corte proteccionista.

Por algo Brasil pretende, como insistió “Lula”, ser el “granero del mundo” y la Argentina, como increíblemente recordó la propia Cristina a sus pares en la FAO, con nostalgia tanguera, fue (alguna vez) el “granero del mundo” y ahora no lo es más. Dos concepciones de país radicalmente diferentes, que produjeron resultados asombrosamente distintos: un avance arrollador para el agro en el Brasil y un retroceso relativo para el de la Argentina, hoy abiertamente sublevado contra las “visiones” que comparte Cristina, que dejó al desnudo cuán poco en realidad conoce del sector agrícola y sus problemas.

Un país (Brasil) es y quiere ser, el otro (Argentina) tiene una dirigencia política que a lo sumo sueña con lo que fue y que se conforma con dar de comer -baratito- a su propia gente, desaprovechando una oportunidad tras otra, empantanado en la salsa insulsa de su postergación.

De paso, cañazo

Los Kirchner viven rodeados de conflictos. Los necesitan y fabrican, sin solución de continuidad. Uno de ellos los enfrenta abiertamente con la Iglesia Católica argentina. Por ello el viaje a Roma fue una oportunidad para conversar sobre el mismo. Después de todo, la interlocución con el talentoso Cardenal de Buenos Aires, Monseñor Bergoglio, no es nada fácil. Porque Bergoglio tiene sus propios puntos de vista y se resiste a la sumisión.

Pese a la situación y a su ego, Cristina no pudo ver al Papa en Roma, como pretendía. Por “problemas en la agenda del Pontífice”, le informaron. “El Papa no sabe lo que se pierde, seguramente”, creen sus secuaces y seguidores.

Ocurre que nuestra Presidente estaba en competencia por conseguir una audiencia con algunos “pesos pesados” del mundo, como el presidente del Brasil, Luiz Inacio “Lula” da Silva y el iraní Mahmoud Ahmadinejad, que insiste en que quiere “borrar a Israel del mapa”.

Y también con Evo Morales, un mandatario que viaja al exterior desde que, curiosamente, como Cristina, ya no puede hacerlo en el interior de su propia Bolivia porque la violencia desatada por su siembra de odios y resentimientos se lo impide.

El Vaticano, prudente, no aceptó el pedido de audiencia, ni la idea alternativa de organizar una audiencia “común” con la presencia simultánea de todos los mandatarios extranjeros que querían ver al Papa. Los riesgos de que terminara en un incontrolable desorden (en función de las características personales de algunos de los candidatos) eran demasiados grandes.

Por esto Cristina debió “conformarse” con conversar brevemente con el Cardenal Tarcisio Bertone en el marco de la tensa relación que la administración nacional mantiene con el Vaticano, ante el cual no hemos podido “imponer”, como pretendíamos, un embajador que ha resultado, como se suponía, inaceptable para el Vaticano. Ni tampoco resolver la ríspida cuestión del Vicariato Castrense.

Increíble, pero lo cierto es que, gracias al “síndrome de Kirchner” estamos así. Polarizados respecto de todo y de todos. Menos de los amigos o compañeros de ruta, como Hugo Chávez, de cuya “generosa” mano comemos dócilmente.

Una actuación lamentable y “bolivariana”

Como hemos señalado más arriba, el discurso de nuestra Presidente en la reciente “cumbre” de la FAO, en Roma, mostró su des-ubicación frente al tema de la reunión y al escenario real del mundo.

Por ello para la Argentina el “viaje” a Roma (más allá de las andanzas de la señora por Búlgari, una catedral del lujo) empezó mal, con un discurso presidencial que apuntaba torcidamente solo al escenario doméstico y terminó mucho peor, con el desaire de casi todos.

Sucedió que -pese a la cerrada e irrazonable oposición de nuestra delegación que actuaba bajo la presión intimidatoria típica de la actual administración- la comunidad internacional, como era lógico, condenó expresamente y sin rodeos a las “retenciones”, cuando dijo que es necesario “reducir al mínimo el empleo de medidas restrictivas que pueden incrementar la volatilidad de los precios internacionales”.

Argentina, de la mano de Cuba y Venezuela, no apoyó el consenso. Se opuso tenazmente a ese párrafo incluido en la declaración final de la cumbre, por su absoluta claridad e innegables implicancias.

En su actitud -de perfil aislacionista (que ni Brasil, ni Colombia, ni Chile, ni Perú, ni México, ni Uruguay acompañaron)- Argentina obtuvo el predecible y poco trascendente “aplauso” de Ecuador, Bolivia, y Nicaragua. De todos los “bolivarianos”, entonces. Casi sin excepción. Vaya “bloque”.

Aquellos que creían que somos ya activos “compañeros de ruta” del grupo “bolivariano” lo pudieron confirmar efectivamente “in situ”. Pocos se sorprendieron. Aquí y allí.

Con estas actitudes y actuaciones no solamente se pierden oportunidades, sino que obviamente la idea de “reinsertarnos en el mundo”, como alguna vez propusiera la Presidente, no resulta nada fácil.

Como si eso fuera poco, lo cierto es que en Roma hemos traicionado nuestra lucha contra el proteccionismo. ¿Con qué cara nos vamos a seguir oponiendo a él, si nos sumamos (y defendemos) pecados del mismo signo? ¿Dónde queda nuestra autoridad moral, después de esto? © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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