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miércoles 17 de diciembre de 2014

El zorro de los zorros

El zorro de los zorros

‘Un verdadero zorro es el que no solo llama verdes a las uvas que no puede alcanzar, sino también a las que alcanza y no quiere que los demás se las quiten’ (Friedrich Nietzsche)

Si el filósofo austríaco hubiese conocido a Cristina Fernández, hubiera ratificado esos dichos de inmediato al referirse a ella. Es más, habría agregado que era posible identificarla también como perteneciente al mundo de las personas ‘que se agolpan hacia la luz, NO PARA VER MEJOR, SINO PARA BRILLAR MÁS’.

La Presidente, frustrada por ver que se desarma el “imperio” que prohijó, aumenta su indignación contra todo el mundo día a día. Mucho más con quienes comprenden que ya no pueden conseguir nada de ella y son capaces de hacer trascender –ante su indignación-, cualquier supuesta infamia que la perjudique. Aquellos a quienes la gente, en algún momento, creerá primero, porque la han conocido en profundidad: Alberto Fernández, Miguel Bonasso, Ricardo Jaime, Rafael Follonier, Miriam Quiroga, los Cirigliano, Sergio Acevedo, Eduardo Arnold y otros (¿muy pronto Boudou?).

Ante ellos no valen las imposturas y la Presidente no tiene a la mano suficientes argumentos que pueda esgrimir contra quienes conocen las mil y una historias que rodearon su matrimonio de conveniencia y rapacidad con Néstor Kirchner. Algunos ya han hablado. Otros todavía callan, como los secuaces de Hebe Bonafini, cuyas “estafas compartidas” deberemos soportar económicamente en el futuro sin haber tenido arte ni parte en sus trapisondas.

Parodiando a Nietzsche, diríamos que son algunos de los obstáculos con que Cristina Fernández se encuentra para seguir comiéndose las uvas. Como verdadera zorra de raza, sabe que debe abortar “de movida” las rebeliones de quienes, al haber sido expulsados del círculo áulico, comienzan a rumiar la idea de vengarse por el mal trato recibido durante años.

Ha sido de tal magnitud el saco de mentiras que elaboró la “abogada y arquitecta egipcia exitosa” que ya no tiene instancias a las que pueda apelar para mitigarlas. Es como el caso del filósofo griego Pirrón de Elis, a quien Voltaire “sentenció” en su tiempo, con un juicio lapidario sobre su vida al decir de él: “¡TANTAS PALABRAS Y TAN POCAS VERDADES!

Hay muchos émulos de Voltaire que esperan para tomarse revancha de nuestra zorra “pirronesca”, por lo cual es difícil predecir el cariz que tomarán los acontecimientos del futuro.

Los “chorros” de verborrea variopinta de Cristina para tapar los “agujeros negros” de su gobierno, versan desde dejar “congelado” a Leandro Despouy con increíble mala educación en medio de un diálogo; o lanzar improperios contra los jueces que la investigan tildándolos de “caranchos”; hasta resaltar algunas construcciones hospitalarias que ¿inaugura?, que son como moscas blancas en medio de las ruinas de muchas otras a las que deben concurrir los pobres para atenderse cuando se enferman: sin luz, muchas veces sin electricidad ni agua, pocos medicamentos y enormes boquetes en muros y cielorrasos.

Que compiten a su vez con los baldíos donde cuelgan carteles oxidados en donde se anunciaron obras que deberían haberse terminado hace años y aún no han recibido ni una modesta partida de ladrillos para comenzar la submuración. Sitios donde el viento mece suavemente pequeños arbustos con flores silvestres mustias por falta de riego.

Los Kirchner nos han “currado” a todos. No solo con los derechos humanos (como hoy proclaman desde la derecha hasta la izquierda), sino también con la “redistribución de la riqueza de matriz diversificada” (¿), frente a un universo que ve como se han comido las uvas que deberían haber alcanzado para todos, cuyos “saldos” sigue custodiando aún la viuda al pie del árbol, con actitud vigilante, para que nadie ose arrebatárselas.

Alguna vez dijimos que los Kirchner fueron una “transición” muy prosaica -con innumerables “cadenas nacionales” hoy intensificadas-, que duró hasta el momento en que consiguieron enriquecerse personalmente mientras ponían a parir a los demás con los intríngulis de sus injusticias y enajenaciones.

Ese era el plan para el que construyeron el “relato oficial”. Hoy está a la vista. ¿El futuro? Pues será otro presente, en donde los acontecimientos serán un calco (el gobierno ha probado ser incorregible), por lo que solo comenzaremos a sentir algún alivio cuando la zorra se haya alejado del árbol.

Recién en ese momento podremos contar cuantas uvas abandonadas quedarán para repartir. Y arreglarnos con ellas como podamos.