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jueves 7 de mayo de 2009

En América latina se insinúa un giro hacia el centro

Algunas señales en distintos países del continente abren un horizonte de posibles y esperanzadores cambios.

América latina está dividida entre aquellos países que, como Brasil, Chile, Colombia, Perú o Uruguay, tienen gobiernos serios y democráticos, y aquellos otros que, en cambio, están en manos de los “bolivarianos” y, por ende, empeñados en transitar caminos autoritarios y de concentración de poder, con autoridades sobre las que, además, flotan sospechas generalizadas de corrupción.

Señales de cambios

Pero no hay mal que dure cien años. Ya comienzan a aparecer señales que sugieren, como veremos, que la región podría haber comenzado ya a girar hacia el centro.

El camino hacia las elecciones que se aproximan tanto en Brasil, como en Chile y Uruguay, muestra que no es imposible que los próximos gobernantes de esos países puedan tener una visión algo más centrista que los actuales. Ninguno de ellos ha sido infectado, por cierto, por el peligroso “virus” bolivariano, razón por la cual el giro hacia el centro les es ahora factible. Porque en su seno no se manosean groseramente las normas electorales, ni la justicia, ni las fuerzas de seguridad, ni se juega escandalosamente al populismo.

No sería raro que en un país como la Argentina, cuyas autoridades esconden su verdadera “veta bolivariana”, esto es sus convicciones de izquierda, las cosas también empiecen, de pronto, a cambiar.

En efecto, sin perjuicio de las intimidaciones, presiones, manipulaciones, uso desfachatado de fondos públicos, etc.., las encuestas sugieren -casi unánimemente, porque también en ese sector hay quienes sucumben al poder de Don Dinero- que los Kirchner pueden ser duramente derrotados en próximo 28 de junio, perdiendo el control del Congreso.

Lo que supondría -para los argentinos- un terremoto político no menor, como sería el de poder re-encontrarse con los extraviados equilibrios republicanos.

Esto es, la posibilidad de poder terminar con el sofocante discurso único; con los caprichos insólitos de los gobernantes; con la siembra constante de resentimientos, destinada a fracturar la sociedad; con la corrupción generalizada; con la mentira oficial, que hasta distorsiona las estadísticas públicas; con el clientelismo para todo; con la provocación y la rispidez como denominadores comunes de las relaciones exteriores; con las extorsiones de toda índole; con la violencia de los piqueteros; con la total inseguridad personal; con la distribución de subsidios como método de obtener apoyos políticos; con el aniquilamiento de los gobiernos provinciales y municipales, a los que se da de comer de la mano para someterlos; con la imposición de asfixiantes derechos de exportación con el propósito de expoliar y castigar al sector rural, enfrentado corajudamente con el gobierno; con la burla al federalismo; con los rincones de impunidad que benefician a unos pocos; con los ataques a la libertad de opinión y de prensa; con los constantes abusos del poder de policía administrativo, utilizado activamente desde el poder como herramienta útil para “apretar”; etc.. No es poco.

Es más, supone provocar todo un cambio copernicano respecto de una situación de horror que ha llevado a la gente a lo que puede ser un inédito rechazo al autoritarismo populista.

Veremos, porque al final todo dependerá, como siempre, de que la gente advierta, esta vez, que tiene en juego -en una elección intermedia- nada menos que sus libertades y el propio marco republicano y se sacuda a los Kirchner de sus hombros.

El “giro” panameño

Más allá de lo antedicho, hay una señal que ciertamente es ya una realidad. Me refiero al resultado de las recientes elecciones que consagraron Presidente de Panamá -con una mayoría abrumadora- al empresario super-mercadista Ricardo Martinelli, de 57 años y tendencias centristas, que tiene algunos notables paralelos con la vertiginosa marcha ascendente de Francisco de Narváez, otro empresario que, en su caso, desafía a los Kirchner en la Argentina, en lo que está ya cerca de conformar un verdadero milagro político en la Provincia de Buenos Aires, la más rica del país y aquella que concentra el único apoyo importante de los Kirchner, o sea el cinturón industrial metropolitano que abraza a la capital argentina.

Ricardo Martinelli aventajó por más del 20% de los votos a la candidata oficial, Balbina Herrera, que solo obtuvo el 36% de los sufragios.

Esto pone fin a la alternancia que mantenía férreamente en el poder (desde el fin de la época del sórdido Antonio Noriega, en 1989) al Partido Revolucionario Democrático y al Panameñista.

El golpe de timón electoral ocurrió pese a que Panamá ha venido creciendo al ritmo de 8,7% en los últimos años, ritmo que en la crisis cayó al 4%. En medio de la bonanza, entonces.

Martinelli promete, en concreto, gestión, honestidad y seguridad personal. Esto supone, entre otras cosas, completar activamente las obras de ampliación del Canal de Panamá que ya están ciertamente en marcha y dotar a la dinámica capital del país de servicios de metro, esto es de transporte público subterráneo.

No es imposible que, en materia de relaciones externas, la gestión de Martinelli suponga acercarse ahora formalmente a China, estableciendo relaciones diplomáticas, lo que supondría sacrificar los vínculos estrechos que hasta ahora mantienen a Panamá cerca de Taiwán.

Algunas sombras oscuras que provienen del pasado perjudicaron duro a Balbina Herrera. Entre ellas cabe destacar las que la acusaran de haber sido “varrillera”, o sea haber avalado, en tiempos de Noriega, la acción de patoteros armados con palos (varillas), que a la manera de los “piqueteros” argentinos con conexiones kirchneristas, desalojaron violentamente de las calles a quienes, en época de Noriega, se opusieran a él. Particularmente a quines, hartos, apoyaran la invasión norteamericana que terminara con el gobierno de Noriega y lo sepultaran por años en una cárcel norteamericana como consecuencia de sus conexiones con el narco-tráfico.

Los panameños están visiblemente construyendo un nuevo país. Pujante y dinámico. Casi electrizante. Para comprobarlo basta con poder ver la línea de modernos rascacielos que domina a su capital. Con contemplar como crece su comercio. Como se modernizan sus servicios. Como se mejora su infraestructura. Como cambia, para bien, un Panamá que no escucha los cantos de las sirenas populistas que, en cambio, enamoran todavía a muchos en otros rincones de nuestra región.

Otras circunstancias, distintas, en el escenario boliviano

Mientras todo esto ocurre, el bolivariano Evo Morales (con ayuda financiera venezolana) acaba de crear el Comando Militar Conjunto, denominado “La Plata”, en la ciudad de San Ignacio de Velasco, en Santa Cruz, con el propósito declarado de sofocar cualquier intento de secesión o separatismo en la llamada Media Luna boliviana, que lo detesta. Así militariza la zona.

Mientras el Presidente de Bolivia -que acaba de declararse orgullosamente “marxista leninista” (como el coreano Kim Jong-Il o el bielorruso Alexander Lukashenko), lo que todos suponíamos al seguir su conducta- y su entorno aplaudían eufóricos durante la inauguración del nuevo destacamento militar, los cruceños se movilizaron para recordar el primer aniversario del referéndum que aprobara el “estatuto autonómico” de Santa Cruz, hasta ahora olímpicamente ignorado por Evo Morales.

Los cruceños están inquietos porque saben bien, mejor que nadie, qué es lo que está ocurriendo en otros rincones de su país, que está siendo empujado hacia el atavismo. Como lo prueba el episodio que describiré enseguida.

En la archi-poblada localidad denominada “El Alto”, vecina a La Paz, en Bolivia, sucedió (no hace mucho) un episodio que destaca la importancia con la que algunos -en los ambientes en apariencia más improbables- defienden el derecho de propiedad cuando lo que creen les pertenece resulta de pronto objeto de un intento de despojo que consideran inaceptable.

En la localidad llamada “El Alto”, vecina a La Paz, como es sabido, existe curiosamente una de las concentraciones sociales “indígenas y paradójicamente urbanas” más importantes del norte de ese país. La mayor de las que están cerca de la capital del país vecino entre aquellas en las que la población indígena tiene mayor presencia y gravitación.

Es, asimismo, uno de los centros de activismo político radical más importante de los partidarios del caótico Presidente Evo Morales, aglutinados en el movimiento marxista que responde al nombre de “Movimiento al Socialismo” (MAS), que son allí amplísima mayoría.

El principal protagonista de los episodios que relataremos fue un sujeto que responde al curioso nombre de Valerio Queso, de 33 años de edad.

El mentado Queso ha sido -curiosamente- el “doble” del actual Presidente en el rodaje de la película “Evo Pueblo”, que ensalza al mandatario boliviano, quien -como muchos en su línea ideológica- es enfermizamente afecto al “culto a la personalidad”.

Al mencionado Queso lo acompañaron en la peligrosa aventura (que casi tiene un final trágico) dos “amigos” que suelen -además- ser sus compinches: Omar Chalco y Jorge Lima Mancera.

Los tres debieron ser “rescatados”, aunque a duras penas, cuando habían caído -como rehenes- en manos de los furibundos habitantes de la localidad de Tacachira, ubicada en el camino que va a Laja y Desaguadero, que ya ha protagonizado otros episodios de “violencia colectiva” parecidos al que ahora comentamos.

Las tres audaces personas antes aludidas pertenecen al llamado “Movimiento de los Sin Techo” (MST), un “movimiento social” (o “biombo”) tras el cual operan quienes se creen con derecho a despojar a los demás de sus bienes para quedarse con ellos, del que los tres personajes en cuestión confirman ser “dirigentes”.

Sin decir “agua va”, algunos de sus miembros se instalaron ilegalmente, ocupando unas diez hectáreas de propiedad de la comunidad mencionada aledañas a la antigua granja “Kallatuca”, que alguna vez perteneciera a la ahora desaparecida “Cooperativa Regional de Desarrollo de La Paz”, cercana a “El Alto”.

Ante esa situación, los ciudadanos locales reaccionaron -conjunta y duramente- en defensa de lo que entienden es su propiedad. Unidos en una suerte de imparable turba, tomaron físicamente de rehenes a los desprevenidos ocupantes de sus tierras, los golpearon y, no contentos con ello, enseguida amenazaron rápidamente con “lincharlos”, esto es con poner en marcha una práctica tradicional (aunque atávica) que precisamente ya se ha utilizado -con reiteración- en el norte de Bolivia, contra presuntos ladrones y bandidos.

Para garantizar que los ocupantes ilegales a los que se expulsaba no regresarían a la zona, los tres sujetos antes nombrados quedaron “detenidos” por la gente, en calidad de rehenes. En carácter de una suerte de “seguro”, más bien.

Cuando la policía, informada de lo que sucedía, pero temerosa de la posible explosión de ira de la población, que hasta podía atrapar a su personal, montó un temeroso operativo de rescate los locales comenzaron a exigir a voz de cuello que simplemente se quemara vivos a los rehenes, como había sucedido ya, en el mismo lugar, con otros pícaros llegados también desde la zona de La Paz, pocas semanas antes. Otros pedían, en cambio, una solución “ejemplificadora”, o sea más drástica: que se los matara simplemente, a golpes. Esto es llevar a cabo un clásico “linchamiento”.

Los uniformados esta vez lograron, sin embargo persuadir (por las buenas) a los locales y los aterrados intrusos pudieron ser finalmente liberados. A duras penas, ciertamente. Con lo justo.

No obstante, al retirarse del infierno descripto, caminando entre una masa de gente entre enardecida e indignada que los insultaba sin parar, sufrieron una larga seguidilla de golpes y palazos. Antes de culminar su verdadera “ordalía” debieron comprometerse (a viva voz) a no regresar jamás al lugar, compromiso que -claro está- si fuera violado, seguramente pondría nuevamente en serio riesgo a sus vidas.

Los vehículos policiales que los retiraron del lugar lo hicieron a paso de hombre, en medio del repudio y de una intensa pedrea, que los dejó llenos de abollones, a la manera de “recordatorio”.

Por sus contusiones, los tres actores del riesgoso episodio que acabo de relatar ingresaron naturalmente a la “Clínica Complejo”, cercana al lugar de los sucesos, de la que se retiraron luego a toda velocidad, sumamente agitados, en dirección contraria a Tacachira, naturalmente. Después de arriesgar sus vidas en un episodio delictivo torpe, que seguramente no olvidarán jamás desde que casi terminó con sus vidas.

Casi mueren cuando cayeron en poder de quienes creen tener derecho a “hacer justicia” por mano propia. Con prescindencia de las autoridades nacionales y de las instituciones del Estado, incluyendo la justicia y la policía. Creencia que hoy es desafortunadamente abonada por una nueva Constitución -ya aprobada- tan confusa como permisiva, que alienta notoriamente el descontrol y generará presumiblemente otros episodios más o menos similares al relatado más arriba.

Como realidad, tremenda. Y peligrosa, por demás. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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