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lunes 7 de abril de 2014

En busca de un camino de salvación

En busca de un camino de salvación

Las contradicciones y las penosas consecuencias de errores que aún prevalecen en el credo político de los países denominados eufemísticamente como “en vías de desarrollo” (en realidad “subdesarrollados”), resultan cada vez más evidentes

La incapacidad de sus gobiernos para planificar la economía y atender las demandas de una población que ha explotado demográficamente en todo el mundo en los últimos años, está convirtiendo en pura cháchara los remedios de “beneficencia social” que se siguen proponiendo hasta el día de hoy como única panacea supuestamente “redistributiva”, para atender los males que nos aquejan.

A pesar de todo, el estatismo y el consiguiente ahogo de las libertades individuales (puestos en evidencia por su inutilidad en los fundamentos “praxeológicos” desarrollados en la “Teoría del Crédito y del Dinero” de Ludwig von Mises), ya no encuentran modos simples para infiltrarse en sociedades que no parecen estar dispuestas a acatar mansamente las “reinterpretaciones” de una nueva corriente de filosofía política que dice preservar una muy discutible “soberanía”.

Las catástrofes económicas que parecían inminentes hacen unos treinta o quizá cuarenta años, han tomado forma hoy, y hay países que comienzan a intuir que si no cambian radicalmente corren el serio riesgo de convertirse en abstracciones de resolución estructural inviable.

Jacques Rueff sostenía, a mediados del siglo XX, que los principios racionalistas a los que se aferró durante toda su vida von Mises, serían valorados plenamente el día que los individuos se animaran a rechazar las teorías “placenteras” con que inundó el mundo John Maynard Keynes (el autor quizá más “reinterpretado” de la historia del pensamiento económico).

Los principios de Keynes fueron pensados en realidad para una coyuntura dramática muy específica, la Gran Depresión, a pesar de lo cual, fueron abrazados no obstante por casi todos los gobiernos populistas desde entonces, haciendo creer a la gente que se puede vivir “per secula seculorum” de incentivos estatales indiscriminados, que terminan desnaturalizando finalmente el esfuerzo del individuo y deforman su legítimo afán de lucro.

Quienes siguen interpretando la realidad económica como un escenario estratificado, olvidan que el punto de partida de estas cuestiones debería consistir siempre en AMPLIAR EL CONOCIMIENTO SISTEMÁTICO SOBRE LA CONDUCTA HUMANA, porque son los hombres quienes van cambiando su modo de actuar en la sociedad a través del tiempo, generando diferentes conductas que obligan a las ciencias económicas a ABANDONAR VIEJOS PRINCIPIOS QUE SOLO PODRÍAN SER EXITOSOS EN SOCIEDADES “INMUTABLES” QUE NO EXISTEN.

Siendo el mundo objetivo un “tránsito” permanente, aumenta la importancia señalada por von Mises en el sentido de asignarle máxima atención a la conducta del individuo, actor central de la sociedad, para poder detectar de qué manera éste decide ESTABLECER SUS PROPIAS PREFERENCIAS AL MOMENTO DE INICIAR CUALQUIER EMPRENDIMIENTO PERSONAL.

Ayudarlo a que pueda concretarlos dentro del marco de la ley y de un marco de libertad irrestricta, debería ser la actitud más inteligente al respecto. Las grandes potencias desarrolladas están como ejemplo a la vista.

Estas breves reflexiones están impulsadas por el deseo de contribuir al establecimiento de un “camino de salvación”, que permita abandonar el mundo irreal y jeroglífico que nos propone el “populismo benefactor”, y no le caben solamente al kirchnerismo, sino también al castrismo, el chavismo y todos los demás “ismos” ideológicos populistas que han sumido a América Latina (y a muchos países de otros continentes) en el fracaso, como consecuencia del autoritarismo y la corrupción del Estado, la concentración de la riqueza en pocas manos, el aumento de la pobreza debido a la inflación y, finalmente, la desesperanza popular.

La historia política reciente muestra que no ha sido solamente el Frente para La Victoria quien ha tropezado por sus erróneas convicciones al respecto. Todo el arco político de nuestro país, salvo muy pocas excepciones, adolece de la misma enfermedad conceptual.

Han contribuido también grandes sectores de la sociedad, que dicen sostener las libertades individuales en el plano personal (entre las que se encuentra la de comerciar libremente), mientras se pronuncian por regulaciones que deberían ser aplicadas siempre, por supuesto, “a los demás”.

¡Vaya paradoja!