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jueves 21 de diciembre de 2017

Es mejor un pacto con ciudadanos probos que con políticos taimados

Es mejor un pacto con ciudadanos probos que con políticos taimados

El gobierno de Cambiemos despertó la esperanza de iniciar una nueva era de un país mejor. Quienes se ilusionaron con ese cambio de cultura, siguen entusiasmados

El gobierno de Cambiemos despertó la esperanza de iniciar una nueva era de un país mejor: respetuoso del trabajo honrado; con decencia en la esfera pública y privada; con una vida de sosiego en lugar de agresiones e insultos; con una armónica cooperación de empresarios y obreros; y con oportunidades de progreso personal según los méritos de cada uno.

Este fue el sentido del voto mayoritario que, en dos elecciones sucesivas, otorgó el poder político a Mauricio Macri y su equipo. Ellos tuvieron que enfrentar el poderoso aparato de violentos y fanáticos militantes, financiados con el dinero robado al Estado.

Quienes se ilusionaron con ese cambio de cultura, siguen entusiasmados con la visión de una nación donde no tengan lugar los pillos  que pretenden holgar a costa del trabajo ajeno, ni los que trafican influencias o drogas, ni los buscadores de privilegios que otros carecen, ni aquellos ineptos a quienes la política  brinda generosos y cómodos  ingresos  que nunca podrían conseguir con sus escasos  talentos.

Este ideario alentó una inesperada unión nacional. Consiguieron aunarse ciudadanos con diferentes posiciones políticas, unidos por la misma  náusea contra la corrupción, la grosería populista,  la altanería del poder y el saqueo del dinero público.

REFORMAS Y PACTO FISCAL.

Por eso, el anuncio de las  Reformas impositiva, laboral y previsional concitó la atención de ese inmenso ejército de personas de bien que, con su trabajo y conducta individual,  sostienen el país así como Atlas, el titán,  aguanta el globo terráqueo sobre sus espaldas.

Esas tres Reformas surgieron  de un acuerdo político entre el presidente y  los gobernadores, mediante la Ley de responsabilidad fiscal por la cual ellos  se comprometían a reducir impuestos a ingresos brutos y  obrar con prudencia y austeridad en favor de la gente. A todo este andamiaje legislativo se lo llamó pomposamente el “Pacto Fiscal III”.

La realidad posterior defraudó  las esperanzas y el final fue, como en la fábula de Esopo, el parto de los montes.

REFORMA IMPOSITIVA, LABORAL Y PREVISIONAL

Se habló de Reforma Impositiva y sólo presentaron un ajuste tributario  para recaudar más dinero gravando las producciones regionales, creando el  impuesto al ahorro de la clase media, eliminando deducciones fiscales y trasladando a las personas físicas el alivio de la presión fiscal que obtendrían las empresas.

También anunciaron la Reforma Laboral, pero acordaron  sus términos  con los propios caciques sindicales enriquecidos con las cajas gremiales de sus afiliados. Esa trucha Reforma Laboral eludió las  cuestiones esenciales  que habrían  posibilitado generar trabajo para millones de desocupados que viven de humillantes planes sociales: 1°  no se habilitaron convenios individuales  por empresa y se mantuvieron  los anticuados convenios colectivos  con paritarias por sectores, 2° no se redujeron los impuestos al trabajo que alcanzan al 73 % del salario de bolsillo y que van a parar a una oligarquía de punteros, sindicalistas y burócratas asistenciales,  3° desistieron de reemplazaron  la industria del juicio laboral por un inteligente sistema de arbitraje laboral donde predominaran los peritos de partes en lugar de los bufetes de abogados que lucran con un predatorio sistema judicial.

Por último, también prepararon la Reforma Previsional como un “pasticho” desinado a quedarse con el 20% de la recaudación del impuesto a las ganancias que financiaba el déficit jubilatorio

para repartirlo entre la provincia de Buenos Aires y el resto de los gobernadores peronistas, socialistas, radicales y renovadores.

La clase política se defendió como gato panza arriba resistiéndose a apretarse el cinturón. Por eso se pusieron de acuerdo en que este Pacto Fiscal III les permitiese arrebatar la plata al sistema jubilatorio. A todo esto, ANSES estaba en bancarrota como consecuencia de la degradación provocada por los gobiernos kirchneristas que otorgaron millones de jubilaciones a espabilados individuos que están cobrando sin haber aportado ni un céntimo.

REFORMA INAPROPIADA Y FATUA.

La jactanciosa reforma previsional consiste en pasar de un ajuste semestral a otro trimestral, en cambiar la fórmula inventada por Amado Boudou por otra surgida a los ponchazos entre senadores oficialistas y opositores, en calcular las actualizaciones incluyendo  70 % del índice de costo de vida y 30 % del índice salarial, en corregir la edad jubilatoria  y  en quitar a la ANSES  el 20 % de la recaudación del impuesto a las ganancias compensado,  en parte,  con la recaudación del impuesto a los débitos y créditos bancarios.

Ha sido un tremendo error del Gobierno, mantener en secreto el contenido de la reforma. No hubo ninguna explicación pública, clara y concisa de qué se trataba. Tampoco se presentaron balances actuariales ni análisis demográficos que demostraran la perdurabilidad del sistema por 35 o 40 años. A la población nunca se le explicó que la ANSES atiende a 15,8 millones de beneficiarios, jubilados y planeros, con los aportes de 8,6 millones de trabajadores activos que los pagan religiosamente. Finalmente nunca se animaron a informar que existe un obsceno listado de avispados individuos que cobran jubilaciones mensuales de $ 340.000, mientras la inmensa mayoría percibe haberes mínimos de $ 7.246 y pensiones básicas de $ 5.797.

Aunque no fuese intención del presidente Mauricio Macri, parece como si la corporación política le hubiese extorsionado o torcido el brazo a cambio de permitirle gobernabilidad mediante el Pacto Fiscal, pero como dicen los Evangelios: “ellos se repartieron las vestiduras y echaron suertes sobre la túnica inconsútil”.

En definitiva, la corporación política nada nos ha explicado sobre lo que van hacer para rebajar impuestos y eliminar el despilfarro del gasto político que banca a 4 millones de empleados públicos, muchos de los cuales no se sabe a qué se dedican, ni qué utilidad brindan con su privilegiada ocupación. Por eso, reina la sospecha, aparece la confusión, comienza la desilusión y muchos no se animan a salir en defensa de un gobierno legítimo.

Los argentinos decentes están como acorralados por violentos combates urbanos entre policías judicialmente indefensos y la brigada nacional de extremistas dispuestos a destruirlo todo para socavar la base de la autoridad presidencial.

RECONCILIACION DE LA POLITICA CON LA SOCIEDAD

El gobierno del presidente Mauricio Macri tiene que salir con urgencia de esta encerrona, pensando con imaginación y obrando con grandeza. Debieran estar preparando una reconciliación entre el Estado y la Sociedad, es decir entre la corporación política y las personas privadas que sostienen el país con su trabajo cotidiano, con esfuerzos y pagando impuestos. Se trata de hacer un pacto con los ciudadanos probos, antes que un pacto con políticos taimados, codiciosos o fulleros. Otros países lo han hecho con éxito y nosotros también podríamos lograrlo.

Tendrían que redactar una LEY FUNDAMENTAL DEL ORDENAMIENTO ECONOMICO, basada en los términos precisos del art. 42 de la Constitución Nacional. Esta Ley Fundamental debiera derogar y liquidar cualquier efecto litigioso y retroactivo del arsenal de normas legales dictadas desde hace 70 años y que constituyen la máquina de impedir que ha producido la decadencia secular de Argentina.

Nuestra jungla legislativa, es claramente contraria a un orden económico basado en la libertad de elección, al trato equitativo y digno a la iniciativa privada, al libre uso de una moneda estable y al restablecimiento del derecho a la subsidiariedad en todos los actos y relaciones económicas y sociales.

Tendría que contemplar y poner límites muy precisos al poder omnímodo de funcionarios y magistrados en materia comercial, industrial, minera, laboral, previsional, aduanera, impositiva y   presupuestaria.  También debiera establecer obligaciones y sanciones penales para todos los ministros, funcionarios, directores, gobernadores, intendentes, fiscales y jueces que incurran en violaciones en el cumplimiento de sus deberes.

En lugar de negociar y pactar con los profesionales de la política, el gobierno tendría que hacerlo con los representante de la vida civil, esto es con aquellos que pagan impuestos, con egregios juristas que no sean funcionarios, con asesores impositivos que soportan ridículos aplicativos informáticos, con delegados de las academias nacionales, con representantes de Colegios de Abogados  y Graduados en Cs. Económicas, con consultores e investigadores privados especializados en economía, finanzas, hacienda pública y administración del Estado.

Frente a un pacto fiscal de políticos con otros políticos hay que comenzar a pergeñar el Pacto Social más importante de la historia argentina, el que podría cambiar la vida de este país, el que tendría la facultad para impedir que el mal puede ser ocasionado por los poderosos, tanto sea presidente de la nación, como ministro del poder ejecutivo, legislador, funcionario, fiscal, magistrado judicial, empresario dominante, dirigente sindical o propietario de medios de comunicación que crean y orientan la opinión pública.

El Pacto Social entre el Estado y la Sociedad, es decir entre quienes asumen el poder omnímodo del  Estado con aquellas personas pacíficas y honestas, que conviven en sociedad, hacen su trabajo diario, cumplen con sus obligaciones y sostienen a los demás, debiera ser amplio, franco, sencillo de comprender y trascendente a toda la miseria ideológica que hoy envenena la vida social de los argentinos.

Así recuperaríamos la dignidad y grandeza que crearon los padres fundadores de nuestra nación y consolidaron los inmigrantes que fueron nuestros abuelos. Encontraríamos el sentido histórico del lema, que en el Año XIII, se  hizo acuñar  las monedas de las provincias unidas del Rio de la Plata: EN UNION Y LIBERTAD y que luego se inscribió en la bandera nacional que acompañó la gesta sanmartiniana a Chile.  Entonces y  sólo de este modo, el gobierno de Cambiemos encontraría su lugar en la historia.