Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Scroll to top

Top

lunes 9 de agosto de 2004

¿Es necesario destruir el país para poder reconstruirlo?

La Argentina se desintegra cada día un poco más y se desliza hacia la decadencia y el caos total por una pendiente que no parece tener fin. Lamentablemente, no parecemos ser capaces de mejorar las cosas sin antes haber llegado a tocar el fondo.

Últimamente no hay reunión a la cual asista en la que la gente no se muestre totalmente desconcertada sobre el futuro del país. Nadie logra encontrar una solución a la persistente decadencia argentina. No porque no se sepa qué hay que hacer para recuperar el país, sino porque no se sabe cómo lograr los acuerdos básicos para que las políticas adecuadas puedan implementarse y sostenerse en el largo plazo.

El problema es que la angustia de la gente no tiene que ver solamente con la precariedad de la marcha de la economía. Me animaría a decir que, en el campo económico, la mayor preocupación no reside en la posibilidad de que tengamos una de las tradicionales estampidas cambiarias, financieras e inflacionarias que hagan recapacitar al gobierno sobre lo que está haciendo. La principal preocupación es que, dada la estrategia económica elegida, lo que se visualiza es una larga decadencia. Es como si los argentinos tuviésemos por delante una interminable agonía económica, donde cada uno tendrá que acostumbrarse a vivir cada vez peor y sin un horizonte de prosperidad a la vista. No solo para nosotros, sino también para nuestros hijos.

Pero esta angustia económica se ve potenciada por un contexto de desorden público y ausencia del Estado. Hoy, todos nos sentimos que estamos a las buenas de Dios. Vemos como el Estado está ausente en la más elemental de sus funciones, que es garantizar la vida, la libertad y la propiedad de las personas. Los piqueteros extorsionan a las empresas con total impunidad y el Estado está ausente. Los piqueteros controlan la calle y amenazan con palos, cadenas y capuchas a la gente decente que pretende transitar libremente, y el Estado también está ausente bajo el trillado argumento de no criminalizar la protesta social, slogan que se ha impuesto para justificar la incapacidad del gobierno de reestablecer el orden público. Y, lo más grave de todo, vemos como bandas de delincuentes raptan a nuestro hijos en las narices de un Estado que tampoco atina a proteger a las personas. Hemos llegado a un punto donde ya no se trata de ver cómo hacemos para mantenernos económicamente. Se trata de algo mucho más serio, que es que todos los habitantes honestos están absolutamente indefensos frente a la banda de delincuentes que domina el país. Unos extorsionando a las empresas bajo la máscara de reclamos sociales y otros raptando a nuestros familiares. ¿Quién se siente hoy medianamente seguro en la Argentina? La realidad es que nadie está exento de que uno de sus familiares sea raptado a la luz del día.

También he notado el temor que tienen varias personas de hablar públicamente ante el miedo a sufrir “represalias”.

Además, he escuchado a mucha gente decir “alguien tiene que hacer algo” o “tenemos que hacer algo”. A la primera frase la pregunta es: ¿quién tiene que hacer algo? Si el gobierno, que tiene el monopolio de la fuerza, no hace nada, ¿qué tenemos que hacer? ¿Estar armados para defendernos y luego ir presos porque el juez considera que no existe el derecho a la defensa propia? La cruda realidad es que el Estado no nos protege de la violencia pero tampoco nos permite protegernos. Resultado, estamos absolutamente indefensos ante el crimen y los atropellos piqueteros.

“Tenemos que hacer algo”. ¿Qué podemos hacer? Lo único que se me ocurre es hacer lo que hacemos en Economía Para Todos. Levantar la voz y protestar por la humillación que vivimos los argentinos. Reconozco que levantar nuestra voz para reclamar orden público, seguridad y políticas económicas que nos hagan prosperar ha dejado de ser un acto de audacia para transformarse en algo temerario. ¿Por qué? Porque nosotros utilizamos la palabra para defendernos, mientras enfrente tenemos a tipos organizados y financiados con fondos públicos, es decir con los impuestos que pagamos, que utilizan (por ahora) cadenas, palos y cascotes para imponer sus ideas, mientras el Estado deja que nos intimiden porque políticamente le conviene.

No menos indigno es para los argentinos de bien ver cómo las autoridades tienen comportamientos de adolescentes caprichosos que creen demostrar su autoridad haciéndonos aparecer ante el mundo como maleducados y prepotentes. Conversar con los que conducen programas de la cumbia villera pareciera ser más importante que recibir a la CEO de una empresa que quiere invertir en el país. Recibir en la casa de gobierno a quien hace pocos días copó una comisaría es más útil que concederle una audiencia a otro funcionario de una empresa multinacional.

Claro, se me dirá que la solución está en que en las próximas elecciones hay que votar a otras personas para que reestablezcan el orden público. Es posible que en la próxima elección el electorado le envíe una señal al gobierno para que modifique sus políticas. Pero considerando el sistema de democracia trucha que tenemos en Argentina y viendo la forma en que se comporta buena parte del electorado, todo parece indicar que es necesario que la Argentina caiga en la miseria y la anarquía más absolutas para que la mayoría reaccione y la racionalidad pueda volver a imperar en el Estado. En otras palabras, se supone que tenemos que esperar a que queden las cenizas del país para ver si hay una reacción mayoritaria ante la impunidad y la decadencia.

Pero mientras el país va desintegrándose, no me sorprendería si un día nos levantamos con la noticia de que D’Elía es el nuevo el jefe del Ejército; Castells, el jefe de la Policía; Pitrola, el comandante de la Gendarmería; y Granma/12, el único medio de comunicación, al tiempo que se establece un nuevo “orden democrático” con elecciones libres pero con partido único.

Es una lástima que tengamos que desperdiciar años de vida, trabajo y ahorro para que quede en evidencia que el camino del populismo conduce a la miseria.
© www.economiaparatodos.com.ar




Se autoriza la reproducción y difusión de todos los artículos siempre y cuando se cite la fuente de los mismos: Economía Para Todos (www.economiaparatodos.com.ar)