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jueves 21 de septiembre de 2006

Es urgente mirar para adelante

La continua apelación al pasado reverdece los odios y priva al país de gente que, sin haber cometido ningún delito, es perseguida y denostada.

Hace más o menos diez días, un superlativo acto de regresión volvió a ocurrir en la Argentina: alguien le hizo saber a los medios que el diputado Juan José Álvarez, vinculado políticamente con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, había pertenecido a los cuadros de la SIDE durante la dictadura militar.

Juan José Álvarez es la misma persona a la que se recurrió muchas veces cuando arreciaron las crisis de inseguridad por su especialización en la materia. Por supuesto, se trata del mismo Álvarez al que se llamó como a los bomberos, esta vez desde el Gobierno de la Ciudad, cuando la tragedia de Cromañón mató a 194 chicos el 30 de diciembre de 2004.

Luego, el diputado Eduardo Camaño –que también mantiene lazos políticos con Lavagna– amenazó con difundir “carpetas” donde constaría que la ministra de Economía, Felisa Miceli, y la propia hermana del presidente y ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, habían cumplido funciones durante el gobierno militar.

El país debe salir de esta enfermedad. El tiempo pasa y seguimos discutiendo hechos pasados y sacando a relucir las suciedades de los sobrevivientes de una Argentina que pudo haber perecido definitivamente en aquellos años. En lugar de tomar las positividades que estas personas pueden aportar con sus ideas al progreso del país de hoy, estamos utilizando el chantaje como forma de hacer política.

Claramente, éste no es de un país serio, como le gusta decir al presidente que debe ser la Argentina que él gobierna. Estos procederes tienen más que ver con el bajo fondo que con el nivel de políticos que debería tener un país civilizado.

La continua apelación al pasado postra las energías de la Nación. Reverdece los odios y priva al país de gente que, sin haber cometido ningún delito, es perseguida y denostada.

¿Quién podría arrojar la primera piedra en un país como la Argentina? ¿Quién podría asumir la estatura moral de señalarse como aséptico en un país plagado de inmundicias?

Los argentinos nos encaminamos –una vez más– a sufrir una seria crisis de energía. El manejo irracional de los precios hizo que la inversión en el sector cayera a cero y que el potencial de demanda subiera al infinito. Todo el mundo quiere consumir lo que no cuesta y nadie lo quiere producir. En lugar de estar concentrados en la solución razonable (no, por cierto, la que consiste en comprarle fuel oil carísimo a un Chávez que, a su vez, lo despacha desde las Bahamas o desde puertos norteamericanos porque Venezuela carece de la tecnología de refinamiento para un petróleo tan pesado como el que mana de su suelo) de temas como éste, perdemos el tiempo hurgando en los archivos de un pasado que, no sólo Juan José Álvarez, sino nadie, resiste.

El diputado ha dicho que el presidente conocía perfectamente sus antecedentes, porque él mismo se ocupó de revelárselos. Si esto fuera cierto, el tema sería más grave aún, porque el jefe del Estado habría ocultado una información que su propio gobierno considera, sino un delito liso y llano, un antecedente deleznable.

¿Por qué Kirchner evaluó en su momento que era más importante la sabiduría específica de Álvarez en materia de seguridad que el hecho –que según el diputado, el presidente conocía– de haber pertenecido a la SIDE en tiempos de la dictadura? Sencillamente porque en ese momento Álvarez estaba con él.

El país necesita desesperadamente actos de grandeza. No saldrá adelante con sectarismos y ataques facciosos. La rueda de la venganza y el rencor no terminarán nunca por este camino. ¿Cuál sería la reacción si, de verdad, alguien le arrojara un carpetazo inconfesable a la cara del presidente?

Es hora de evolucionar hacia la concordia. De lo contrario, el caldo de cultivo del odio no terminará sólo con los odiados. Terminará también con los que odian. Terminará con todos. © www.economiaparatodos.com.ar

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