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lunes 26 de enero de 2009

Esperanza se busca

Mientras Barack Obama asumió como el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, Cristina Kirchner visitó a los hermanos Castro en Cuba y a Hugo Chávez en Venezuela.

“La esperanza le ganó al miedo.”
Barack Obama

Tras una semana signada por la evidencia, no hay mucho misterio en el escenario político. Si quedaba alguna duda acerca del rumbo perseguido por el kirchnerismo, éste ha quedado dilucidado con la gira presidencial, y abierto al mundo sin ningún tipo de reparos ni vergüenza.

Mientras Barack Obama asumía al frente de los Estados Unidos, la Presidente de los argentinos daba “cátedra” de “economía” en una Cuba diezmada. La “foto” con Fidel Castro es un fiel reflejo del atraso del país, y vuelve a demostrar la incongruencia de la prédica oficial.

Resulta paradójico que quien ha fundado su gobierno en la supuesta defensa de los “derechos humanos”, encuentre en la Cuba castrista un modelo, a no ser que los “derechos humanos” kirchneristas se auto-justifiquen porque fueron ungidos para tapar otras carencias y la falta de eficiencia.

Lo cierto es que, en su última gira, la jefe de Estado olvidó hasta su defensa de género que tanto libreto le ha dado, de lo contrario hubiera obrado con convicción en pro de la libertad de la doctora Hilda Molina. Pero ni una declaración al respecto.

Cristina Kirchner, capaz de improvisar sobre todos los temas, de pronto cayó en el mutismo más severo: ¿qué opinará sobre las restricciones a la libertad, y las violaciones a los derechos individuales que operan en los pagos castristas? Cristina trajo únicamente la “foto” color sepia, funcional al líder cubano pues le permitió a éste reposicionarse en su letargo y en los diarios.

Ahora bien, mientras la mandataria argentina afianzaba los vínculos con Cuba y Venezuela; Estados Unidos mostraba un despliegue cinematográfico sin anestesia, haciendo doler en exceso la gran diferencia. Es justo reconocer que ha provocado aquello que suele llamarse “sana envidia”. Allá los ex mandatarios estrechan manos; acá no es factible que Presidente y Vice se saluden ni en misa.

Qué ha de lograr Barack Obama de aquí en adelante es aún indescifrable, pero más allá del resultado de su mandato, hay una enseñanza o una lectura que emana del acto de asunción al cargo: dos millones de americanos se mancomunaron frente al Capitolio sin necesidad de micros, panchos o punteros políticos que le canjeen su dignidad por un electrodoméstico o un billete falso. La esperanza que generó y genera entre sus conciudadanos Obama, en la Argentina se torna -lisa y llanamente- utopía.

Cualquiera de las figuras que den batalla en la campaña proselitista puede tener una imagen más o menos positiva, pero no hay miras de que pueda despertar sueños o esperanzas. Los argentinos vamos a las urnas con una mezcla de sensaciones difícilmente traducibles en letra: orgullosos de ser democráticos (al menos cada cuatro años) pero asqueados de las consecuencias que los votos acarrean.

De sincerarnos, admitamos que siempre terminamos votando “al menos malo”. Así es como el sufragio deja un sabor amargo y ninguna algarabía que no sea efímera. No parece ser posible, en estas latitudes, soñar con un real y auténtico cambio.

Es factible que este país este signado por la conducta de sus habitantes más que por la inconducta de sus dirigentes, y ello explique que, los norteamericanos para asistir a un acto no necesiten ser transportados como ganado, ni llevar insignias partidarias ni esgrimir insultos, ni mucho menos pelear por los espacios donde situar pancartas de intendencias o sindicatos. Son pequeños detalles que hacen las grandes diferencias entre los Estados.

Lo cierto es que Cristina Kirchner volvió a su país de maravillas donde fue recibida por índices macroeconómicos fastuosos. Resulta que nunca estuvimos mejor pero, simultáneamente, son necesarios los planes heladeras, cocinas, calefones, aires acondicionados, autos, etc. No importa si después no hay electricidad para utilizarlos, o la nafta aumenta, o directamente hay paros de estacioneros, peajes impagables o falta lugar donde estacionarlos. Una certeza: planes de esa índole (sin existencia empírica) hay y habrá -en año electoral- de todo tipo y tamaño.

Lo que viene faltando, desde hace 6 años, y no se vislumbra stock en el corto-mediano plazo es un plan de gobierno determinado. A saber: un plan de seguridad para evitar que un secuestro se convierta, por ejemplo, en un enigma tan grosero que las hipótesis vayan desde una interna policial hasta una simulación, auto-secuestro o negociado. Ni un hecho de aristas tan graves puede ser tomado en serio a juzgar como se lo ha planteado.

En ese orden, tampoco hay plan de salud: los hospitales siguen sin insumos básicos, con turnos retrasados, y enfermedades que se creían erradicadas regresan a las tapas de los diarios: la tuberculosis descubierta la semana pasada en empleados de subterráneos es un ejemplo aunque lo vendan como caso aislado.

En rigor, el gobierno sigue como en sus comienzos: “haciendo la plancha” mientras el pueblo regatea precios en la costa atlántica. ¿Será que no exigimos nada mientras no falte plata para el capricho de temporada?

Marzo, sin mar ni arena, puede ser un mes que marque la diferencia, pero hay que tener en cuenta que, la diferencia sólo puede emanar de la sociedad en su conjunto. No sirve el reclamo aislado en franjas sueltas. Si los que se manifiestan democráticamente son primero los habitantes de una villa miseria, luego los ruralistas, y finalmente los maestros, etc., seguiremos escindidos perdiendo el poder de la queja fundada que se supone soberana.

Esperar cambios en el modus operandi del gobierno es ingenuo. El “estilo K” fue, es y ha de ser siempre igual aún cuando pueda haber relevos en ciertos ministerios o modificarse la cantidad de sonrisas que simula Cristina.

Si algo a favor tenemos, es la certeza de saber que, con esta dirigencia, no hay ni habrá sorpresas. Lo que hubo hasta ahora es lo que ha de haber en lo sucesivo. No cabe el asombro: los Kirchner fueron, son y serán los Kirchner con o sin careta. En cambio, la reacción social puede avizorar -como sucedió en el mes de junio pasado cuando la ciudad supo sumar al campo- un atisbo de madurez que impida la desfachatez y el atropello a cualquier precio.

El aparato comunicacional del gobierno está aceitado para un año electoral que saben, se vendrá sin tregua: por lógica se agudizarán los problemas postergados, pero las imágenes y temáticas mediáticas serán simplistas y banales. Las polémicas furtivas se sucederán sin que recordemos siquiera qué pasaba 24 horas antes. (¿Quién se acuerda acaso de la masacre de los policías o de la efedrina?)

El matrimonio presidencial no tuvo ni tiene respuestas para dar. La caja no es la misma que antaño pero la pobreza en el conurbano se ciega ante la carencia. Nadie se atreve a aseverar sin titubeos que, el kirchnerismo llegue a las próximas elecciones realmente muerto. El coma inducido no es lo mismo.

En alguna medida, puede que la oposición si es capaz de convertirse en alternativa ofrezca alguna salida. Pero sólo se podrá asegurar una modificación cierta en el escenario si, más allá del secuestro de Bergara, el rally Dakar, el superclásico, el calor del verano, las playas más o menos pobladas, las multas de tránsito, etc., se observa que hay otra realidad aunque no la atiendan las cámaras.

Esa realidad tapada con nimiedades cotidianas, muestra que en la Argentina, no hay miras todavía de tener un acto político civilizado, y sobre todo un pueblo henchido de esperanza como aquella que emergió en los norteamericanos escuchando jurar, días atrás, a Barack Obama. © www.economiaparatodos.com.ar

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