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domingo 1 de septiembre de 2013

Freno a la chavización pero sigue oferta y demanda de populismo

Freno a la chavización pero sigue oferta y demanda de populismo

Que la gente quiera ponerle un límite a las ambiciones de poder absoluto del oficialismo no significa que se haya terminado con la oferta y demanda de populismo

Siguiendo con la línea de razonamiento de mi amigo Hugo Martini, que se pregunta si realmente con la salida del kirchnerismo hay un fin de ciclo, me parece que es oportuno ampliar este  tema al campo de la economía.

El primer dato a tener en cuenta es que en líneas generales la oposición en la provincia de Buenos Aires proviene del kirchnerismo. Massa, Giustozzi o el mismo Alberto Fernández formaron parte del gobierno kirchnerista o lo apoyaron. En hora buena que hayan advertido que el kirchnerismo se ha pasado de vueltas y que su política no es solamente la de regulaciones económicas, desborde fiscal y monetaria y cosas por el estilo. En rigor advirtieron que el famoso proyecto del vamos por todo apunta a destruir el sistema republicano de gobierno para establecer una dictadura disfrazada de democracia.

Francamente me resulta poco convincente escuchar a ex funcionarios kirchneristas decir que este no era el proyecto de Néstor. No nos engañemos, este era el proyecto de Néstor aunque posiblemente su estrategia para ir por todo hubiese sido diferente al de CFK, pero claramente desde el inicio de su mandato se observó una fuerte inclinación por la confrontación, la descalificación y un escaso respeto por las instituciones. La diferencia entre Néstor Kirchner y CFK es que la actual presidente aceleró a fondo el vamos por todo pero en un contexto económico que dejó de serle favorable ni bien ganó las elecciones de 2011.

Otro dato que hace dudar sobre el fin de ciclo kirchnerista es la composición de los equipos económicos del massismo. Economistas que por profesión tienen la habilidad de ir acomodándose en gobiernos tan disímiles como el de Menem, Duhalde, Kirchner y CFK, no son economistas confiables, son mercenarios al servicio del ganador. Dirigentes empresarios que hasta ayer formaban parte del coro de aplaudidores en los discursos desde el atril y economistas que hablan más como políticos que como profesionales de la economía forman parte del “equipo económico”. Me parece bien que opten por tener un discurso político en vez de rigurosidad económica, pero sería bueno, a mi entender,  que aclaren que están hablando como políticos y no como economistas.

Si uno mira la provincia de Buenos Aires, donde el massismo parece que va a tener una victoria importante en octubre, no advierte un cambio de políticas públicas respecto a lo que hoy se hace. Sí reconozco que, de ser gobierno, no cometerían las barbaridades de Moreno o Kicillof. Pero lejos está la comprensión de entender la economía como un sistema integral de reglas económicas e institucionales en la oposición.

La gran mayoría de los partidos opositores también se diferencia del oficialismo en términos de no ir por todo (arrasar las instituciones) pero cuesta  diferenciar su discurso económico respecto al del oficialismo. Es como si casi todo el arco opositor tuviera un mal diagnóstico de los problemas económicos o no se atreve a decir públicamente las medidas de fondo que habría que tomar para salir de la decadencia económica del kirchnerismo. Algo así como un discurso en el que sostienen que van a hacer un kirchnerismo bueno.

También es posible que entiendan el problema y no se animen a enunciar las medidas porque espantarían al electorado. Lo dudo, pero sí me parece que buena parte del electorado sigue demandando populismo al tiempo que detesta pagar los costos del mismo. Protesta por el impuesto a las ganancias pero, al mismo tiempo, parece demandar más Estado paternalista. No veo tampoco en la sociedad aceptar que las estatizaciones de empresas públicas hayan sido un desastre y se imponga un nuevo proceso privatizador que, por supuesto, tiene que ser hecho con más transparencia y mejores marcos regulatorios de los que en general se aplicaron en los 90.

Tampoco veo a una sociedad rechazando el sistema de jubilaciones estatal que es inviable, para volver a un sistema privado mejorado al que se aplicó en los  90.

El listado podría seguir, pero basta con estos ejemplos para tratar de mostrar que tal vez la sociedad está pidiendo un cambio, pero ese cambio no es de fondo, sino limitar el vamos por todo del oficialismo junto con los costos que hay que pagar por el populismo (inflación, alta carga impositiva, desinversión, etc.)

También es posible que el primer objetivo que se haya planteado la gente es frenar las ambiciones de poder absoluto del oficialismo y luego ver la salida económica dado que, finalmente,  si el oficialismo pierde en octubre las elecciones, la oposición no manejará el Ejecutivo, lo máximo que puede lograr es frenar el Cristina eterna y algún proyecto de ley disparatado del oficialismo.

No me queda claro que si el oficialismo es derrotado en octubre, se acabe un ciclo de populismo y se entre en la era de la razón económica, pero sí podría lograrse frenar el camino a la chavización que propone el oficialismo.

De todas formas, si este es el escenario, la buena noticia es que la gente, en todos estos años, comenzó a comprender la importancia de limitar, aunque sea en cierto grado, el poder de los gobiernos.

Si comparamos con 10 años atrás vemos que se habla cada vez más de calidad institucional, tema que solo tratábamos un puñado de economistas y analistas políticos. Para el grueso de la sociedad el tema institucional era una cuestión lejana que no le interesaba. Hoy sí parece interesarle tener una justicia que no sea un apéndice del Poder Ejecutivo, que no haya re reelección indefinida y los escándalos de corrupción no parecen poder taparse con una fiesta de consumo artificial que se agota rápidamente.

En síntesis, para tratar de ser optimista, diría que esta postura más institucional de la gente es un paso adelante, entendiendo por tal limitar el poder absoluto. Pero no nos engañemos, todavía queda un largo camino que recorrer para terminar de relacionar la incompatibilidad entre calidad institucional y populismo. Le falta entenderlo a la gente y a la dirigencia política.