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jueves 22 de febrero de 2007

Guiso de papeleras

Después de meses de conflicto diplomático, puentes cortados y acusaciones que cruzaron una y otra orilla del Río Uruguay, lo cierto es que todo sigue igual que antes: Botnia avanza con las obras y los pasos internacionales siguen bloqueados.

La necesidad de adoptar medidas para detener el deterioro del medio ambiente está fuera de toda discusión. Los recursos naturales del planeta son finitos y, si no se los administra con prudencia, serán consumidos con mayor rapidez de la que se necesita para renovarlos. La ecología es una ciencia bastante parecida a la economía. Ambas tratan sobre el modo de administrar recursos limitados. La economía trata sobre bienes materiales y la ecología estudia la administración de recursos naturales. Pero el concepto con el que ambas disciplinas trabajan es equiparable.

Y también se parecen, la ecología y la economía, en que los debates públicos acerca de ellas están fuertemente ideologizados. Éste es el caso de la planta procesadora de celulosa que se está construyendo en Fray Bentos, Uruguay, y que, por obra de un grupo de activistas entrerrianos y la inacción del gobierno argentino, ha dado lugar a un conflicto diplomático con el país vecino.

Los análisis técnicos disponibles señalan que la tecnología que la empresa Botnia emplea para desarrollar el proyecto concuerda con los estándares que se aplican en Europa y que cuenta con los mecanismos de control aptos para evitar el volcado de desechos contaminantes en el Río Uruguay. Es absolutamente legítimo que la Argentina y, en particular, los habitantes de Gualeguaychú se preocupen por el tema y planteen la conveniencia de mantener un monitoreo constante sobre la marcha de las obras y sobre la operatoria de la planta una vez que ésta haya sido puesta en funcionamiento. No estaría mal la creación de una comisión técnica que periódicamente inspeccione la planta y analice la calidad del agua del Río Uruguay para controlar que los efluentes vertidos en la corriente fluvial estén debidamente purificados. Un planteo de este tipo probablemente habría sido aceptado por Uruguay y, en caso de haber sido rechazado, la Argentina tenía buenas probabilidades de llevar su reclamo a los organismos internacionales con argumentos sólidos como para que se exija a Uruguay que cumpla con esa condición.

Pero la Argentina, y los habitantes de Gualeguaychú en particular, no eligieron este camino. En lugar de actuar civilizada y orgánicamente, preferimos el criollo método del piquete, remedo del malón de los indígenas y de la montonera de los caudillos federales. En lugar de argumentar, explicar y fundamentar, preferimos imponer, patotear, prepotear. Y luego, cuando, como es lógico, nuestros reclamos no son tenidos en cuenta, adoptamos el papel de víctimas, acusando a los demás de confabularse para perjudicarnos y avasallar nuestros derechos.

La cuestión de las papeleras en Uruguay es un ejemplo paradigmático del patetismo del gobierno argentino y de los efectos que provoca el virus del populismo. El verdadero motivo de los cortes de los puentes –que se han convertido en el núcleo del problema, mucho más que la construcción de las papeleras en sí misma– es que esos cortes les permiten a los activistas entrerrianos tener protagonismo público. La ecología, en este caso, es una burda excusa para que un grupo de individuos se hagan notar, que es lo que quieren, es decir, llamar la atención, hacer “ruido”, sentirse importantes.

La actitud del Gobierno en relación a este tema tiene también una cierta lógica, aunque es dudoso que la evaluación política sea acertada. Una represión demasiado fuerte de los piqueteros podría derivar en un conflicto de proporciones aún mayores porque podrían aparecer, en todo el país, activistas dispuestos a solidarizarse con los cortapuentes entrerrianos. Por lo tanto, la política del Gobierno consiste en tratar de mantener el problema focalizado y evitar que se extienda. Esta política tiene inclusive una lógica en términos electorales porque, si el conflicto se extiende territorialmente, quedaría en entredicho la propia capacidad del kirchnerismo para sostener la gobernabilidad del país, que es uno de sus mayores activos políticos.

Por lo tanto, no está mal que el Gobierno sea prudente para manejar la relación con los piqueteros, ya que una postura demasiado beligerante podría haber sido contraproducente. Pero sí pudo el Gobierno –y no lo hizo– haber llevado la discusión al plano técnico y focalizarla en ese punto, que es el núcleo de la cuestión. Si en el debate acerca de este tema se hubiese enfatizado en el hecho de que las papeleras no son contaminantes y en que se implementarán mecanismos permanentes de control de los métodos de producción y de los efluentes que se vuelquen al río, la posición de los piqueteros hubiera quedado automáticamente desacreditada. ¿Qué razón habría para protestar si el tema estuviera siendo apropiadamente controlado?

Pero el gobierno de Kirchner no está intelectualmente a la altura de un problema tan sofisticado. No se le puede pedir semejante grado de sutileza al actual gobierno, es contrario a la lógica. El gobierno encabezado por Kirchner actúa bajo la premisa del “ruido”, del agravio, de la confrontación permanente. Como hasta ahora le ha dado algunos resultados satisfactorios, sigue aplicando la misma metodología. Pero, en proporción a las posibilidades y con proyección hacia más allá de la coyuntura, esta forma de proceder no tiene sustento. El fracaso de todas las gestiones relacionadas con el diferendo por la instalación de las papeleras lo demuestra claramente. En la práctica, lo que está sucediendo es que Botnia sigue adelante con sus obras, los cortes de puentes siguen vigentes, las relaciones con Uruguay continúan deteriorándose y no hay control técnico alguno de parte de la Argentina sobre las plantas que se están construyendo y que efectivamente afectan los intereses nacionales. Como se aprecia, se trata de un rotundo fracaso por parte del gobierno argentino, aunque algunos estén contentos porque los puentes sobre el Río Uruguay continúan bloqueados… © www.economiaparatodos.com.ar

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