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miércoles 18 de diciembre de 2013

Importancia de los precios relativos

Importancia de los precios relativos

Cuando los precios de algún artículo (por ejemplo, las manzanas) suben, es habitual que los consumidores de manzanas se preocupen y que muchos de ellos clamen «a voz en cuello» para que el gobierno «controle» esos precios. Sin embargo, cuando los salarios de esos mismos consumidores aumentan, jamás se verá que ninguno de aquellos demande del gobierno -con la misma indignación anterior-, que los reduzca...

Lo cual es lógico, ya que es normal que todos queramos tener ingresos cada vez más altos y comprar a precios más bajos. Lo que no es tan simple de percibir a muchas personas es que sus salarios también son precios, como los de cualquier otro bien, y que la relación entre el precio de un artículo de consumo cualquiera y el ingreso (parte de cual se destinará para la adquisición de ese u otros bienes de consumo), es a lo que se denomina precios relativos. Esto no cambia, desde luego, si los precios comparados son entre servicios y no entre bienes. En suma -y como explica Murray N. Rothbard- «los precios relativos, [son] las relaciones de un tipo de precio a otro».[1]

Pero ¿para qué sirve calcular los precios relativos o, al menos, prestarles alguna atención? Para Juan Carlos Cachanosky: «Los precios relativos son las guías que tienen los mercados para evitar que se produzcan desajustes de gran importancia.»[2] Y esto es sumamente substancial porque:

«En contraste con la hermética concepción económica neoclásica que separa el dinero y los niveles de precios de los precios relativos de los bienes y servicios individuales, Mises demostró que un incremento de la oferta monetaria influye de manera diferente en las distintas esferas del mercado, y con ello modifica inevitablemente los precios relativos.»[3]

 Esto significa algo que nosotros -y otros antes- explicamos muchas veces: la inflación distorsiona los precios relativos, y con ello también distorsiona (y en ciertos casos desfigura completamente) aquella función de «guía de los mercados» que les otorga J. C. Cachanosky junto con otros grandes economistas.

Como también dijéramos tantas otras veces, el papel de la banca central es clave a la hora de las manipulaciones monetarias, y cualquier decisión que tome la autoridad monetaria repercutirá en forma perjudicial sobre el mercado:

«Las autoridades de la banca central solo pueden operar en una de tres direcciones: expandir la base monetaria, contraerla o dejarla inalterada. Cualquiera de los tres caminos necesariamente altera los precios relativos, es decir, distorsiona las antes comentadas señales vitales en el mercado con lo que se malguía a los operadores económicos, lo cual significa desperdicio de recursos que se traduce en bajas de salarios e ingresos en términos reales. A estos efectos es del todo irrelevante si la banca central es independiente del ministro del ramo: de todos modos estará confrontada entre las tres vías aludidas y, consecuentemente, conducirán a la desfiguración de los precios de mercado con los efectos negativos apuntados.»[4]

Un error frecuente de los economistas ha sido -y sigue siendo- atribuir las crisis económicas a la fluctuación de los precios y así han hablado y siguen hablando de que es «necesario» intervenir en el mercado monetario a fin de lograr la estabilización del «nivel de precios». Creen que si los gobiernos no controlan la estabilidad del «nivel de precios» entonces se producirán las crisis económicas. Hay dos equivocaciones implicadas en esta convicción de los economistas que así «razonan», a saber: por un lado es que, en rigor, no es correcto hablar de «nivel de precios» ya que se trata de una expresión metafórica tomada de la física, y que no revela lo que exactamente sucede en el mundo real de los precios, donde no se da verdaderamente «nivel» alguno. Y por otra parte, el segundo yerro incide en el concepto de «estabilidad de precios»:

«Los partidarios de la «estabilización» parecen olvidar en el momento de realizar sus análisis la importancia que tienen los precios relativos en el funcionamiento del mercado. Se preocupan por mantener estable el «nivel» de precios cuando, en realidad, es totalmente intrascendente. Si aceptamos que la ley de Say es válida, entonces las recesiones económicas no se deben a una insuficiencia de demanda agregada o a un excedente de oferta global, sino que son el producto de un período durante el cual los recursos fueron mal asignados, se expandieron ciertas producciones que no deberían haberse expandido, a costa de la contracción de otras que no deberían haberse contraído. La recesión se produce cuando los mercados se reajustan, es decir cuando todos los sectores que se sobreexpandieron quiebran y los que se achicaron vuelven a crecer.»[5]

 Las recesiones son la consecuencia necesaria de la reasignación de los recursos que fueron mal asignados en virtud del intervencionismo estatal monetario y crediticio.

Murray N. Rothbard, por otra parte, explica porque no puede construirse un «índice» que «mida» el poder adquisitivo, ignorando los precios relativos cuando dice:

«Es inadmisible tratar de agrupar los cambios en el poder adquisitivo del dólar recurriendo a un único número índice promedio. Cualquier índice de este tipo evoca una suerte de totalidad de bienes cuyos precios relativos permanecen inalterados, de modo que un promedio general podría llegar a medir las variaciones en el poder adquisitivo del dinero mismo. Pero hemos visto que los precios relativos no pueden permanecer inmutables, y mucho menos las valoraciones que los individuos confieren a esos bienes y servicios.»[6]

En suma, es hora que los economistas del mainstream pongan mayor atención en los precios relativos.



[1] Murray N. Rothbard. For A New Liberty, pag. 222

[2] Juan Carlos Cachanosky. «LA CRISIS DEL TREINTA». Revista Libertas VI: 10 (Mayo 1989) Instituto Universitario ESEADE pág. 32

[3] Murray N. Rothbard, «La teoría austriaca del dinero», Revista Libertas Nº 13 (Octubre 1990) Instituto Universitario ESEADE, pág. 3

[4] Alberto Benegas Lynch (h) «Homenaje a Juan Bautista Alberdi». (Discurso pronunciado ante la Academia Nacional de Ciencias). pág. 4

[5] Juan Carlos Cachanosky, «La crisis del 30» Op. Cit. pág. 32

[6] Murray N. Rothbard, «La teoría austriaca…». Op. Cit. Pag. 4