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lunes 29 de diciembre de 2008

Italia repiensa el trato a los terroristas

El país europeo analiza bajo qué criterios permitir que los terroristas que están desde hace muchos años detenidos regresen a la sociedad bajo libertad condicional.

Italia, aunque sin exclusividad, forma parte del alma argentina. Hay entre los dos pueblos, por cierto, mucho en común. Pero también algunas actitudes bien diferentes. Particularmente cuando de respetar la ley y los derechos individuales se trata. Italia, es en esto, mucho más cuidadosa que la Argentina.

En los duros años de la década de los 70 ambos países debieron enfrentar la violencia que explotó en conflictos armados internos que enfrentaron a movimientos subversivos con las respectivas autoridades. En el caso de Italia, con las autoridades constitucionales debidamente constituidas. En el de la Argentina en parte contra ellas y, además, contra gobiernos militares, de facto.

Tanto en Argentina, como en Italia, los terroristas, en su empeño por sembrar el miedo, no vacilaron en atentar contra civiles inocentes. En muchos casos con una mezcla de brutalidad y cobardía sin igual. Lo hicieron en forma sistemática y organizada, con unidad de propósito, intención delictiva y sin frontera ética alguna. En Italia sustancialmente en los ámbitos urbanos, en la Argentina no sólo allí sino también en ámbitos rurales, como fuera el caso de lo sucedido en la Provincia de Tucumán.

A diferencia de Italia, el Estado argentino decidió que -en una confrontación asimétrica- para imponerse debía actuar de la misma manera que la guerrilla: sin límites por el respeto a la vida y derechos de sus contendores. Esa decisión lamentable ha tenido consecuencias dramáticas, que aún se mantienen.

Esa decisión resultó un error (y horror) histórico craso, cuyo elevado costo paga la sociedad argentina, en su conjunto, todavía hoy. Irónicamente algunos de quienes cometieron atentados indignos contra civiles inocentes, son ahora funcionarios públicos o notorios “periodistas”, sin que hayan pagado jamás por los crímenes cometidos. Nunca asumieron la responsabilidad que les correspondía por los abominables crímenes por ellos cometidos, fabricándose arteramente un vergonzoso “rincón de impunidad” que mantiene todavía toda su vigencia y perturba sobremanera a la sociedad argentina, que percibe la grosera falta de justicia que la situación supone.

En Italia, en cambio, se enfrentó al terrorismo con toda decisión, pero cuidando siempre de no caer en sus mismos pecados. De evitar su trampa, entonces.

Por esto hay terroristas italianos que aún purgan sus largas condenas judiciales en las cárceles de su país. Hablamos de varias décadas tras las rejas. Este es el caso, por ejemplo, de Vincenzo Guagliardo, de la columna genovesa de las Brigadas Rojas, culpable de haber asesinado a Guido Rossa, Ricardo Dura y Lorenzo Capri. O el de Nadia Ponti, de la columna de las Brigadas que operaba en Turín. Y el de Vittorio Antonini, de la columna romana de las Brigadas, que secuestrara al general norteamericano James Dossier.

También el de algunos otros, como el conocido Cesare Battitsti, que, escapado de Italia primero y de Francia después, resultó finalmente detenido en Brasil, donde aguarda ser extraditado a Italia.

En Italia, en cambio, hay hijos de las víctimas del terrorismo que son hoy diputados nacionales. Como Sabrina Rossa, cuyo padre, Guido Rossa, un conocido dirigente sindical, fuera asesinado como tantos por los “brigadistas”. Sabrina sabe bien quien asesinó a su padre, en enero de 1979: el mencionado Guagliardo, que está detenido desde hace ya 26 años.

En Argentina, las víctimas del terrorismo están todavía abandonadas a su suerte. No pueden siquiera investigar lo sucedido con sus familiares cobardemente asesinados, porque los fiscales tienen prohibido hacerlo. Carecen entonces del derecho a la verdad y no han sido -en nada- compensados por el Estado (a diferencia de algunos ex terroristas que si lo han sido, con compensaciones que insólitamente son las más altas del mundo, en este campo). Han quedado libradas a su “suerte”, pero se han hecho las cosas de manera que la “suerte” se evapore. No obstante, la sociedad está comenzando a cambiar y a percibir la tamaña injusticia que ha mantenido en el tiempo.

Mientras tanto, en Italia, Sabina Rossa ha superado el resentimiento. En alguna medida quizás porque nadie, en Italia, a diferencia de lo que sucede en la Argentina, siembra constantemente odios y resentimientos desde lo más alto del poder. Pese al dolor y a las cicatrices en Italia la reconciliación no es un imposible oficial. A diferencia de la Argentina, donde todavía la revancha y la sed de venganza alimentan cotidianamente a quienes vitalmente no pueden “dejar atrás” a los 70.

Por esto Sabina sigue trabajando a conciencia en el tema del horror sucedido en los 70. Con la vista puesta en los detenidos. Hasta ahora, ellos podían salir en libertad condicional si, después de haber naturalmente purgado lo sustancial de sus condenas, demostraban un “seguro arrepentimiento”. Para algunos magistrados itálicos esto incluye examinar las reacciones y relaciones del victimario con sus víctimas. Esto es con los familiares de aquellos civiles inocentes contra quienes se atentara.

Arrepentirse, recordemos, es metanoia, o sea cambiar de actitud. Presupone remordimiento y contrición. Es, entonces, una actitud humana que tiene que ver no solo con la mente y la voluntad, sino también con la emoción y las acciones. Para ello, el camino de la religión -para quienes lo transitan- suele allanar las dificultades.

Analizar la presencia -o ausencia- de arrepentimiento no es, sin embargo, tarea fácil. Es más, con frecuencia tiene una carga alta de subjetividad. Por eso Sabina Rossa está proponiendo ahora, como legisladora, encontrar criterios más objetivos para, en base a ellos, permitir a los terroristas que están desde hace muchos años detenidos regresar a la sociedad, quedando en libertad condicional, aunque tras haber cumplido buena parte de sus condenas.

Para ella hay que sustituir la evaluación de la existencia o ausencia de “arrepentimiento” por la “acreditación de un comportamiento (conducta) que demuestre que el objetivo de la re-educación del detenido ha sido alcanzado”. Es posible, sostiene, acuñar algunos criterios objetivos que permitan demostrar que un detenido ha cambiado notoriamente de conducta. Todavía no nos ha sugerido cuales pueden ser, pero que alguien como ella esté pensando activamente en estas cuestiones parece demostrar que ni el odio, ni la sed de venganza la están alimentando.

Una brisa fresca, como actitud, que nos recuerda cuan importante es, en todas las circunstancias, no perder de vista que todos, absolutamente todos, los hombres por su carácter de tales tienen derecho a que su dignidad sea reconocida. Más allá de sus conductas. Por encima de sus delitos.

Olvidarse de esto es caer en errores parecidos a los que llevaron a los terroristas a atentar, en los años 70, contra miles de civiles inocentes, lo que es algo inaceptable para quienes desean sinceramente poder vivir en democracia y civilizadamente. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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